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La UE, del revés
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La UE se cobra el cheque británico del ‘brexit’

Bruselas fuerza a May a asumir una factura de 50.000 millones a cambio de seguir negociando Londres ha fracasado en su intento de dividir al club y de ganarse la complicidad de Berlín

Manifestantes 'antibrexit', ante el Parlamento británico.
Manifestantes 'antibrexit', ante el Parlamento británico.REUTERS

Dolorosa y cara paradoja para Londres. Tras 40 años protestando por la cuota del club europeo, Reino Unido saldrá de la UE con una deuda de miles de millones de euros que deberá abonar durante décadas para poder acceder, en peores condiciones que ahora, al mercado continental.

La cifra definitiva, si se cumple el calendario previsto, se conocerá la semana que viene. Pero ronda los 100.000 millones de euros brutos y entre 40.000 y 60.000 millones de saldo neto favorable a la UE. Una cifra que, para más inri británico, resarce a la Unión con creces del cheque anual que Londres arrancó en 1984 con unas artes negociadoras que dejaron profundas cicatrices en el resto de socios europeos.

Entre 1985 y 2014, Londres se ahorró 109.000 millones de euros en su contribución al presupuesto comunitario, con rebajas anuales en torno al 30% pero que, en algunos ejercicios llegaron a superar el 60% (como en 1991 y 2001).

Pero el brexit ha vuelto las tornas. Y, en contra de lo augurado por los partidarios de la salida, Londres se encuentra ahora en inferioridad de condiciones en la negociación con Bruselas. Y la UE va a aprovechar para hacer caja con un jugoso cheque de vuelta.

Bruselas insiste en que no se trata de un castigo por el brexit. Y que tan solo se persigue garantizar que Londres salda sus cuentas para que no tengan que asumirlas los socios que se quedan en forma de mayores contribuciones o de menos fondos.

Pero la UE ha supeditado toda la negociación a un ajuste previo de la contabilidad. Una táctica que ha acorralado a la debilitada primera ministra británica, Theresa May, que se verá obligada a pasar por caja antes de sentarse a diseñar la futura e imprescindible relación comercial del Reino Unido con la UE.

May ha retrasado todo lo posible la aceptación de las deudas pendientes por razones internas y externas.

La primera ministra necesitaba afianzarse en Downing Street, donde llegó de rebote tras el referéndum del brexit e inmediata dimisión del primer ministro convocante, David Cameron.

May adelantó las elecciones (a junio de 2017) con la esperanza de reforzar su liderazgo e imponerse tanto a los partidarios de un brexit duro como a los que aspiraban a frenar la salida de la UE. Pero los conservadores de May sufrieron un batacazo electoral y perdieron la mayoría absoluta, lo que dejó a la primera ministra en una situación aún más inestable.

May tampoco ha obtenido los resultados esperados en su estrategia exterior. La primera ministra británica notificó la salida de la UE en marzo de 2017, lo que puso en marcha la cuenta atrás de un plazo de dos años para consumar el brexit. Pero Londres puso las negociaciones al ralentí a la espera de las elecciones en Francia (abril-junio) y, sobre todo, en Alemania (septiembre).

La diplomacia británica confiaba en que la previsible reelección de Angela Merkel llevaría a la canciller a alemana a apostar por un brexit blando para no dañar a la industria de su país. Pero Merkel también salió debilitada de su cita con las urnas y todavía no ha sido capaz de formar gobierno. Tras el fracaso de sus contactos con Liberales y Verdes, tantea una nueva coalición con los socialistas, que podrían pedir mano dura con Londres y un impulso a la integración europea para pasar la página del brexit.

La prestigiosa diplomacia británcia tampoco ha logrado abrir fisuras en el bloque comunitario, que contra todo pronóstico se ha mantenido hasta ahora firme en su posición sobre el brexit.

Londres esperaba que la amenaza de dejar un boquete presupuestario de unos 10.000 millones de euros provocaría un enfrentamiento entre los países contribuyentes netos (como Alemania, Francia y Holanda) y los grandes receptores (Polonia, Hungría o Grecia). Pero esa brecha no se ha producido. Y si llega, será al hilo de la negociación del próximo marco presupuestario (2021-2027), que no arrancará hasta el año que viene. Demasiado tarde para Londres, que para entonces ya habrá suscrito el temido cheque a favor de Bruselas.

El estrepitoso fracaso de May confirma el declive de la influencia de Londres en el seno de la UE, una caída que se inició con el lanzamiento del euro y que se aceleró durante la crisis financiera.

“La relación entre Reino Unido y la UE se rompió en diciembre de 2011”, ha diagnosticado el antiguo representante permanente británico en Bruselas, Ivan Rogers, durante una reciente conferencia. Rogers recuerda que, en aquel momento agudo de la crisis, Cameron intentó aprovechar la debilidad del club para arrancar garantías sobre el papel de Reino Unido y, en particular de su sector financiero, en un club dominado por los socios del euro. El chantaje británico consistía en vetar el Tratado de Estabilidad presupuestaria impulsado por Berlín si no se le concedía el trato de favor reclamado. Pero Merkel y el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, pactaron a espaldas de Cameron seguir adelante con el Tratado con o sin Londres. Y lo aprobaron al margen de la UE para esquivar el veto de Cameron.

La humillante derrota marcó profundamente al primer ministro británico. Y la puntilla llegó cuando Cameron intentó impedir el nombramiento de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión y comprobó que, por primera vez en la historia, el resto de socios seguían adelante con la designación de un cargo tan trascendental a pesar de las objeciones planteadas por un Gobierno antiguamente tan influyente como el británico.

Muy atrás quedaban los tiempos de Margaret Thatcher, que al grito de I want my money back (quiero mi dinero) arrancó en la cumbre de Fontaineblau (junio de 1984) un cheque anual que incluso se incorporó a la decisión sobre recursos propios de la UE, por lo que quedó blindado por la unanimidad necesaria para modificar esa norma.

Año tras año, Londres ha visto rebajada su factura a pesar de que las condiciones que justificaron inicialmente el cheque (menor riqueza relativa del Reino Unido, base imponible del IVA más amplia y sector agrícola menor) se disiparon y lo convirtieron en un mero fruto de la extorsión diplomática.

Bruselas se va a cobrar ahora con una factura de salida computada al mínimo detalle. Londres había aceptado una cuenta de 20.000 millones de euros, equivalente a su aportación en 2019 y 2020 (año en que expira el marco presupuestario actual de la UE). Pero esa cantidad fue juzgada insuficiente por los negociadores comunitarios, que exigen a Londres que salde también las cuentas pendientes en los proyectos iniciados durante su pertenencia al club y las partidas del funcionariado (como las pensiones) que seguirán absorbiendo recursos durante años. El cheque de Londres a la UE durará tanto o más que el aprobado en 1984 en sentido inverso. Paradojas del brexit.

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