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La oposición británica, el nuevo escollo tras el pacto comunitario

El acuerdo entre la UE y Reino Unido abre paso a la negociación de otros flecos La división política interna complica la recta final del divorcio europeo

Partidarios y detractores del Brexit se manifiestan por separado frente al Parlamento de Westminster en Londres, el pasado 5 de septiembre de 2018.
Partidarios y detractores del Brexit se manifiestan por separado frente al Parlamento de Westminster en Londres, el pasado 5 de septiembre de 2018. Reuters

Tras casi dos años de largas e intensas negociaciones, el Brexit ha entrado en su recta final. Los socios europeos han ratificado este domingo el acuerdo de salida pasando ahora la pelota a la primera ministra británica Theresa May, que batallará para obtener el respaldo en el Parlamento. Si esta segunda parte de la tramitación ya parecía muy complicada, en los últimos días, el acuerdo entre los Veintisiete ha estado a punto de saltar por los aires. La amenaza del presidente español Pedro Sánchez de vetar el texto si no se aclaraba la relación futura con Gibraltar ha estado a punto de cancelar el encuentro. Superado este importante bache, tras el acuerdo anunciado el sábado  por Sánchez y la firma del acuerdo comunitario este domingo, quedan otros flecos no menores en la negociación del divorcio.

El último paso para alcanzar un acuerdo sobre los términos del Brexit afronta el duro obstáculo de las fuertes críticas internas en Reino Unido. La histórica cumbre europea ha concluido con consenso. Sellado el documento técnico, jurídicamente vinculante, y en ultimándose una declaración política del gusto de todos los socios de la UE, quedan atrás importantes escollos. No estaba claro que fuera a ser así. Hasta hace pocos días, todo parecía indicar que, pese a ciertas diferencias puntuales superables –como la pesca o la competencia desleal de bienes británicos– los Veintisiete votarían de forma conjunta estos dos documentos. Sin embargo, el asunto de Gibraltar ha estado a punto de dar al traste con el consenso. 

El Gobierno español venía insistiendo en aclarar el artículo 184 del texto del divorcio para que quedara meridianamente claro que el futuro de la relación con Gibraltar se negociará entre La Moncloa y Downing Street y no entre Bruselas y Londres. Tras intensas conversaciones a tres bandas, Sánchez anunció ayer que ha conseguido un "triple blindaje" a esta garantía.

Desde el Real Instituto Elcano veían muy difícil que el Brexit descarrilase por culpa de España, pero tampoco lo descartaban. El veto de España hubiera obligado a celebrar una nueva cumbre, probablemente a mediados de diciembre, tras la reunión del G20. Ante una decisión histórica y trascendental para el proyecto europeo, la UE quiere dar a toda costa una imagen de unidad y eso pasa por que las conclusiones del Consejo se emitan por unanimidad.

En los últimos días, la unanimidad de los Veintisiete parece haberse resquebrajado por la postura de España

Los compromisos arrancados por España a Londres y Bruselas parecen garantizarlo. No obstante, en última instancia, el texto deberá ser aprobado en el Parlamento Europeo por mayoría simple, y en el Consejo por una mayoría cualificada de al menos 20 de los 27 Estados miembros, que representen conjuntamente un mínimo del 65% de la población de la UE, explica Federico Steinberg, investigador principal del RIE.

Los escollos internos en Reino Unido

Despejado este punto, por la parte británica las incógnitas son mucho mayores. Al dar la UE su aprobación al acuerdo de salida este domingo, May tendrá que someter a votación el texto en el Parlamento a principios de diciembre, pero todavía cuesta mucho imaginar de dónde sacará los apoyos. Ha puesto todas sus energías en defender estos días el preacuerdo alcanzado con Bruselas como el único posible para el abandono ordenado del club europeo.

Algo que, según los expertos, podría ayudar a lograr el respaldo político de Westminster es que May consiga que la declaración política plasme que Reino Unido seguirá siendo un socio privilegiado y no un mero país tercero. De lo contrario, se abre un horizonte de caos político y económico de imprevisibles consecuencias.

De momento, las cifras para aprobar el acuerdo de divorcio en el Parlamento no salen. Los unionistas norirlandeses (DUP), el socio de los conservadores en el Gobierno, mantienen que no votarán a favor del texto, como tampoco lo harán los laboristas de Jeremy Corbyn, ni los escoses (SNP) de Nicola Sturgeon. Tampoco cerca de 50 tories del propio partido de May.

Convocar nuevas elecciones en Reino Unido es una apuesta arriesgada ya que podrían acabar en el Gobierno los laboristas

Si no sale adelante la primera votación, la líder británica tendría otros 21 días para volver a someter el texto en el Parlamento. Este escenario es el que comparten muchos de analistas, que prefieren no perder la esperanza hasta el último momento. Apuestan por que, de una manera u otra, acabará saliendo el acuerdo, aunque no se atrevan a decir cuándo ni cómo.

La primera ministra lleva días amenazando con que no respaldar su texto conduciría o bien a un Brexit duro o incluso a la renuncia al Brexit. El primer caso supondría salir de la UE sin acuerdo, un escenario caótico que pone los pelos de punta tanto a los remainers (partidarios de quedarse en la UE) como a los empresarios. El segundo –una posibilidad que May hasta hace muy poco no había mencionado siquiera insistiendo siempre en que “Brexit is Brexit”–, implicaría que se paralizara todo el proceso de divorcio, algo que sería una humillación para los brexiters (partidarios de la salida). El acuerdo de May no gusta a prácticamente nadie, pero entre estos dos escenarios extremos, muchos podrían acabar apoyándolo como mal menor.

