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Tribuna
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La importancia de la memoria económica

España ha conseguido convertirse en la decimocuarta economía del mundo gracias a la diversificación

La ministra de Economía, Nadia Calviño.
La ministra de Economía, Nadia Calviño. EFE

Ningún país debería perder la memoria económica. España consiguió ser la octava economía del mundo por tamaño de PIB y a pesar del crecimiento de las potencias emergentes aún ocupa la decimocuarta posición en el ranking de tamaño del PIB. Únicamente dos países con amplias dotaciones de recursos energéticos y minerales (Canadá y Australia) están por delante nuestro con una menor población. España ha conseguido este hito al diversificar su modelo económico y recuperar la disciplina presupuestaria y estabilidad financiera imprescindibles para seguir en la unión monetaria de más población del mundo, la eurozona, con sus 339 millones de habitantes.

Los primeros Gobiernos de Felipe González completaron la adhesión a la Comunidad Europea (CE) en 1986 y acometieron los necesarios ajustes, como la reconversión industrial. España ya no consigue los incrementos de sus exportaciones de dos dígitos que registraba trimestre tras otro después de la reducción de costes generada por la reforma laboral. Una devaluación interna es dura. Pero la disminución de costes, salarios y precios inmobiliarios que se produjo a partir de 2012 evitó que España se sumara a Grecia, Portugal e Irlanda como cuarto miembro de la UE sometido a un rescate.

Las principales exportaciones de España continúan siendo vehículos, maquinaria, bienes de equipo, productos químicos y alimentos elaborados. Las pymes diversificaron sus destinos de exportación, y la cantidad de empresas que exportan creció exponencialmente. Pero dichas exportaciones ya no pueden lograr ascensos del 10% sobre el año anterior. Evidentemente es positivo que se haya recuperado la demanda interna, además de la inversión. Pero tanto el Gobierno como los particulares están abandonando la disciplina que propició que desde 2015 nuestro PIB haya crecido por encima del 3% cada año.

El consumo y el gasto público son dos componentes del PIB, así como las exportaciones netas y la inversión. Pero el gasto público tiene que ajustarse al plan fijado si queremos evitar que nuestra deuda pública supere el 100% del PIB. El Consejo de Ministros del 20 de julio aprobó la actualización del escenario macroeconómico 2018-2021, con un crecimiento previsto para 2018 del 2,7% y 2,4% en 2019; y reducción del déficit más allá del 3% logrado a finales de 2018. El propio Gobierno asegura que el déficit se situará en el 0,4% en 2021.

Aunque una austeridad luterana no es necesaria, la Comisión Europea y nuestros socios del norte de Europa no permitirán una vuelta a políticas que colocaron el déficit público en el 8,9% a finales de 2011 y disparó la prima de riesgo hasta los 700 puntos. La ocupación aumentó en 469.900 personas en el segundo trimestre, el mayor incremento trimestral desde 1976. Se proyecta que el desempleo descenderá al 11% en 2021. El paro real es inferior al actual 15% oficial debido a la economía sumergida. La preocupación radica en la expansión excesiva del crédito y gasto privados y la intención del PSOE y Unidos Podemos de revocar la Ley de Estabilidad Presupuestaria. El crédito de las entidades financieras a los hogares está aumentado a tasas que doblan las de nuestros socios europeos. El Banco Central Europeo seguirá elevando los tipos de manera gradual. 

La geopolítica no augura una disminución de los precios energéticos. Mayores partidas para las pensiones más reducidas y para la inversión en I+D+i están justificadas. Pero ni el sector privado puede volver a la época de los créditos Cayenne ni el público a las subvenciones improductivas. Las zonas en las que más sube la venta de vivienda de lujo son las principales ciudades y los destinos vacacionales, que registran récords históricos en número de transacciones de inmuebles residenciales. Pero hay un límite al número de extranjeros ricos que aceptarán ciertos sectores de la población.

Difícilmente batiremos más récords de llegadas de turistas. Nuestra industria, agricultura, pesca, sector servicios y turismo conforma un modelo diversificado y sostenible. Pero tanto los hogares como el sector público deben operar dentro de sus límites. España debe mejorar su productividad, el rendimiento educativo, fomentar los sectores de la nueva economía y ampliar las redes energéticas y de transporte transeuropeas. El despliegue de robots, la inteligencia artificial y el avance tecnológico es imparable. Exige una conversión de nuestras instituciones, empresa y fuerza laboral a la economía digital, no absurdas revisiones históricas que dividen a la sociedad.

Alexandre Muns Rubiol es profesor en OBS Business School

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