¿Es que no puede convivir el euro con las urnas?
La moneda única no ha logrado todos los resultados esperados. La crisis italiana reaviva las dudas
La Comisión Europea se dispone este verano a pasar la triste página de la crisis del euro con el remate del rescate de Grecia. Pero la crisis institucional en Italia ha reavivado las dudas sobre la viabilidad y el futuro de una moneda única que, tras 20 años de existencia, no ha deparado todas las grandes ventajas que se prometían.
La convivencia del euro con las urnas resulta cada vez más complicada. Y los volantazos para eludir el choque con los electores ganan en brusquedad y en riesgo de salida definitiva de la vía. La posibilidad de nuevas elecciones en Italia, después de que el presidente de la República abortase la formación de un gobierno al que consideraba euroescéptico, han desatado las especulaciones sobre las intenciones de una parte de la opinión pública italiana de abandonar la zona euro.
Y muchos analistas apuntan que los nuevos comicios, si se realizan a corto plazo, pueden convertirse en un referéndum de facto sobre el mantenimiento o no del euro en la tercera economía del continente.
El italexit parece muy poco probable. Pero su mera mención denota la fragilidad de una moneda que sigue siendo observada como un proyecto de ida y vuelta y que, con creciente frecuencia, debe recurrir a amenazas más o menos veladas para meter en cintura a la opinión pública descontenta.
"Espero que los mercados y la evolución de la economía italiana sean una señal para que los electores no den su apoyo a populistas de izquierda ni de derecha", señaló este martes el comisario europeo de Presupuestos, el alemán Gunther Oettinger.
La llamada al orden al elector recuerda los peores momentos de la crisis, cuando Berlín impidió a Grecia en 2011 realizar un referéndum sobre la troika o cuando la Comisión amenazó en 2015 a Atenas con la expulsión de la zona euro por rechazar el rescate en una consulta popular.
Bruselas espera en esta ocasión confinar la crisis al perímetro de Italia y que el cortafuegos del Banco Central Europeo evite que las sacudidas se extiendan por todo el continente. Pero las señales de alarma de los mercados denotan que los fantasmas de la pasada crisis siguen sueltos y que ya no afectan solo a una economía diminuta como la griega (equivalente a la Comunidad de Madrid) sino a un país fundador y una potencia del G7 como Italia.
"Se esperaba que el euro hiciera a Europa más fuerte e integrada, pero hasta ahora no ha logrado ese objetivo"
Las consecuencias de la nueva crisis han sido inmediatas. Las dificultades en Roma para formar gobierno han asustado al mercado y han vuelto a fragmentar la Unión Monetaria, con los países del norte disfrutando de una caída de los tipos de interés y los del sur, condenados a un contagio reputacional que encarece y complica sus necesidades de financiación.
La escisión convierte en papel mojado la supuesta unidad monetaria y muestra que, a pesar de la imprescindible y balsámica intervención del BCE, los inversores continúan dudando de la sostenibilidad de una moneda compartida por economías tan diversas como la de Sicilia y Hamburgo, Riga o Turín.
"Se esperaba que el euro hiciera a Europa más fuerte e integrada, pero hasta ahora no ha logrado ese objetivo", concluye un reciente informe de economistas españoles encabezados por el exvicepresidente de la CE Joaquín Almunia.
La mayoría de los analistas atribuyen la fragmentación a los fallos originales de la zona euro, una Unión Monetaria a medio construir y con varios socios, encabezados por Alemania, negándose a acometer las obras que faltan. Para colmo, al edificio mal terminado se le ha adosado la unión bancaria, otro proyecto dejado a medias para desesperación de países como Francia o España.
“Es un gran desperdicio haber dado el enorme paso de crear una moneda única y continuar renunciando a los beneficios que se podrían lograr con una verdadera unión bancaria y de capitales", lamentaba el vicepresidente del BCE, Vitor Constancio, en uno de sus últimos discursos antes de dar el relevo pasado mañana a Luis de Guindos.
El empantanamiento que denuncia Constancio ha dejado a 19 países compartiendo una unidad contable y poco más. Cada socio debe hacer frente por su cuenta a las posibles crisis bancarias, con fondos de garantía nacionales, o asumir la factura del seguro de desempleo si el paro se dispara. Lo más que puede esperar son préstamos responsables del fondo de rescate (MEDE) y sometidos a condiciones leoninas, como la de someterse a un control trimestral hasta que salde el 75% de la factura.
Las voces críticas o que reclaman soluciones compartidas se ahogan a base de primas de riesgos y descalificaciones crediticias. "Se trata de decidir si los europeístas son quienes están creando las condiciones para el fin de la UE o quienes, como yo, piden reformas para salvar los objetivos que se propusieron [inicialmente]", escribía este lunes el profesor Paolo Savona, tras ser vetado para el puesto de ministro de Finanzas, por sus opiniones euroescépticas, por el presidente italiano, Sergio Mattarela.
Savona asegura en su post que el objetivo del frustrado gobierno de coalición entre 5 Estrellas y Liga era secundar las medidas para completar la Unión Monetaria (ministro de Finanzas, presupuesto común) y la Unión Bancaria (fondo europeo de garantía) que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quiere aprobar en la cumbre europea de finales de junio si logra la aquiescencia de la canciller alemana, Angela Merkel.
Ya no podrá comprobarse si las intenciones de Savana eran realmente constructivas. Bruselas ha cerrado filas con Mattarella tras la defenestración del octogenario profesor. Y ve con alivio la llegada de un tecnócrata como Carlo Cottarellli, que tras 25 años en el Fondo Monetario Interanacional ha sido elegido por Mattarella como candidato a primer ministro.
Cottarelli se enfrenta un Parlamento dominado por 5 Estrellas (222 diputados) y Liga (124), los dos partidos a los que se les ha impedido formar Gobierno. El antiguo hombre de negro reconoce que solo aspira a estabilizar la situación hasta una nueva convocatoria de elecciones.
Si la jugada sale bien, Cottarelli podría participar en la cumbre europea de junio y respaldar las propuestas de reforma que se esperan. Meses después, se podría disolver la XVIII legislatura, que se augura como la más corta desde 1946. Y en ese caso, Bruselas pide, y espera, que los electores italianos no se equivoquen de nuevo cuando sean convocados a las urnas. Su voto puede poner en juego el euro.