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El Foco
Tribuna
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¿Para cuándo el control de armas en EE UU?

La masacre de las Vegas recupera el debate sobre la Segunda Enmienda de la Constitución americana

Cruces colocadas en Las Vegas para homenajear a los 59 asesinados en la masacre ocurrida la noche del 1 de octubre.
Cruces colocadas en Las Vegas para homenajear a los 59 asesinados en la masacre ocurrida la noche del 1 de octubre.REUTERS

Dedicado a Kevin y Anne, dos de las 59 víctimas de la matanza de Las Vegas. Maravillosas personas y amigos.

La masacre en Las Vegas es el principal tema de conversación, pensamiento y oración en Norteamérica. 59 asesinados y 600 heridos. La matanza ha dividido –aún más– al país, porque defensores de aumentar los controles sobre las armas han aprovechado esta tragedia para proponer leyes en el Congreso que pongan límites al derecho que tienen los estadounidenses a llevar armas. Este derecho –amparado por la Segunda Enmienda a la Constitución– resiste todo intento para derogarlo debido al poderío de los fabricantes de armas que, como muestra la reciente película El caso Sloane (Jessica Chastain), emplea lobistas profesionales, poderosos y billonarios.

El negocio de las armas es lucrativo en Estados Unidos y lo controlan 100 empresas. Es un sector que vende al mercado interior del gran consumo, como quien va al supermercado y puede elegir entre comprar jamón, queso, yogures o una ametralladora (bueno, y las balas). Norteamérica tiene hoy más armas que habitantes (326 millones). Según Forbes, en mayo de 2017, se habían generado ventas de armas en el mercado doméstico por valor de 445.000 millones de dólares. Las exportaciones de armas son todavía más importantes: en 2016, Estados Unidos vendió el 50% de todas las armas del mundo. La factura de dicha venta al exterior es cuarenta veces mayor que la mencionada antes de la venta de armas al consumidor nacional. Lógico, no es lo mismo vender helicópteros y tanques que pistolas o fusiles. Los primeros son más caros que los segundos. El principal comprador de armas de Estados Unidos es Corea del Sur, amenazada por Corea del Norte. También Taiwán, con problema análogo con China continental. Irak y Brasil son el tercer y cuarto importador de armas de Estados Unidos.

Como en todo negocio en que hay oferta y demanda, cabe contemplar lo que supone la venta de armas al PIB estadounidense: un 3,3% de 18.900 millones de dólares americanos (PIB de EE UU en 2016). En España, la cifra es del 1,2% del PIB, cerca de lo que invierte el estado en I+D+i, el 1,9% del PIB. Las guerras de Irak y Afganistán le han costado a EE UU, desde 2002 hasta 2017, una cifra equivalente al PIB: 19.000 millones de dólares. Para muestra, un botón: según la Oficina Económica del Congreso, mantener un soldado en Irak cuesta al Estado 850.000 dólares al año. En el caso de un marine, la cifra alcanza el millón de dólares. Son datos, tanto de 2016 (Obama), como de 2017 (Trump).

Nadie se extrañe, pues, si los debates sobre la aprobación del presupuesto, el aumento del techo de gasto del Gobierno o su capacidad de endeudarse sean cuestiones mayores desde el 11S de 2001. A los años de superávit de Clinton (1998, 1999, 2000), sucedieron años de déficit con Bush Jr. Dieciséis años de guerra en Oriente Medio han aumentado enormemente el déficit público federal y la deuda pública, suma de los déficits local, estatal y federal. Y eso que el 60% del presupuesto americano “se lo lleva el gasto social” (Medicare, Medicaid, Social Security). Y aquí hay una partida de gasto que nadie sabe dónde colocar, por ser patata caliente, tanto para Sanidad como para Veterans Affairs. Estados Unidos tiene vivos (sin contar los soldados de la Segunda Guerra Mundial) 30 millones de veteranos, desde Corea, Vietnam, Golfo Pérsico, Irak y Afganistán.

Empecemos por los números: el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, estima en tres billones de dólares lo que cuesta el tratamiento médico de los cuatro millones de veteranos heridos –en el cuerpo y en la mente– en las guerras de Irak y Afganistán. Mi amigo el teniente general del Cuerpo de Marines, hospitalizado en Walter Reeds dos meses, quiso hablar con cientos de veteranos de todas las guerras desde Corea hasta Afganistán. Obtuvo dos datos reveladores: la queja que todos los veteranos de guerra americanos (y, por ende, sus familias) tienen es: “Los muchos meses que tardan en darnos una cita con el médico”. Quizá un “juanete” puede esperar, pero si te faltan las piernas, tu cuerpo está totalmente quemado o sufres de PTSD (resumo: depresión) que te den pronto cita médica, es esencial. El no tenerla es un común denominador para los 30 millones de veteranos, según un Estudio hecho este verano por el departamento de Veteran Affairs.

Hay otra queja que, dicho “ministerio” no quiere reconocer: todo soldado o marine que vuelve a casa tras la guerra, debería someterse a un doble control médico-psiquiátrico. No se hace, “porque el coste de los psiquiatras es prohibitivo”, dice el informe privado al que ha tenido acceso mi amigo marine. Consecuencia, a modo de ejemplo: 35 veteranos se quitan la vida a diario en EE UU fruto de la depresión. Y el estigma de la guerra hace que muchas empresas no quieran contratarlos: este es uno de los motivos por los que la tasa de participación en el mercado laboral es baja. La otra razón es el desánimo de mayores de 45 años para buscar empleo. Raros (anomalías estadísticas) son los exitosos casos de John –Kerry y McCain–, políticos, ricos, famosos…, y héroes veteranos de Vietnam. Millones de homeless son veteranos de Vietnam y millones de desempleados son veteranos de Irak y Afganistán

Las armas no solo son facturación y PIB. Solamente en Chicago, mueren cada año 4.500 personas por enfrentamientos armados, atracos, etc. Los intentos de Rahm Emmanuel, su alcalde y ex jefe de gabinete de Obama, por controlar las armas caen en saco roto. Las matanzas en colegios que hicieron llorar a Barack públicamente o llevarle a rezar cantando Amazing Grace, no mueven el corazón de los vendedores de armas: “Business is business”.

Sin embargo, los asesinados en Las Vegas por Stephen Paddock tienen nombres, apellidos y familias. Madres asesinadas protegiendo a sus hijos con su cuerpo, maridos convertidos en fallidos escudos humanos para proteger a sus esposas…, son tragedias que FBI, psicólogos, psiquiatras, sociólogos y doctor Sentido Común dicen son evitables. Paddock no se levantó enfadado una mañana: preparó la matanza minuciosa y costosamente durante meses.

¿Para cuándo los controles para acceder a las armas?

Jorge Díaz Cardiel es socio director ADVICE Strategic Consultants. Autor de Obama’s Legacy y Trump vs Clinton.

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