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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un mercado turístico abierto pero en el que se proteja la competencia

Airbnb ha comprado al menos diez competidores en los últimos siete años

La industria turística mundial está viviendo un potente movimiento de concentración que ha sido impulsado en los últimos años por grandes compañías globales. Estas multinacionales están mejorando su posición en el mercado a través de una estrategia articulada en dos fases. La primera pasa por la implantación de un modelo de negocio muy potente que genera una crecimiento exponencial durante los primeros años de vida de la compañía. Cuando en una segunda fase este margen de crecimiento se va reduciendo, se apuesta por la vía de adquirir empresas competidoras o incluso complementarias, es decir, que operan en otros segmentos del mercado. Airbnb, Expedia y Priceline, entre otras, son ejemplos de compañías que han seguido esta estrategia. En el caso de Airbnb, su expansión se inició con un trienio de crecimiento muy potente –llegó a ser de un 800%– y posteriormente siguió una hoja de ruta de compras que le ha permitido eliminar competidores (la alemana Accoleo, por ejemplo) y posicionarse allí donde no tenía presencia. Solo en los últimos siete años, ha adquirido a diez competidores.

El éxito indudable de estos modelos de negocio y su vertiginosa diversificación en distintos países y mercados ha impulsado una ola de operaciones corporativas en el mercado turístico. Solo en lo que va de año, se han realizado más de 600 adquisiciones de empresas por un valor cercano a los 40.000 millones de euros. Se trata de una muestra del atractivo y enorme potencial de expansión de esta industria, que constituye un ejemplo sobre cómo aprovechar novedosos modelos de negocio articulados a través de las nuevas tecnologías.

Pese a todas esas ventajas, la estrategia que han desarrollado estos nuevos actores del mercado turístico tiene el riesgo potencial de alterar el equilibrio del mercado y, en su caso, vulnerar las normas de competencia. Precisamente por ello, las autoridades supervisoras deben velar por un sano equilibrio entre el favorecimiento de la libertad de mercado y el respeto a la legislación que defiende la libre competencia.

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