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Bruselas alienta el 'thatcherismo' laboral de Macron

París limita por decreto el poder de los sindicatos y la indemnización por despido Macron intenta congraciarse con Berlín para fortalecer la zona euro

El presidente francés, Emmanuel Macron, en el Elíseo en la jornada de puertas abiertas celebrada este domingo. REUTERS
El presidente francés, Emmanuel Macron, en el Elíseo en la jornada de puertas abiertas celebrada este domingo. REUTERS

París es el último objetivo de la troika (CE, BCE y FMI), concluía Yanis Varoufakis tras su efímero y tortuoso paso por Bruselas como ministro griego de Economía. El pronóstico parece condenado al fracaso porque la troika vive sus últimos estertores a la espera de la retirada definitiva del FMI.

Pero algunas de las recetas de los organismos europeos entraron en Francia por la puerta grande del Elíseo con la aplastante victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales de mayo. Y la Comisión Europea no oculta su deseo de que el presidente francés aplique cuanto antes una reforma del mercado laboral reclamada desde hace años desde Bruselas e intentada sin éxito por los predecesores de Macron, el conservador Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande.

"La tasa de empleo en Europa es más elevada que nunca (...) pero el problema es un gran país no muy alejado de Bélgica que no logra rebajar su nivel de paro, por eso hoy me expreso en francés", apuntaba el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, el pasado 29 de agosto durante un acto de inicio de curso con los diplomáticos comunitarios.

Bruselas verá en parte colmados sus deseos este mismo viernes, porque el Gobierno de Macron se dispone a aprobar por decreto una polémica reforma laboral que ha puesto en pie de guerra a los temidos sindicatos franceses.

El choque ya se compara al que libró y ganó el gobierno de Margaret Thatcher con los sindicatos británicos hace casi 40 años. Y el presidente francés también parece en condiciones de imponerse en un pulso en el que se juega su credibilidad dentro de Francia y su capacidad de influencia ante el resto de socios europeos.

Macron tiene a su favor una mayoría parlamentaria de su movimiento La République en marche (309 escaños de 577), una economía en expansión (0,5% de crecimiento en los últimos tres trimestres) y una tasa de paro elevada pero en ligero descenso (9,8% en julio frente al 10,2% de enero de 2016).

El presidente francés parece convencido, además, de que los sindicatos disfrutan de una capacidad de influencia desproporcionada en relación con su número de afiliados (el 8% de una fuerza laboral de casi 29 millones de trabajadores, según los datos de la agencia europea Eurofound) y ha decidido desafiarles hasta el punto de menospreciar como "haraganes" y "cínicos" a los enemigos de su reforma laboral. 

La reforma persigue, entre otras cosas, debilitar la influencia sindical reconociendo el derecho de negociación a nivel de empresa e, incluso, de filial. A cambio, se mejora la capacidad de influencia de los trabajadores en la dirección de las compañías aunque sin llegar al modelo de cogestión aplicado en Alemania.

Se introduce un límite en las indemnizaciones por despido para evitar a los empresarios la incertidumbre sobre el coste de la resolución judicial de un conflicto laboral. Macron ya intentó imponer ese techo a las indemnizaciones en su etapa como ministro de Hollande, pero el gobierno de Manuel Valls lo dejó en mera referencia voluntaria a la vista de las protestas del grupo parlamentario socialista (diezmado en las legislativas de junio).

Y se amplía la flexibilidad para la duración de los contratos temporales y de teletrabajo y se autorizan los contratos vinculados exclusivamente a la duración de un determinado proyecto o encargo de la empresa.

La reforma laboral forma parte de la terapia de schock que el presidente francés quiere aplicar a la economía y la sociedad francesa. Pero Macron busca, sobre todo, congraciarse con Berlín, con el objetivo de reactivar el tándem franco-alemán para reformar una zona euro que, según el gobierno francés, podría desintegrarse si se mantiene la parálisis de la última década. París ofrece a Berlín una flexibilización laboral como la introducida en Alemania hace 15 años por el gobierno socialista de Gerhard Schröeder, que sentó las bases para una caída de los subsidios de desempleo.

El método y el calendario de la reforma laboral parecen calculados para satisfacer a Angela Merkel, que con toda probabilidad saldrá reelegida como canciller en los comicios del 24 de septiembre. El presidente francés dispone de mayoría parlamentaria suficiente para tramitar la reforma pero ha decidido aprobarla por decreto justo a tiempo para las elecciones en Alemania.

La reforma no va tan lejos como desearían Berlín y Bruselas. La CE también reclama cambios en el sistema de prestaciones por desempleo y en el sistema automático de revalorización del salario mínimo en función de la inflación. Pero Macron quiere demostrar ya ante la opinión pública francesa y ante las capitales europeas su firme voluntad de aplicar un programa electoral en el que no ocultó su agenda de liberalización.

Tras los cambios de esta semana, el gobierno francés prepara ya otro de mucho más calado y potencialmente conflictivo: asumir el control de las prestaciones de desempleo, gestionadas por los agentes sociales desde 1958. El sistema se encuentra en números rojos desde 2008, con un agujero de 30.000 millones de euros. En 2017 se espera un incremento del déficit de 3.700 millones de euros y en 2018 de 3.900 millones.

Bruselas atribuye tan tremendo agujero a la generosidad de los subsidios franceses de desempleo, que fijan un límite por perceptor de 7.000 euros mensuales, con un período mínimo de contribución de cuatro meses sobre 28 y una cobertura de hasta dos años tras una cotización de al menos 24 meses.

La escalada de la factura del paro, sin embargo, también se debe al aumento en el número de trabajadores con contrato temporal, que se ha doblado con creces desde 1,6 millones por trimestre en el año 2000 a 3,9 millones por trimestre a comienzos de 2016, según los datos de Eurofound.

Los sindicatos temen que las reformas de Macron aceleren la espiral de precariedad y falta de cotizaciones que hagan insostenible el modelo de protección vigente en las últimas décadas. Y que provoquen una brecha social como la sufrida por Alemania desde su reforma laboral.

"El tramo de salarios bajos apenas existía en Alemania antes de la reforma estructural; ahora ha pasado de 5,6 millones de trabajadores en 2003 a ocho millones en 2016", señala Carsten Brzeski, economista jefe de ING en el país de Merkel. El porcentaje de trabajadores con un segundo empleo  también se ha doblado en Alemania en la última década, según los datos de Eurostat.

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