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Tribuna
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Uber, Home Away o Deliveroo, ¿altruistas?

“Economía colaborativa” suena maravilloso, pero son empresas, y como tales deben cumplir la ley

Falso repartidor Barcelona
Repartidor de Deliveroo, en York (Reino Unido).GETTY IMAGES

El nombre es precioso: economía colaborativa. Nuevamente estamos ante una gran obra del marketing. Las empresas así autodenominadas buscaban identificarse con la cuarta acepción que la RAE contempla en su diccionario para el verbo colaborar: “Ayudar con otros al logro de algún fin”. Sin embargo, a algunos se nos hace muy difícil comulgar con ruedas de molino, para nosotros la palabra colaborativa había que utilizarla bajo la primera acepción: “Trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra”.

Contrapongan y comparen: ayuda vs. trabajo. Si es que no hay comparación. Ayuda suena a algo entrañable, algunos verán detrás ideas como solidaridad. Una plataforma colaborativa, como ayuda, nos lleva a pensar en samaritanos, buenos samaritanos. Algunos asociarán ayuda con ideas altruistas. Sin embargo, trabajo no despierta en nuestra cabeza tan bellas sensaciones. El trabajo es esfuerzo, maravilloso esfuerzo para mí y para muchos. Trabajo es remuneración, esa santa remuneración que nos permite vivir de ella. Altruismo y remuneración, si es que no hay color.

Pues bien, comencemos a dejar de ver a Uber, Deliveroo o HomeAway como altruistas y veámoslos como lo que son: empresas o intermediarios vestidos con piel tecnológica. A Uber el TJUE ya le ha dicho que no se trata de un servicio de intermediación, todo lo contrario, pues la sentencia dice que es una empresa y que su servicio está “indisociablemente vinculado a un servicio de transporte”. La inspección de trabajo en Valencia ya ha indicado que los repartidores ( odio la pedantería de riders) son falsos autónomos y, por tanto, tienen los mismos derechos que un trabajador por cuenta ajena. Deliveroo debe respetar el salario mínimo interprofesional, pagar la Seguridad Social y las cuotas empresariales, dar derecho a vacaciones: todas las prestaciones que nuestra ley contempla para los trabajadores por cuenta ajena. En Valencia hubo hace un par de semanas otro revolcón, esta vez para HomeAway. En este caso, el Juzgado número 2 de lo Contencioso en Valencia ha sentenciado que la empresa realiza una actividad de desintermediación y que, por tanto, debe cumplir con la ley.

Uber ya tiene que tener licencia para operar como empresa de servicios de viajeros, Deliveroo no tiene riders sino trabajadores, HomeAway es un intermediario y no una empresa que ofrece información. Espero que ya de una vez por todas se acaben las mentiras, que caigan los mitos y los engaños. Detrás de buena parte de la denominada economía colaborativa están empresas mercantiles, que desarrollan una actividad empresarial con vistas a generar beneficios. Como empresas que son deben generar puestos de trabajo respetando las leyes laborales, aumentar la competitividad respetando las normas, suponer un aumento de la riqueza pagando sus impuestos en los países que generan su negocio. Serán empresas tecnológicas –o lo que quieran– pero lo que no pueden es estar al margen de ley, eso nunca, no es posible y, además, Europa no se lo va a permitir.

La bendita revolución tecnológica que estamos viviendo supondrá, como siempre ha sido y seguirá siendo, un aumento de la productividad y de la calidad de vida. Las revoluciones industriales han deparado para el ser humano un rápido avance en mejoras de calidad de vida.

Uber es una bendición pues supone más competitividad en un sector básico como es el transporte de personas y servicios vinculados al mismo. Uber ha puesto de manifiesto el atraso prehistórico en el que estaba inmerso el sector del taxi, debido a la falta de competencia, con conductores que refunfuñan en voz alta por lo corto de la carrera. Taxis donde una persona con una estatura superior al metro ochenta no puede entrar. Taxistas que en sus huelgas utilizan la violencia, que montan piquetes coercitivos. Podría continuar pero me parecen suficientes ejemplos.

Los señores del taxi no han estado acostumbrados a un libre mercado, y han corrido cortinas de humo ante problemas graves de su sector, mediante un falso asamblearismo. Uber es una bendición de aire fresco a un segmento económico blindado por el monopolio de la licencia. Eso sí, no se puede consentir a Uber que no cumpla con la legalidad. Ahora bien, de la legalidad se encargan los tribunales, tal y como estamos viendo; a los que les afectan la competencia de estas empresas ya saben lo que tienen que hacer: competir, y eso pasa por mejorar su servicio y sus prestaciones. Mal harán aquellos que no vean que Uber, como el resto de empresas tecnológicas, marcan el camino a seguir.

Miguel A. Bernal Alonso es responsable del Departamento de Investigación de IEB

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