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José Ramón Valente: “Chile ha sorteado por ahora los efectos de la guerra comercial”

El ministro destaca el bajo nivel de deuda y de déficit fiscal así como la aceleración de su crecimiento económico El peso chileno se ha depreciado respecto al dólar pero se mantiene frente a las monedas de otros emergentes

José Ramón Valente, ministro de Economía, Fomento y Turismo de Chile.
José Ramón Valente, ministro de Economía, Fomento y Turismo de Chile.Pablo Monge

La crisis que atenaza a Latinoamérica y a otros países emergentes como consecuencia de la amenaza de una guerra comercial entre China y Estados Unidos no parece haber pasado factura sobre Chile. La economía del país crece un 4% este año frente a la media del 1,5% de la región, según las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). La fortaleza de sus instituciones, el bajo nivel de deuda y la confianza del mercado en el Gobierno de Sebastián Piñera, desde marzo en el poder, parecen ser la clave, según su ministro de Economía, Fomento y Turismo, José Ramón Valente, que visitó Madrid la semana pasada.

R. ¿Qué opina de las tensiones comerciales que enfrentan ahora mismo a China y EE UU?
R. Hasta el momento las entendemos como escaramuzas comerciales, no creemos que haya una guerra desatada todavía. Ojalá no se llegue a este punto. China y Estados Unidos son nuestros dos principales socios comerciales. Tenemos la esperanza de que igual que EE UU cerró un acuerdo con México, Canadá o Europea, lo logre con China. No obstante, la situación nos tiene intranquilos y tenemos que estar preparados porque si se produce una guerra comercial, probablemente se reduzca el crecimiento mundial.
R. ¿La amenaza de una guerra comercial ha dejado ya algunos efectos sobre la economía de Chile?
R. De momento, hemos sorteado los efectos. Los países emergentes han estado sufriendo, pero Chile se ha sostenido muy bien, lo que da cuenta de las buenas expectativas que hay de lo que puede hacer este Gobierno y del buen manejo macroeconómico del país, con una deuda inferior al 10% del PIB, un déficit fiscal por debajo del 2% y una institucionalidad muy sólida desde el punto de vista económico, con un banco central autónomo y una tasa de inflación muy controlada.
R. La fortaleza del dólar también ha tenido un gran impacto en los emergentes, ¿se ha librado Chile de esta corriente?
R. Hemos sufrido una depreciación de nuestra moneda, pero dentro de márgenes bastante razonables y acotados.

El dólar se ha fortalecido por las perspectivas de alza de tipos de la Fed de EE UU y los efectos de la guerra comercial. Esto ha hecho que el peso argentino se haya depreciado en el largo plazo un 100%, pasando de 16 a 40 dólares. Las monedas de Brasil o de países más sólidos como Australia también han sufrido. El peso chileno también se ha devaluado respecto al dólar y con la canasta de países con los que comercia. Pero como sus monedas también han caído, la depreciación ha sido muy marginal y casi insignificante.

R. ¿Qué espera del resultado de las elecciones de Brasil?
R. Uno tiene que ser muy respetuoso con la soberanía del pueblo brasileño para elegir a su gobernante. Como país, vamos a apoyar a quien sea elegido en elecciones libres y democráticas.

No obstante, esperamos que a Brasil le vaya bien económicamente pues para Chile es muy importante que sus vecinos tengan buenos resultados. Hay una potencialidad de relaciones económicas mucho más intensas que las que existen hoy en día y que dependen de esto. Es una anomalía que solo el 15% del comercio internacional de Chile sea con Sudamérica y que la mayor parte se realice con Asia, Europa o EE UU.

R. Con el auge de Jair Bolsonaro en Brasil y la victoria de Sebastián Piñera en Chile comienza a haber una presencia de los partidos de derecha en los Gobiernos latinoamericanos, ¿por qué?
R. En primer lugar, no es comparable un Gobierno con el otro. Cuando uno habla de la derecha o la izquierda, está metiendo muchas cosas en el mismo saco. En Chile, el presidente Piñera ha logrado un apoyo bastante más amplio que simplemente el de la derecha, con muchos sectores de centro integrados en el Ejecutivo. En cualquier caso, un signo de una democracia sana es que haya alternancia en el poder y que si un Gobierno no lo hace bien, los ciudadanos tengan la posibilidad de cambiar su signo político. Es lo que ha ocurrido en Brasil, que viene de una crisis económica y de corrupción muy importante. Ambas cosas están influyendo en las decisiones que han tomado los electores para probar otra vía.
R. Su Gobierno llegó al poder hace menos de un año, ¿cómo ha evolucionado la economía de Chile desde entonces?
R. Recibimos un país con una tasa de crecimiento muy baja, con una reducción de las tasas de inversión y con la productividad muy mermada. Parte de la razón por la que los chilenos eligieron al presidente Piñera es porque querían un Gobierno que retomara la senda de crecimiento vivida por Chile durante 30 años.

Desde marzo, hemos logrado dar la vuelta a las expectativas de la economía. Hemos trabajado para que crezca más rápidamente y hemos tenido éxito: ahora está creciendo al 4% y casi triplica el incremento promedio de los últimos cuatro años. Ahora nuestro gran desafío es mantenerlo en el futuro.

En estos meses, hemos insistido en que necesitamos una muy buena colaboración publico-privada. Es necesario que crezcan las inversiones entre un 6% y un 7% de media al año. Sin embargo, entre el 75% y el 80% de estas inversiones las realiza el sector privado por lo que, aunque hiciéramos un despliegue muy intenso desde el sector público, no lograríamos mover la aguja suficiente para lograr nuestras metas. Por ello, tenemos una agenda muy activa en este sentido: hemos puesto en marcha varias medidas en favor de la pequeña y la mediana empresa y el emprendimiento. También enviamos al Parlamento una ley con 16 medidas para reducir los tiempos de aprobación de los proyectos de inversión; y creamos, dentro del Ministerio de Economía, una Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS) para posicionar a Chile como un destino atractivo de inversión y ayudar en la gestión de un catastro de 211 proyectos con una inversión de 65.000 millones de dólares que podrían ver la luz en los próximos cuatros años.

R. ¿Qué papel tienen las empresas españolas en esas inversiones?
R. Durante más de 20 años, España ha sido un inversor muy importante para Chile. Es el tercer mayor país desde el punto de vista del stock de inversiones que hay en Chile, por detrás de EE UU y Canadá, y acumula una inversión de 20.000 millones de dólares (17.600 millones de euros).

Además, lo mejor de la inversión española es que está muy diversificada en distintos sectores. La economía chilena tiene una concentración muy importante en el sector minero y sufre los vaivenes de los precios de las materias primas, especialmente del cobre. Por ello es fundamental que España haya aportado capital al sector financiero, al agrícola, al vitivinícola, a la consultoría o a los servicios médicos.

Además, empresas como Acciona o Red Eléctrica han llegado a Chile interesadas en su potencial en las energías renovables. Chile tiene unas condiciones envidiables por su desierto en el norte o el viento que sopla en la larga costa del Océano Pacífico. La reducción del coste de los paneles solares y las turbinas ha hecho que estas energías se vuelvan rentables, atractivas y competitivas respecto de otras fuentes. Yo creo que el mix energético chileno va a cambiar radicalmente en los próximos 20 años y es posible que para 2030 sea 100% renovable.

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