Si finalmente, tras dos intentos, la premier no logra obtener la luz verde de Westminster, podrían ocurrir tres cosas. Que prospere una moción de confianza en su contra, que dimita y se convoquen nuevas elecciones para obtener una nueva aritmética parlamentaria que permita sacar adelante el acuerdo, y/o que se celebre un segundo referéndum.

Para que se pueda presentar una moción de confianza es necesario que 48 diputados de su partido lo pidan. Y pese a que muchos oponentes de May llevan más de una semana amenazado con hacerlo, de momento solo se han recabado una decena de cartas. Si se llegara a dar el número, y May pierde la moción por mayoría simple del Parlamento (al menos 158 apoyos de los cuales 6 tendrían que ser tories), los diputados tendrían 14 días para elegir a un nuevo líder y, de lo contrario, habría que convocar nuevas elecciones. Perder una moción de confianza es algo muy raro en la política británica: solo se ha dado tres veces en el último siglo, la última en 1979. Si May gana la moción, saldría reforzada (y legitimada) y no se podría volver a convocar otra hasta dentro de un año.

Por otro lado, la convocatoria de nuevas elecciones es una apuesta arriesgada. Bien sea por perder la moción de confianza, o porque dos terceras partes del Parlamento acuerden adelantar los comicios, lo cierto es que no está nada claro que los conservadores consigan mantenerse en el poder. De momento, tienen mayoría en la Cámara gracias a los unionistas norirlandeses (DUP), pero estos han cuestionado que vayan a seguir sosteniendo la coalición. Una nueva cita con las urnas podría cambiar esa aritmética y aupar al poder a los laboristas gracias al apoyo de DUP, una posibilidad que varios analistas ven como “razonablemente alta”. Se trata de un escenario del que los conservadores no quieren ni oír hablar. Varios expertos señalan que los tories preferirían un acuerdo aunque sea malo, que un Gobierno de Corbyn al que tildan de extrema izquierda por haber anunciado subidas de impuestos a las corporaciones, nacionalizaciones, e importantes aumentos del gasto y la inversión.

De ganar los laboristas, su posición respecto al Brexit no es clara y oscila entre parar el divorcio o un segundo referéndum, una solución, esta última, que no promete, ni mucho menos, resolver la parálisis. Por un lado, la mayoría de encuestas señala que, aunque podría ganar el ‘no’ al Brexit por un estrecho margen, la sociedad sigue estando extremadamente polarizada. Por otro, lo más probable es que no diera tiempo a organizar un plebiscito y a tenerlo todo listo antes de marzo de 2019, la fecha en que comienza a ser efectiva la desconexión. El negociador comunitario, Michel Barnier, no ha dejado de insistir en que el acuerdo está cerrado y que, sea cual sea la deriva política británica de los próximos meses, no hay margen para volver a renegociarlo.

La última baza con la que May podría ganar tiempo está en el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), que debe pronunciarse sobre el artículo 50 del Tratado de la UE, que establece el período de dos años tras el cual expira el plazo para negociar la salida del club de un socio comunitario. El TJUE debe decidir si el mencionado apartado puede paralizarse unilateralmente por un Estado, en cuyo caso Reino Unido podría extender el plazo unos meses, o si por el contrario, respalda el criterio de la Comisión Europea, que interpreta que precisa del voto unánime de los Veintisiete y por tanto, tendría que cumplir con el plazo establecido, el 29 de marzo de 2019.

La libra esterlina, desde el Brexit

Más sacudidas y volatilidad mientras persista la incertidumbre

Libra esterlina y bonos. “La incertidumbre es extremadamente alta, lo que es malo para la libra y bueno para los bonos”, reza un informe de Nomura. Todos los analistas coinciden en señalar que, mientras persista esta situación entorno al Brexit, seguirá habiendo una gran volatilidad de la divisa británica. UBS avisa de que, de celebrarse comicios (elecciones o referéndum) la moneda estará todavía más expuesta al riesgo y mayor será su depreciación. Los precios de los bonos del Estado británicos, los gilts, siguen una tendencia opuesta, por lo se puede esperar un repunte de sus rendimientos en el corto plazo. Desde M&G alertan de que unas elecciones generales que desemboquen en un posible Gobierno laborista supondría un drástico incremento de los rendimientos de los bonos y un desplome de la libra.PIB británico. Si hubiera acuerdo de Brexit, UBS cree que la economía del Reino Unido podría repuntar en 2019, lo que abriría la puerta a que el Banco de Inglaterra subiera tipos dos veces. Las estimaciones de Goldman Sachs también apuestan por un acuerdo, lo que daría margen de maniobra para impulsar la economía británica y subir tipos. GS prevé que el PIB repunte hasta el 1,5% en 2019 y un 1,4% en 2020 (dos y una décima más, respectivamente, en que 2018). No obstante, el crecimiento seguiría siendo inferior al de la eurozona hasta 2021. Un Brexit duro en cambio, delibilitaría de manera abrupta la economía, depreciaría más la libra, subiría la inflación, y los hogares perderían más poder adquisitivo, pero tanto UBS como Goldman creen que ese escenario es muy poco probable. Mercados. Según UBS, la hipotética victoria del laborista Jeremy Corbyn sería “inicialmente negativa” para los mercados financieros”, mientras que DWS lo tacha directamente de “seriamente inquietante”. UBS añade que la posible subida de impuestos a las corporaciones del 19% al 26% por parte de los laboristas podría reducir las ganancias en los mercados bursátiles.

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