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El acoso contra Merkel desestabiliza la UE en la recta final del 'brexit' y de las elecciones europeas

Alcanza un acuerdo in extremis con su ministro de Interior para frenar la crisis migratoria Bruselas teme que Alemania quede fragilizada en un momento del club muy delicado

La líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), la canciller alemana, Angela Merkel, abandona el Reichstag, la sede del Parlamento federal alemán, en Berlín (Alemania).
La líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), la canciller alemana, Angela Merkel, abandona el Reichstag, la sede del Parlamento federal alemán, en Berlín (Alemania).EFE

La campaña de acoso y derribo contra la canciller alemana, Angela Merkel, ha sacudido este lunes los mercados europeos, con los principales índices bursátiles del continente a la baja y la cotización del euro perdiendo terreno frente al dólar. La CDU de Merkel y la CSU de Horst Seehofer, los dos partidos conservadores de la gran coalición gubernamental (formada junto a los socialistas del SPD), han alcanzado a última hora del lunes para frenar la crisis migratoria.

El pulso entre Merkel y su ministro del Interior, Horst Seehofer, no ha puesto solo en peligro sendas carreras políticas sino también el futuro de la Unión Europea. "No dejaré que me destituya una canciller que es canciller sólo gracias a mí", advirtió este martes Seehofer en declaraciones al diario Suddeutsche Zeitung.

Las turbulencias financieras reflejan una crisis de Gobierno alemán que ya ha desestabilizado políticamente Europa. A lo largo de la jornada, en los vaivenes de la negociación en Berlín, los mercados respondían con aires positivos a las posibilidades de supervivencia de la canciller y con alarma ante su posible caída. El nerviosismo cundía ante un posible cambio de era en la Unión Europea.

Contra todo pronóstico, Merkel ha dejado atrás su responsabilidad en la pésima gestión de las sucesivas crisis europeas (Grecia, deuda, diésel, migración...) y se ha convertido en los últimos meses en el símbolo a derribar de una Unión obsoleta para la Casa Blanca, molesta para euroescépticos y populistas e incómoda para el Kremlin. La canciller parece el último dique de contención de unas corrientes que pretenden acabar con cualquier atisbo de orden multilateral, sea el Tribunal de Derechos Humanos o la OMC, el Protocolo de París o el acuerdo de desnuclearización con Irán.

La inquina contra Alemania del presidente de EE UU, Donald Trump, ha dejado claro que Angela Merkel es la pieza a batir. Y Bruselas teme que la campaña, caiga o no caiga la canciller, deje a Alemania debilitada y sin capacidad de liderar al club en uno de los momentos más delicados de su historia, con peligrosos frentes abiertos dentro y fuera de sus fronteras.

Los tambaleos del Gobierno alemán coinciden con la recta final de la negociación del brexit (la CE quiere cerrar en octubre el acuerdo con Londres) y con los tambores de guerra comercial de Trump.

El Gobierno británico ha intentado, hasta ahora sin éxito, atraer al Gobierno alemán hacia una negociación bilateral del brexit en detrimento de la posición común de la UE. A favor de Londres jugaba el tremendo superávit comercial que disfruta Alemania con el Reino Unido, de 47.000 millones de euros en 2017. Pero Merkel ha resistido los cantos de sirena para disgusto de una parte de su industria.

La misma industria observa con creciente preocupación que las invectivas de Trump contra Merkel empiezan a concretarse en aranceles, destinados a erosionar el superávit comercial de 50.000 millones de euros que Alemania logró con EE UU el año pasado.

En ambos frentes, brexit y Trump, la caída de Merkel podría resquebrajar la posición de Bruselas y abrir una brecha para los proclives a contemporizar con Londres y Washington, aunque sea a costa de cuestionar los valores fundamentales de la UE.

Y como telón de fondo, la cuenta atrás hacia unas elecciones al Parlamento Europeo (mayo de 2019) que, más allá del tradicional choque izquierda-derecha, se perfila como una batalla entre los partidarios de mantener la UE, encabezados por Emmanuel Macron, y los que quieren desmantelarla, con Matteo Salvini como nueva figura estelar.

El número menguante de Gobiernos europeístas intenta salvar a Merkel como puntal de la defensa del club. La Comisión Europea de Jean-Claude Juncker salió al rescate con una minicumbre de emergencia (el 24 de junio) pensada para brindar a la canciller un pacto migratorio con el que calmar a la CSU. Sin éxito.

En el Consejo Europeo de la semana pasada, hasta el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, se prestó a colaborar con la canciller. Y el presidente español, Pedro Sánchez, también se alistó en el bando de Merkel firmando con ella un acuerdo sobre retorno de demandantes de asilo para demostrar que "el Gobierno es solidario (...) y trasladar que no somos ajenos a la situación que atraviesa ahora Alemania". Ni ajenos ni inmunes. Como toda la UE.

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