La nueva fuerza de los bonos verdes
Los instrumentos financieros que contemplen el bienestar social cambiarán las inversiones del futuro
A finales de este siglo la población en las ciudades alcanzará los 7.000 millones de personas. Una cifra abrumadora que debe conducirnos a una reflexión sobre el impacto que nuestro modelo de sociedad, con sus fórmulas de planificación urbana e infraestructuras, tiene sobre nuestro entorno y sobre las personas que formamos parte de él.
Este hecho nos lleva a la necesidad de avanzar hacia proyectos que contemplen el bienestar social, además de medidas para minimizar al máximo los riegos ambientales y el impacto en los servicios ecosistémicos. Para ello, es esencial habilitar instrumentos, a través de las entidades y sistemas financieros, que viabilicen económicamente la implementación de proyectos que promuevan la integración de los aspectos ambientales y sociales en pro del bienestar e igualdad social, de la resiliencia y la sostenibilidad.
Iberdrola, Repsol, Adif o el ICO son pioneros en España en la emisión de este tipo de activos
Es relevante señalar que este es el origen del término Inversión Socialmente Responsable (ISR), que responde a aquellas inversiones que incorporan criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en la toma de decisión. Dicha visión nos ayuda y obliga a calcular los efectos que nuestras decisiones, tanto a nivel personal como corporativo, tienen para el futuro de nuestro planeta, haciéndonos las siguientes preguntas que nos ayudan a construir una respuesta para la acción: ¿es bueno para mí? ¿y para mi familia? ¿cómo afectará a mi comunidad? ¿qué puede mejorar en mi país? ¿qué aportará al mundo?, entre otras.
Esta tendencia está llamada a convertirse en la fuerza que cambiará las reglas del juego en las inversiones del futuro, cuyos beneficios a largo plazo desencadenarán parte de la transformación de los mercados. Muestra de ello es que organismos multilaterales como el Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo, así como la Unión Europea, han ayudado a impulsar estos marcos para ampliar la base de inversores y crear conciencia de las necesidades y oportunidades positivas para el medio ambiente o la sociedad.
Un ejemplo de esta disposición al alza de la ISR y la inversión de impacto es la entrada en escena de nuevas herramientas como son los bonos verdes o los bonos sociales, instrumentos financieros de renta fija cuyos fondos generados se destinan a proyectos que impactan positivamente en el medio natural o en el desarrollo local, obteniendo al mismo tiempo una rentabilidad financiera. En nuestro país, encontramos ejemplos como los de Iberdrola, Repsol, Acciona, Adif, o el ICO, pioneros en la emisión de este tipo de instrumentos.
Pero, ¿qué significa verde? ¿Qué indicadores o aspectos a tener en cuenta garantizan que los proyectos cumplen esta característica? Lo cierto es que, las emisiones de CO2 representan el parámetro más tangible y fácil de comprender, lo que las ha convertido en principalmente el indicador referente a considerar para determinar si un proyecto es “verde”. Y es que, hoy en día, nadie duda de que las emisiones de CO2 sean un factor muy importante. Pero esto no las convierte en el único indicador o aspecto ambiental y social a tener en cuenta dentro del concepto “verde”. Debemos ir más allá y buscar la fórmula de evaluar el conjunto de todo lo que engloba la sostenibilidad social y ecológica, tanto de los proyectos como de los promotores de los mismos.
Dentro de la comunidad de inversores, los grandes fondos o gestores de activos consideran cada vez más relevante que la toma de decisiones esté alineada con los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Esto significa ir más allá, valorar diversas iniciativas. Además de mitigar la emisión de CO2, los 17 objetivos de la ONU engloban los aspectos que deberían protagonizar este tipo de financiación: sociales, ambientales, económicos e institucionales. Así, van desde la reducción de las desigualdades, la erradicación de la pobreza, industria, innovación e infraestructura, entre otros. Es decir, ¿por qué no tangibilizar estos objetivos en estándares para la construcción de un puente o una carretera impactando en la conectividad de áreas vulnerables mejorando la cohesión social y calidad de vida?
Esta es la filosofía que nos mueve en Arup y la base sobre la que trabajamos impulsando marcos de inversión responsables acordes con los compromisos globales, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Y lo hacemos poniendo el foco en la creación y desarrollo de metodologías de evaluación de impacto que permitan a los inversores justificar la toma de decisiones, identificando la puesta en marcha de proyectos financieros verdes, sostenibles y con un mayor impacto social.
María Montero es consultora senior de Arup España.