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Palma de Mallorca, a la carta

Además de sol y playa, la capital ofrece una suculenta propuesta gastronómica Tradición y vanguardia conviven en armonía en la mesa

La catedral gótica de Santa María domina la bahía de Palma.
La catedral gótica de Santa María domina la bahía de Palma.Getty Images

La bella capital de Mallorca, Palma, atrae cada año a millones de turistas que buscan en ella y en todo el territorio de la mayor de las islas baleares el elixir del verano: sol y playa. Pero más allá de los meses del estío, y antes de que el calor apriete y nos invite a no salir de las preciosas calas que baña el Mediterráneo, Palma tiene muchas ventajas que ofrecer al viajero fuera de la temporada alta.

La más obvia y nada desdeñable es que no encontrará grandes aglomeraciones ni sentirá que una desconocida multitud le acompaña en cada paso. La primavera, por ejemplo, es una muy buena época para visitar la ciudad, cuando los primeros rayos de sol calientan sin quemar, las olas arrullan las playas y chocan contra los acantilados en una tensa calma; podrá visitar los lugares de toda la vida sin toparse con cientos de turistas, reservar sin apenas problemas en los restaurantes que celebrities o realeza ponen de moda una temporada sí y otra también, o simplemente hacer nuevos descubrimientos gastronómicos que no esperaría encontrar en la capital del glamur.

La moda por la cocina y las vanguardias culinarias también ha llegado a Palma y conviven en armonía con los platos tradicionales mallorquines. Calidad, diseño e incluso buen precio, aunque no se haga ilusiones porque Palma, en temporada o fuera de ella, es una ciudad cara.

El horno Ca’n Joan de S’aigó.
El horno Ca’n Joan de S’aigó.Inma Moscardó (Cinco Días)

Desayunos y meriendas. Uno de esos sitios emblemáticos que dan carácter a un lugar y sobreviven a modas y vaivenes es el Horno Ca’n Joan de S’aigó (calle Sanç, 10). Calidad y tradición marcan la elaboración de los productos artesanales de este céntrico establecimiento que se inauguró en 1977 y conserva todos los detalles del local originario que se abrió en 1700. Un ambiente decadente y familiar, lleno de sabores y aromas.

El olor a vainilla, a chocolate, a almendra, a bollo recién y delicadamente horneado inunda este local de toda la vida –hay otro en una de las zonas más chic de Palma, en la calle Baró de Santa Maria del Sepulcre, 5–. En ambos triunfan sus exquisitas ensaimadas (harina, huevo, azúcar y manteca), hechas al momento y que pueden rellenarse de cabello de ángel, nata, chocolate o crema pastelera –notará la diferencia con otros sucedáneos mallorquines– (desde 15 euros o 1,30 la ración), y su exitoso helado de almendra que sigue la misma receta que hace 300 años y se elabora a diario.

El horno presume de ser la chocolatería más antigua de Europa así que no se resista a este mágico brebaje ni a los cuartos (bizcochos típicos) ni a las cocas de patata, otro clásico.

Fachada de la vermutería La Rosa.
Fachada de la vermutería La Rosa.Inma Moscardó (Cinco Días)

La hora del vermú. Una tradición muy española que casi se había perdido en Palma y que ha resucitado con fuerza en los últimos años con la apertura de vermuterías como La Rosa (carrer de la Rosa, 5), en pleno corazón de Palma y en uno de sus barrios de moda. Un espacio diáfano de dos plantas, decorado como una antigua taberna con un ligero toque industrial y moderno, que invita a entrar aunque esté lleno y donde no se admiten reservas.

Abierto desde la mañana a la noche, el vermú –hasta 40 referencias nacionales e internacionales: Izaguirre, Cinzano 1757, Muntaner, Martini, Petroni Rojo y hasta uno de la casa– y “dar de comer”, en palabras de uno de sus fundadores, Oswaldo Llandres, son su leitmotiv.

