La mejora de los salarios tiene que mirar más allá del IPC
Mide el encarecimiento de la cesta de la compra, pero no el avance de la riqueza, en cuyo reparto justo deben estar interesados todos los agentes
La moderación salarial ha sido una llave fundamental con que las empresas han contado durante la crisis para no perder competitividad. El esfuerzo del capital humano ha sido notable y ahora, cuando los resultados empresariales vuelven a brillar y la inflación ya ha salido de los mínimos registrados por el frenazo económico, se calienta el debate sobre la recuperación de los salarios con el foco en que no pierdan poder adquisitivo. Un debate, además, doblemente alentado por las nuevas movilizaciones de los pensionistas y sus demandas en el mismo sentido.
El escenario español de la negociación colectiva muestra que de los más de siete millones de trabajadores con sus condiciones laborales cerradas para 2017 (de diez millones sujetos a convenios) solo 1,5 millones tenían la garantía del poder adquisitivo ante el repunte de la inflación, poco más del 20%. Es decir, cuatro de cada cinco asalariados con convenio no tenían garantizado el poder adquisitivo a pesar del esperable repunte inflacionista. Claro está que no todos pierden poder adquisitivo. Muchos de los que carecen de cláusulas de garantía han obtenido subidas salariales superiores al IPC en 2016 y 2017 bien por la negociación en sus empresas o por estar integrados en sectores que referencian las subidas al índice de precios pasado o presente. De hecho, tras el repunte de los precios en los dos últimos años, las citadas garantías crecen de nuevo. En lo que va de 2018, casi la cuarta parte de los cerca de cinco millones de trabajadores que ya han pactado sus condiciones laborales tiene garantizado su poder adquisitivo con esas cláusulas, diez puntos más que en 2016.
Esta referenciación a la inflación en la práctica de la negociación salarial se produce a pesar de que en los últimos años, y acertadamente, los negociadores han admitido la necesidad de vincular los salarios a otros indicadores, como el crecimiento del PIB. Una de las razones de peso es que hacerlo solo al IPC lleva al efecto indeseado de iniciar una espiral inflacionista en sí misma. Pero hay otras razones para desplazar el IPC como mecanismo de revalorización. Una de las destacables es que mide el encarecimiento de la cesta de la compra, pero no el avance de la riqueza, en cuyo reparto justo deben estar interesados todos los agentes. Entre esos factores está también que la determinación real del avance del coste de la vida escapa del IPC, ya que España, como ocurre en otros países, excluye el gasto en vivienda, el que más ha subido en lo que va de siglo. Avanzado el siglo XXI, todo indica que la determinación de las subidas salariales debe mirar más allá del simple IPC. Y en esa nueva era debe estar muy presente, como ya hacen algunas empresas, el acercamiento de la evolución de los sueldos a los resultados. Además de por salvar el poder adquisitivo, por lo que significa de compromiso con el proyecto.