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Transparencia e inteligencia directiva

La rendición de cuentas en la empresa ha evolucionado de forma positiva y ha entrado en el terreno de las decisiones estratégicas. Atrás queda el modelo de reclamaciones basado en unos códigos profesionales de consumo interno con escaso valor para la mejora de la práctica directiva. La sociedad ha cambiado y el grado de exigencia en materia de transparencia, gobernanza y rendición de cuentas se ha incrementado, ampliándose el rango y la diversidad de públicos interesados. La transparencia informativa se ha asentado en la literatura académica como fuente para el buen gobierno de las instituciones. Forma ahora, sin duda, de la esencia del capitalismo creativo. Esta idea no es original ni exclusiva de las empresas. La idea de gobernanza procede de la ciencia política y económica, de modo que ha extendido su estudio a la dimensión interna y externa de las organizaciones, así como la regulación nacional y europea.

La transparencia consiste en la disposición de información real y tangible sobre el comportamiento de las mismas, el grado de cumplimiento de los presupuestos, la gestión de los recursos colectivos y los bienes comunes, la dotación de un plan de gobierno corporativo, entre otros ítems. El consenso sobre la construcción social de la transparencia ha multiplicado el número de acciones, informes, instrumentos y métodos dirigidos a la implantación de nuevos modelos de gestión y la aplicación de los principios de transparencia en los órganos de gobierno. Como consecuencia del cambio normativo, se ha incrementado el rango y la diversidad de los datos disponibles, se han generado documentos de control internos y externos, al tiempo que se han multiplicado las iniciativas ciudadanas de participación a través acciones de diversa índole. Las tecnologías de la información ha promovido la innovación en la rendición de cuentas con nuevos desafíos como el gobierno abierto, la colaboración pública-privada o la publicidad activa. Sobre este escenario estratégico, las corporaciones han afrontado el desafío de la transparencia en dos ámbitos de actuación.

El primer eje es la transparencia como mecanismo contra la corrupción y el fomento del buen gobierno corporativo. Mediante la implementación de una política de transparencia apalanca la neutralidad de los directivos y fortalece los mecanismos de control. Ahí radican las barreras a la corrupción en las relaciones con la administración (Villoria-Mendieta, 2000). En el plano interno, tiene que ver con las remuneraciones, los contratos con la administración, la política de pago a proveedores y cualquier otra medida relevante para cumplir con el gobierno corporativo.

El segundo elemento consiste en la expansión de una cultura de transparencia. El enfoque legalista de la misma, reducida al cumplimiento de los reglamentos, acaba por reducirse a un catálogo de ideas y generalidades, sin vínculo con la gestión real de la empresa. La consolidación de las responsabilidades penales de las personas jurídicas ha abierto un espacio nuevo para el cumplimiento normativo (Gimeno-Beviá, 2016). La previsión y la planificación incrementan la complejidad de la toma de decisiones, si bien protegen la responsabilidad de los directivos en el ciclo de gestión.

La inteligencia directiva tiene que ver con la capacidad de aprovechar esta demanda de transparencia. La arena pública reclama que los empresarios se conviertan en líderes y sean decisivos en la transformación del entorno. Hasta ahora, los máximos dirigentes empresariales, ya fuesen como ejecutivos o como representantes del capital de la empresa han tenido mayoritariamente un papel orientado casi exclusivamente a la gestión interna, con pequeñas incursiones en el ámbito institucional y la opinión pública.

Este papel tradicional resulta insuficiente en el panorama actual, donde el papel del máximo representante corporativo juega un papel de liderazgo mucho más político y visible. Ya no es posible empujar el desarrollo de los objetivos empresariales concediendo alguna que otra entrevista o mediante un discurso anual ante la junta general de accionistas. La cuenta de resultados depende ahora de más elementos y la reputación que se decide en el marco de la comunicación pública es, desde luego, uno de ellos. La inteligencia directiva consiste en aprovechar la dimensión de transparencia para impulsar estos citados objetivos.

El perfil del líder empresarial con poder prácticamente absoluto y con un creciente control sobre los medios de comunicación ha devenido en la necesidad de un nuevo liderazgo mucho más centrado en el entendimiento, la capacidad de persuasión y la eficacia en la búsqueda de consensos asumibles, en definitiva todo el elenco de características que componen el llamado poder blando. Sea la transparencia el mecanismo para impulsar dichas nuevas políticas empresariales.

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