Por qué el ‘coaching’ no es psicología (y viceversa)
Los coaches han proliferado como apoyo a los altos ejecutivos Aunque su base esté en la psicología, no pueden tratar cuestiones de salud
En los últimos años, las empresas han convertido el coaching en una herramienta común en la gestión de personas. Sobre todo, encauzada a ejecutivos y ejecutivas que quieren reforzar su liderazgo o su confianza. Una práctica que no es nueva, pero que se ha extendido como la pólvora, y en la que el coach trata de conducir a su cliente a encontrar las respuestas que le lleven a conseguir sus objetivos: “La premisa es que el cliente tiene todas las respuestas, y la misión del coach es generar el contexto para que las encuentre e identifique sus objetivos”, resume Miriam Ortiz de Zárate, socia directora del Centro de Estudios del Coaching (CEC).
Ortiz de Zárate es, además de coach, psicóloga. Sin embargo, y pese a que “el coaching deriva de la psicología”, como reconoce, no es necesario ser titulado en esta disciplina para ejercerla. Esto, junto a la falta de una certificación reglada, y el hecho de que el formato de las sesiones sea muy similar a la de la terapia psicológica, lleva a que muchos psicólogos conciban el coaching como un intrusismo. “En realidad, no son mundos excluyentes”, afirma Fernando Chacón, decano-presidente del Colegio de Psicólogos de Madrid. Aunque marca distancias: “El coaching, al 90%, utiliza técnicas psicológicas y, por tanto, los psicólogos son los que la mejor las manejan. Pero como es un ámbito que no está en absoluto regulado, las certificaciones son de entidades privadas... Hay mucho coach que no está preparado”.
Un grado en psicología en una universidad pública lleva cuatro años. La formación de coach no está reglada, pero la entidad de referencia en la certificación del coaching en España es la International Coach Federation (ICF). Esta marca tres tipos de certificación: Coach Asociado Certificado, que requiere de 60 horas de formación y 100 de experiencia con clientes; Coach Profesional Certificado, que eleva los requisitos a 125 horas de formación y 500 horas de experiencia; y Coach Master Certificado, con 200 horas formativas y 2.500 horas de experiencia. Para conseguir la capacitación intermedia hace falta cursar un programa de formación acreditado. El caso de CEC, este dura siete meses y cuesta 4.100 euros. Además, hay que pagar una cuota anual a ICF, de 290 euros.
Esta entidad cuenta con más de 800 asociados, el 90% coaches certificados. La presidenta de es Cris Moltó, quien constata el éxito de esta práctica en el mundo empresarial. “En el coaching se trabaja mucho con objetivos, algo que también hacen las empresas”. Y define lo que es: “Un proceso de acompañamiento reflexivo y creativo con el cliente que le inspira a potenciar su capacidad personal y profesional. El coach no es un consultor, ni un mentor, ni un asesor, un consejero ni un psicólogo".
El coaching habla de clientes o coachees, no de pacientes
El coaching habla de clientes o coachees, no de pacientes. Mientras que el psicólogo guía, el coach se limita a preguntar. Para María Ortiz de Zárate, la diferencia básica radica en que, mientras la psicología se centra en la resolución de un problema en base a una patología, el coaching “pone el objetivo en el aprendizaje, y el desarrollo de la persona, un mundo al que la psicología no se había acercado”. Fernando Chacón no comparte esta diferenciación: “Se identifica erróneamente psicología y trastorno, cuando también ayuda al desarrollo personal”. Y añade: “Lo que no puede hacer un coach es abordar problemas sanitarios, por ejemplo, ansiedad o estrés, porque no están autorizados”.
Esa identificación de la psicología con un trastorno emocional es una de las razones por las que el coaching le ha ganado terreno, sobre todo en el mundo corporativo. Así lo cree Javier Cantera, presidente del Grupo BLC, consultora en gestión de personas, y colaborador del Consejo General de de la Psicología de España. “Los psicólogos del trabajo reinvidicamos desde hace tiempo la psicología de la normalidad: no somos clínicos, no tratamos patologías, lo nuestro es la gestión del día a día y somos los que sabemos de personas”. Por ello, continúa, los ejecutivos han llegado a la conclusión de que problemas como la incapacidad para conciliar, o no saber expresarse en público, no son problemas que hagan necesario a un psicólogo. “Pero de eso es de lo que sabemos los psicólogos del trabajo. Las problemáticas del coaching son solucionables dentro de esa psicología de la normalidad”.
Cantera rechaza hablar de intrusismo, pero sí recomienda que, de acudir a un coach, este sea psicólogo, porque “el 100% del fondo del coaching procede de allí”, aunque este incorpora habilidades más personales que “no siempre” tienen los psicólogos, como el saber escuchar, hacer las preguntas adecuadas o crear un espacio de confianza. Miriam Ortiz de Zárate defiende que el coach “nuestra formación es más experiencial”. Por su parte Fernando Chacón dice que “nunca le diría que no a un psicólogo que me preguntara si sería bueno que se formara en coaching”, aunque, dice, “la base ya la sabrá”.
¿Intrusismo en el coaching?
Éxito. La presidenta de ICF España, Cris Moltó, afirma que una de las consecuencias que está teniendo el éxito del coaching es la presencia, cada vez mayor, de personas que dicen ejercer esta práctica sin nintún tipo de formación. “Vende mucho decir “soy coach”. Pero eso crea desconocimiento y confusión. Un coach no es un consultor, y tampoco llevamos a cabo actividades más relacionadas con la autoayuda”, afirma Moltó.