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La desigualdad... en Tinder

El mundo no es justo, en casi ninguna de sus variantes. El nivel de vida y la educación de nuestros padres es el mejor predictor de nuestro futuro nivel de vida y educación. Los que tienen más dinero suelen ganar aún más dinero con el tiempo y, de paso, contratar abogados para pagar menos impuestos. La desigualdad es uno de los asuntos clave en la profesión económica de este arranque de siglo. Si no el principal.

Hoy hablamos de otra desigualdad. Tinder. Más grave que la desigualdad de rentas; de hecho, según el autor del estudio del que partimos, Tinder es más desigual que el 95% de los países del mundo, solo superada por algunos paraísos de la igualdad de oportunidades como Sudáfrica, Namibia, Angola, Guinea Ecuatorial o Haiti.

El experimento parte de una idea simple: analizar el mundo de Tinder como si fuera una economía y los likes, dinero. Quien tiene más likes, tiene más dinero… Creo que se entiende, pero, como Tinder no da datos al respecto, el experimento se ha practicado mediante consulta a una muestra de 27 mujeres. El resultado es que los hombres reciben un like un 12% de las ocasiones. Un estudio anterior, realizado en colaboración con Tinder, cifra esta tasa de respuesta en el 14%.

Ahora, no todo el mundo recibe los mismos likes: en el caso de los chicos el 20% de ellos recibe un 80% de los likes. En el de las chicas, aunque la probabilidad de recibir un like es más alta, la distribución es también desigual: el 22% de ellas recibe el 78% de los likes. A partir de estas cifras se calcula la distribución de la “renta” (los likes) y el índice de Gini, la medida más usada en economía para medir la distribución de la renta. Un índice 0 sería igualdad perfecta y 1, desigualdad perfecta (una persona tiene el 100% de la renta). El índice Gini de Tinder queda en un 0,51; España tiene 0,35; EE UU, 0,41, más que ningún Estado de la UE. Partiendo, también de esta distribución se puede inferir la posición de cada uno en el mundo Tinder.

La ventaja de ellas es clara; en un cruce aleatorio es 6,2 veces más probable que él pinche en like a que lo haga ella. Este gráfico representa la ventaja relativa de cada sexo: en los ejes está la posición relativa de cada individuo en el ranking de atractivo, y la línea representa dónde se estima que está equilibrada la probabilidad de recibir un like.

Así, aunque la tasa de respuesta media para un chico es del 12%, pocos hombres gozan de tanta aceptación : un chico que esté justo en medio de la distribución (dato mediano, como se explica en estadística, aquel con igual número de chicos con mejor y peor posición en Tinder que él) solo recibe un 0,87% de likes. Esto también pasa en el mundo real; la media siempre es más alta que la mediana: en España el salario anual medio es de 23.000 euros al año (brutos), pero el mediano, de un 15% menos, 19.466 euros.

 

Lamentablemente, se trata de un estudio no muy científico: no ha sido publicado en ninguna revista ni su método (preguntar de forma anónima vía, precisamente, Tinder) ni el tamaño de la muestra serían aceptables. Tómense los resultados con la prudencia debida. Aun así, los resultados parecen coherentes tanto con la experiencia de cada uno de nosotros como con la extraña obsesión de las películas americanas por el instituto, la animadora y el quarterback.

 

A diferencia de en el mundo real, no hay en el de Tinder ningún mecanismo de redistribución de likes (o rentas), tipo impuesto o renta básica universal. Podríamos pensar, incluso, en Tinder como una metáfora del mercado, perfecto y aséptico sobre el papel, pero con evidentes fallos de información (como la ausencia de garantías sobre el sexo real de la contraparte). O en los competidores de Tinder que usan algoritmos para cruzar humanos como una suerte de economía planificada. O en que un mecanismo de asignación en el que todos los agentes tienen el mismo objetivo en un juego de todo o nada tiene una eficacia discutible. Como ya nos explicó el personaje de John Nash en la película “Una mente maravillosa”. Adam Smith se equivocaba.

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