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El sonido de la «locura».

«El PP se ha mirado al espejo y de los 800.000 afiliados sólo han salido 66.384. Un ridículo 7,6% de su censo declarado. ¿Es que acaso en la mayor crisis del partido en los últimos 30 años los afiliados del PP son tan diletantes o pasotas como para no querer participar en la elección del líder? ¿Acaso prefieren el dedazo? ¿Están de vacaciones el 5 de julio? Nada de eso. […] Los 800.000 afiliados eran un trampantojo para engañar a la vista, una ilusión para asombrar al público asistente, un truco de magia para impresionar… »

Lucía Méndez en su artículo «El trampantojo de los afiliados del PP ya no engaña» en El Mundo del pasado miércoles 27 de junio de 2018.

«Il dolce suono, mi colpi la sua voce» (Recitativo) del Acto III Escena V (“Escena de la locura”) de la ópera «Lucia di Lammermoor» de Gaetano Donizetti.

Natalie Dessay (Lucia Ashton) - Lucia de LammemoorCoro y Orquesta del Metropolitan Opera House de Nueva York

Gaetano Donizetti y Salvatore Cammarano, el primero con la música y el segundo con el libretto, fueron los encargados de llevar al escenario del Teatro de San Carlos de Nápoles en septiembre de 1835 la historia de la desdichada Lucy Ashton, basada en la novela «The bride of Lammermoor» de Walter Scott, publicada 16 años antes. Concretamente en 1819.

Novela de éxito del autor escocés, que siempre pensó que sería difícil llevarla a la escena, se convirtió pronto en el paradigma de la heroína romántica: inocente, con ilusiones, manipulable, débil y atormentada (casi por este orden) que no ve más salida a sus contradicciones (realidad - REALIDAD) que a través de la locura.

En las dos primeras décadas después del estreno de la ópera en 1835, la «Escena de la locura» no había sido particularmente popular, tal vez porque contravenía el gusto italiano contemporáneo por las escenas locas protagonizadas por heroínas dóciles y virginales. Sin embargo, a finales del siglo XIX, esta «Escena de la locura» se consideraba el punto culminante de la ópera, los excesos de la cadencia resonaban con la nueva moda de las heroínas violentas e histéricas en el escenario operístico. Tras un relativo ostracismo en la primera mitad del siglo XX, el genio de María Callas la volvió nuevamente al lugar que se corresponde.

La obra nos narra así el proceso de destrucción de una persona por otras carentes de cualquier escrúpulo y además pertenecientes a su entorno más cercano, pero cuyo final no puede ser otro más que la destrucción de todos[1].

Hace algo más de una semana, el pasado día 25 de junio, asistí a la nueva producción del Teatro Real. Creo haber coincidido, sin saberlo, con alguno que lee este blog. Mis pensamientos no estaban lejos de los que a él mismo le suscitó esta obra.

El acierto de la propuesta de David Alden, que se representa ahora en el Teatro Real de Madrid, descansa precisamente en acentuar la enemistad política y religiosa entre los Ravenswood (al que pertenece el amante de Lucia) y los Ashton (al que pertenece la propia Lucia y su hermano). La obra acaba siendo un enfrentamiento entre católicos (los Ravenswood) y reformistas (los Ashton). Entre antiguos propietarios del castillo de Lammermoor (los Ravenswood) y los actuales (los Ashton), que, a pesar de todo ello están completamente arruinados. El papel de Lucia en la obra será el de un objeto que ha de someterse a los intereses de los demás, con el único fin de recuperar un esplendor que solo se puede adivinar si uno hace caso omiso a las enormes grietas que recorren todas las paredes de la mansión de Lammermoor.

«Ardon gl'incensi» (Aria) del Acto III Escena V (“Escena de la locura”) de la ópera «Lucia di Lammermoor» de Gaetano Donizetti.

Con este cúmulo de enfrentamientos familiares, resaltados hasta el extremo con la aparición de retratos de antepasados, la relación entre Edgardo di Ravenswood y Lucia Ashton (los amantes secretos) no puede quedar inmune.

Si, Lord Enrico Ashton, hermano de Lucia, ha pactado una boda de conveniencia de Lucia con el adinerado Arturo Bucklaw en contra de los deseos de su hermana. Ella quiere respetar su compromiso secreto con Edgardo di Ravenswood. Pero es el desprecio de éste último también una acto de violencia más (puede incluso ser el determinante) de la destrucción del débil equilibrio emocional de Lucia. Pero cuidado, Lucia parece aceptar el matrimonio de conveniencia con Arturo Bucklaw, como una especie de “venganza” al “olvido” de Edgardo. Otro signo de violencia más.

Igualmente engañoso puede ser el papel del capellán y confesor de Lucia, Raimondo Bidebent A pesar de ser un hombre religioso, del que se esperaría una cierta moralidad en sus actos, forma parte igualmente de la trama del engaño cuyo fin no es más que torcer la voluntad de la protagonista y acepte, en contra de sus compromisos, el matrimonio pactado por su hermano. El capellán le mienten contándole que Edgardo la ha olvidado, incluso se ha enamorado de otra mujer. Ella cae en la trampa urdida por su propio hermano y el sacerdote que, en principio debería haber velado por su bienestar. ¿La justificación? Este matrimonio salvaría a los Ashton de la ruina en la que se encuentran.