Dar de comer “al modo tradicional, con tapas de calidad, buen producto y toques de vanguardia” y a partir de unos 20-30 euros de media por persona. Frecuentado por un público ecléctico que devora con igual deleite su exquisita pata de pulpo a la brasa con gel de perejil y ajo confitado, su excelente tortilla de patata o sus innovadoras croquetas verdes (espinacas) o de queso azul y piñones, deliciosas las de bacalao. A destacar su excelente servicio.

Nuevos locales se hacen hueco en una ciudad que resucita hábitos como la hora del vermú o el tapeo de calidad

Comer como un señor. En el patio de una casa palaciega del siglo XVII donde destacan sus paredes de piedra y el suelo original, también de piedra, su gran escalera que conduce a la segunda planta –en la que se celebran exposiciones– y su decoración minimalista está el restaurante Aromata (calle Concepción, 12), muy cerca de la zona más comercial de Palma y en cuya cocina se elaboran recetas mallorquinas y mediterráneas con un toque francés y de vanguardia.

El restaurante, comandado por el chef Andreu Genestra, una estrella Michelin, tiene viñedos propios y ofrece un menú de día (desde 15,50 euros, que cambia cada semana) y otro de noche (desde 18 euros, que cambia cada mes y medio). Si tiene suerte, pruebe los encurtidos de boquerones o la crema de setas ahumadas, huevo a baja temperatura y emulsión de regaliz; o la sepia confitada, con gamba roja, clorofila y cava. Servicio muy joven, atento y profesional.

Restaurante de Adrián Quetglás.
Restaurante de Adrián Quetglás.Inma Moscardó (Cinco Días)

Cenar como un pachá. Otro estrella Michelin, el restaurante Adrián Quetglas (paseo de Mallorca, 20) combina en sus fogones la cocina mediterránea con toques de fusión y técnicas vanguardistas donde “la calidad de los platos no está reñida con precios asequibles”, explica el propio chef, nacido en Argentina pero de profundas raíces mallorquinas. El menú de mediodía es “un menú urbano de cinco pasos” (33 euros y maridaje –opcional– de cinco copas de vino, 25 euros), que cambia cada dos meses. Ahora puede probar el arenque marinado con manzana encurtida, rábano picante y remolacha, regado por un cava brut nature, o una ternera con muselina de espárragos verdes con setas y aceite de maracuyá, regada con un tinto 5 Fincas del Empordà.

Por la noche, el menú es una degustación más amplia, en siete pasos, a un precio muy competitivo (50 euros el menú y 25 euros el maridaje de vinos, formado también por cinco copas).

El must de la temporada es el Borsch, una sopa rusa de remolacha con carne y verduras y el toque Quetglas. Como no podía de ser de otro modo, el plato se marida con un vodka prémium. Una decoración moderna, elegante y acogedora ayuda a que “nuestros clientes se sientan relajados y como en su casa”; no en vano, una enorme librería al final del salón contribuye a imaginar que estás en tu propio comedor.

Bar de tapas D’gustar.
Bar de tapas D’gustar.Inma Moscardó (Cinco Días)

Algo que nos gusta especialmente es el espacio entre las mesas para que la degustación sea íntima y no pueda cotillear el menú del vecino. Excelente servicio. Muy cerca, en el mismo paseo, cuentan con otro local de tapas de alta calidad, D’gustar, para comidas más ligeras.

Un toque informal. El antiguo barrio de pescadores de Santa Catalina vive desde hace algún tiempo un auténtico renacer de la mano de locales y restaurantes de moda. Uno de ellos es la bulliciosa y ambientada taberna Patrón Lunares (carrer de la Fàbrica, 30), donde los turistas extranjeros dan rienda suelta a sus ganas de fiesta y elevan los decibelios del local más allá de lo soportable. Su plato estrella: la hamburguesa Patrón (14 euros). Imperdible.

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