El ‘dividendo del brexit’ se cobrará en euros
Las empresas británicas reclaman mejores explicaciones sobre el plan de Theresa May
La realidad económica se está entrometiendo en el debate político sobre el brexit. Dos años después de que Gran Bretaña votara por salir de la Unión Europea, y nueve meses antes de que abandone formalmente el bloque, los términos de su salida no son del todo claros.
El último plan de la primera ministra Theresa May, que deberá debatir con su gabinete, no está tan bien explicado como las empresas desearían. Es aún más difícil ver cómo el sector financiero de Reino Unido se beneficia de un supuesto dividendo brexit.
El pasado 5 de julio, Jaguar Land Rover dijo que la introducción de aranceles u otras fricciones comerciales con la UE obligaría al fabricante de coches más grande de Reino Unido a recortar la inversión en el país. Airbus, Siemens y BMW también han advertido sobre interrumpir el suministro de sus productos. Y los avisos no son hipotéticos.
El lobby del automóvil del Reino Unido estima que la inversión en la industria se redujo a la mitad en los primeros seis meses de 2018. Ferrovial, el grupo español que opera el aeropuerto londinense de Heathrow, está trasladando su holding internacional desde la capital británica a Ámsterdam. La Bolsa de Londres y la CBOE Global Markets de Chicago también están abriendo locales de negociación en la ciudad holandesa.
Sin embargo, las demandas corporativas que piden más claridad son en gran parte inútiles. Incluso si los ministros del gabinete respaldan el intrincado plan de May para una facilidad de acuerdo aduanero, esto solo servirá como punto de partida para las negociaciones con la UE.
Suponiendo que las dos partes lleguen a un acuerdo, los parlamentos británico y europeo deben aprobarlo. Incluso entonces muchos detalles no se cerrarán hasta después de que Reino Unido se retire en marzo de 2019. Mientras tanto, el riesgo de lo que el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, llama “un brexit desordenado y frenético” sigue en pie.
De hecho, May luchó en el último mes contra una rebelión parlamentaria que efectivamente buscaba eliminar esa opción. La inquietud pesa sobre la actividad financiera. John Springford, del Centro para la Reforma Europea, estima que la economía del Reino Unido es un 2,1% más pequeña hoy de lo que hubiera sido sin el impacto adverso causado por el referéndum del brexit.
Una encuesta reciente de 600 analistas de UBS realizada por 600 empresas de la zona euro muestra que el 35% espera reducir la inversión en Gran Bretaña, y el 41% planea sacar una gran cantidad de capital del país.
Si May puede asegurar un trato que minimice las fricciones de las aduanas y mantenga a Reino Unido alineado con las reglas del mercado único de la UE, el comercio debería continuar relativamente sin obstáculos. Cualquier cambio no se implementará hasta que finalice el período de transición en 2020, aunque podría ser mucho antes.
Sin embargo, un acuerdo para el comercio sin fricciones no ayudará a la industria británica de servicios financieros. Con la excepción de un cambio repentino de dirección, los bancos, corredores y aseguradores con sede en Londres perderán el pasaporte que les permite ofrecer sus productos en toda la UE. Un plan de Philip Hammond, canciller de Reino Unido, para una asociación reguladora más amplia recibió poco apoyo de la UE.
Bajo la presión de los reguladores, los bancos están asumiendo que el brexit ocurre en marzo de 2019. Han establecido filiales, asegurado el espacio de oficinas e incluso han comenzado a trasladar personal a Fráncfort y París.
Hasta ahora, la cantidad de puestos de trabajo que se mudan de Londres es limitada. Las unidades continentales están mal equipadas para hacer frente a una gran afluencia de negocios: la filial londinense de un banco de Wall Street tiene un balance 500 veces más grande que su sede en la UE.
Los reguladores británicos también han suavizado la presión al permitir que las filiales de los bancos continentales operen a través de sucursales en Londres. Los analistas de Deutsche Bank estiman que desplazar las exposiciones de la UE fuera de Londres obligaría a los bancos a destinar entre 35.000 a 45.000 millones de euros en capital adicional.
Los préstamos de reserva y otras transacciones en múltiples filiales obligan a los bancos a administrar depósitos de riesgo separados.
Los beneficios que conlleva igualar y cancelar exposiciones derivadas opuestas, un proceso conocido como compensación, se ven disminuidos. Los bancos pueden sortear estos problemas transfiriendo el riesgo de las unidades en Fráncfort o París mediante la compensación de intercambios consecutivos con Londres.
Sin embargo, eso todavía significa mayores requerimientos de capital y liquidez para exposiciones entre compañías. Además, el Banco Central Europeo ha dicho que no permitirá que los grupos con sede en Londres establezcan conchas vacías en la UE. La Autoridad Bancaria Europea ha dicho a los bancos y a las aseguradoras que no asuman que los contratos existentes serán válidos en caso de un brexit caótico.
El mensaje es que, con el tiempo, las empresas tendrán que cambiar. A largo plazo, los reguladores de la UE –fuera de la influencia del Reino Unido– tendrán más razones para inclinar el campo de juego reglamentario lejos de Reino Unido.
Hasta el momento, las autoridades están muy lejos de lograr sacar de la capital británica los denominados derivados del euro o evitar que los gerentes con sede en Londres supervisen los fondos europeos. Pero la intención es clara.
Cualquier trato blando acerca del brexit solo puede mitigar estos costes, no revertirlos. Esa realidad –y el riesgo continuo de un caótico resultado– aseguran que el dividendo brexit de May tenga más probabilidades de ser cobrado en Europa.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Daniel Domínguez, es responsabilidad de CincoDías.