El mercado no teme al 1-O, pero sí a sus posibles consecuencias a medio plazo
La postura de los inversores ha sido hasta ahora de tranquilidad
Desde que comenzó la cuenta atrás para la celebración del referéndum ilegal de Cataluña, los mercados han mantenido una calma británica rayana casi en el escepticismo. Pese a que tradicionalmente el dinero rehuye la incertidumbre como el gato rehuye el agua, la postura de los inversores ha sido en todo momento de tranquilidad. Ni la prima de riesgo española, que apenas se ha resentido, ni la evolución de los valores bursátiles –a excepción de Caixabank y Sabadell, que han experimentado mayores caídas que el resto de los valores bancarios– han reflejado el profundo quiebre de legalidad y orden constitucional que se está viviendo en España por la deriva en que se ha instalado Cataluña. Aún así, entre algunos analistas existe la convicción de que el Ibex no habría perdido el liderazgo de Europa en el balance de lo que va de año si el problema catalán no estuviese enturbiando la imagen de España.
Los dos principales escenarios que se plantean tras el 1-O pueden traer consecuencias distintas en los mercados. El primero de ellos es un efecto político a corto plazo marcado, en el peor de los casos, por la posibilidad de una declaración unilateral de independencia y la necesidad de una respuesta acorde y contundente por parte del Estado, que podría incluir la aplicación del artículo 155. Ese escenario podría disparar la prima de riesgo de España unos 20 puntos básicos, según algunos expertos, así como provocar caídas en las Bolsas, y daría a los inversores la oportunidad de hacerse con activos españoles a precios de saldo. La segunda posibilidad apunta a que el conflicto se enquiste a medio plazo y acabe generando un clima de inestabilidad y de conflicto político permanente, que puede dañar el conjunto de la economía española y destruir la confianza de los inversores, italianizando la percepción de España en el exterior.
Todo apunta a que la fecha crítica para el futuro de Cataluña y del resto de España no es tanto el 1-O como lo que venga después. Será entonces cuando habrá que sentar las bases de una solución al problema catalán que asegura la estabilidad a medio y largo plazo y no debilite las instituciones del Estado.
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