Como vemos, aunque Lord Enrico Ashton es tradicionalmente considerado el personaje malvado, es su extrema violencia la que desencadena los acontecimientos, nadie queda impune en este inmenso trampantojo. Todos, de alguna manera, colaboraron en el engaño y, por lo tanto, el resultado final es responsabilidad de todos.

«Spargi d'amaro pianto» (Cavatina) del Acto III Escena V (“Escena de la locura”) de la ópera «Lucia di Lammermoor» de Gaetano Donizetti.

Las contradicciones, entre la realidad que Lucia le hacen ver (realidad) y con la que realmente se encuentra (REALIDAD), las que la llevan a la locura. Sus contradicciones (realidad-REALIDAD) son tales que acaba por no soportarlo. Ella asesina en la noche de bodas, al marido impuesto y simula casarse con quien considera su marido real. Esa es su respuesta violenta a la violencia de los demás.

«Pero de pronto una mujer joven avanzó y le tiró una bolsa a un escudero vestido de verde. Se quedó sola y se escuchó entonces el sonido de una flauta emitiendo una especie de murmullo como de fuente o de gorjeos de pájaro. Lucía, con ademán decidido, atacó su cavatina en sol mayor, quejándose de amores, pidiendo al cielo que le diera alas. También Emma habría deseado huir de la vida, esfumarse en un abrazo.»

Capítulo 15 de «Madame Bovary» de Gustave Flaubert

En al novela de Flaubert, el personaje de Monsieur Homais aconseja a su amigo, el doctor Charles Bovary, que para disipar la melancolía de su esposa lo mejor será llevarla al teatro en su próximo viaje a París. En ese viaje aprovechan para asistir a una representación de "Lucia di Lammermoor" de Gaetano Donizetti con la participación del célebre tenor Lagardy. Nada más contraproducente ya que Emma se verá reflejada inmediatamente en el personaje de Lucia. Es como si esa historia y los románticos deseos de alcanzar un amor imposible fueran la historia de su propia vida.

«Danza del Hada de Azúcar» del ballet «Cascanueces» Op. 71 de Piotr Ilich Tchaikovski.

El extraño sonido que oímos tanto al inicio del recitativo «Il dolce suono mi colpi la sua voce» como el aria «Ardon gl'incensi» lo produce un armónica de cristal, un instrumento que Donizetti utilizó, con el objetivo de ayudar a crear esa ensoñación paranoica "fantasmal y opresiva" que necesitaba para la escena. En los últimos años se ha recuperado este instrumento, el original en la partitura de Donizetti, ya que desde hace bastante tiempo esta parte fue sustituida por flautas.

Algunos manuscritos encontrados recientemente indican que la cadenza que actualmente más se interpreta y la adición de la flautas en la famosa «Escena de la Locura» de la ópera «Lucia de Lamermoor» de Donizetti no data de la primera mitad del siglo XIX, como habían supuesto los musicólogos, sino a partir de 1889, cuando se agregó a la ópera para las actuaciones de Nellie Melba en el Palais Garnier de París. La cadencia probablemente la compuso Mathilde Marchesi, maestra de la soprano australiana Nellie Melba, para mostrar la voz suave y la técnica virtuosa de su alumna[2].

La armónica de cristal consiste en una serie de platos o boles de cristal de diferentes tamaños superpuestos y alineados horizontalmente, atravesados por un eje conectado por correa a un pedal que los hace girar mientras se toca, a la manera de una vieja máquina de coser. Se toca mojando los dedos ligeramente y tocando los platos mientras giran, lo que produce un sonido cristalino. Actualmente tiene un registro de cuatro octavas.

Muy pocos saben que este instrumento fue diseñado por Benjamin Franklin en 1762 a partir de la automatización de una práctica musical que consistía en sacar sonido del frotamiento de los bordes de copas de cristal llenas de agua. Se le ocurrió tras presenciar un concierto del inglés Edward Delaval, en el Reino Unido en aquellos años.

Aunque hay obras escritas por Mozart para este instrumento, son la «Escena de la locura» del acto III de «Lucia de Lammermoor» de Donizetti y la «Danza del hada de azúcar» del ballet «Cascanueces» de Tchaikovski las más famosas. ¿Es este el sonido de la “locura” que se nos avecina?

«The Fifth Element» (El quinto elemento) con guion y dirección de Luc Besson

Cada 5.000 años se abre una puerta entre dos dimensiones. En una dimensión existe el Universo y la vida. En la otra dimensión existe un elemento que no está hecho ni de tierra, ni de fuego, ni de aire, ni de agua, sino que es una anti-energía, la anti-vida: es el quinto elemento.

NOTA:

  1. En la novela de Scott, la maltratadora resultaba ser la madre de Lucia, mientras que aquí, en la ópera, es su hermano.
  2. Nellie Melba fue la gran diva operística del primer cuarto de pasado siglo XX. Su busto puede verse actualmente en los billetes de 100 dólares australianos.

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