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La educación vial no es solo un juego de niños

Los fallecimientos entre los jóvenes se han reducido un 73% en los últimos diez años Las clases varían según las autonomías y las escuelas

Gettyimages

Cada mañana, Diego repite a su madre la misma canción: “¡Mami, deja el móvil ya!”. Alicia contesta: “Tienes razón, cariño”, pero continúa respondiendo el WhatsApp del trabajo que la alerta de un adelanto en la hora de la reunión.

En la acera de enfrente, Hugo agarra el brazo de su padre: “¡Papá, por aquí no, por el paso de cebra!”. La respuesta de Adrián se limita a un: “¡Anda, date prisa, que llegamos tarde!”.

Cambiar la escena siguiente está en manos de los adultos. “Los niños son espejos y actúan como actuamos nosotros”, afirma Jorge Ortega, responsable de investigación del área de prevención y seguridad vial de Fundación Mapfre, por ello “hay que trabajar en la concienciación”.

El último informe "Jóvenes y seguridad vial" de dicha Fundación muestra datos esperanzadores. Entre 2006 y 2016 los fallecimientos de 0 a 24 años se han reducido un 73,6%, pasando de las 856 muertes al principio del periodo a las 226 muertes del pasado año.

De hecho, España ha sido del país de la Unión Europea en el que más ha bajado la tasa de accidentalidad en los últimos años, situándose entre los cinco países europeo con menor tasa de siniestralidad. Esta “notable mejora se debe a la incorporación de la educación vial en edades cada vez más tempranas, así como a las campañas de concienciación que se vienen realizando en la última década. Siempre son efectivas”, explica Carme Gibert, directora de programas de Fundación RACC.

No obstante, según la OMS los accidentes de tránsito se han convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes. Solo en 2015 fallecieron 115.302 adolescentes por accidentes de tránsito, siendo la mortalidad superior en el grupo de jóvenes de entre 15 y 19 años. En España, más de un joven pierde cada día la vida en las calles y carreteras, algo que “es inadmisible”, se lamenta Ortega.

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Estrategia única

Quedan retos por afrontar. El primero es poner negro sobre blanco sobre si la educación vial debe ser una asignatura obligatoria –algo que ya se está debatiendo bajo el marco de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso de los Diputados–. “Tal y como está planteada, la formación en seguridad vial es muy irregular tanto a nivel de comunidades autónomas como en las propias escuelas”, se lamenta Gibert.

A este respecto, Ortega coincide en que “tanto la seguridad vial como la prevención de otro tipo de accidentes, incluidos los domésticos, deben ser materias obligatorias en las aulas”. Esto produciría a su vez un efecto en cadena “de abajo arriba. Muchas veces los niños que formamos son prescriptores de los padres”.

Fundación Mapfre se acerca cada año a varias decenas de escuelas para impartir talleres en los que se hace entrega de material para que los docentes den continuidad a esta labor. Además, la fundación cuenta con un circuito de seguridad vial móvil que recorre los ayuntamientos españoles y en la que los más pequeños pueden meterse en el papel de conductores, policías o controladores de tráfico. Se trata de “que tomen conciencia a través del juego”, detalla Ortega.

Otro ejemplo es el programa Agárrate a la Vida, de Fundación Mutua. En las 600 charlas que se llevan impartiendo desde 2010 participan cada año 5.500 jóvenes. Se celebran en horas lectivas por personas con lesiones medulares a causa de un accidente de tráfico o personal sanitario de emergencias. Además del material audiovisual y de la formación en técnicas para actuar en caso de accidente, la iniciativa incorpora ejemplos prácticos como doblar un volante o golpear un casco hasta romperlo. Después, se muestra un volante deformado o un casco roto tras un accidente.

En Fundación Mutua reconocen que el 95% de los jóvenes universitarios que evaluaron el programa el pasado año afirmaron que las charlas les ayudaron a cambiar los hábitos de conducción.

Las claves

Al aumento del consumo de drogas y alcohol en edades tempranas se añaden la falta de experiencia, la menor percepción del riesgo entre los jóvenes y el uso de los dispositivos móviles durante la conducción como principales causas de accidentes.

Más controles. El estudio realizado por Fundación Mapfre destaca que el 57% de los menores de 24 años son partidarios de aumentar los controles por consumo de sustancias estupefacientes. Asimismo, 54% de ellos son partidarios de endurecer las sanciones en caso de “dar positivo” o usar el móvil al volante.

“Si bebes no conduzcas”. La toma de conciencia se refleja en los resultados obtenidos en la encuesta de Fundación Mutua. Más de la mitad de los jóvenes habrían impedido que un amigo suyo cogiese el coche tras haber bebido y cuatro de cada diez han ejercido de “conductor alternativo”.

Alcohol y móvil. Todavía hay cerca de un 30% que reconoce haber bebido alcohol antes de ponerse al volante. Mismo porcentaje de los que han empleado el móvil mientras conducía.

Error humano. La portavoz del RACC reconoce que “se ha producido un cierto repunte entre 2013 y 2017. Por lo que, además de trabajar en las vías y en la modernización del parque automovilístico, las políticas y los cambios legislativos en España han de seguir insistiendo en el factor persona”.

En la Estrategia de Seguridad Vial 2011-2020 los niños y los jóvenes son objetivos prioritarios. En el caso de los más pequeños, estas están orientadas a reducir las situaciones de riesgo en su calidad de usuarios de las vías. Y en los adolescentes el punto de mira se fija en la formación y concienciación de los riesgos de la conducción.

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