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La UE, del revés

Las elecciones francesas mutan en primer tanteo sobre el 'frexit'

Los sondeos otorgan casi un 42% de votos a formaciones contrarias a la UE y al Euro La descomposición política en Francia espanta en Bruselas

Las elecciones presidenciales francesas, cuya primera vuelta se celebra el 23 de abril, se han transformado en un plebiscito de facto sobre la hipotética salida de Francia de la Unión Europea, con los cuatro principales candidatos enfrentados sobre la pertenencia del país al club comunitario y a la zona euro.

Los últimos sondeos otorgan un empate del 42% entre los partidarios y enemigos del frexit, acrónimo que, por analogía con brexit, alude a la potencial retirada de Francia de la UE.

La ultraderechista Marine Le Pen, que ha prometido un referéndum como el celebrado en Reino Unido el año pasado, parte en cabeza con un 24% de intención de voto, según la media de sondeos elaborada por ParisMatch. La extrema izquierda de Jean-Luc Melenchon, que también propone una consulta sobre la UE, podría lograr en torno al 18,5%.

En el bando contrario, con un 23%, se encuentra el liberal Emmanuel Macron, que ha basado gran parte de su campaña en un canto a las ventajas de la integración europea. Y el conservador François Fillon sumaría un 19%, con un europeísmo tibio pero que no cuestiona el futuro de la UE.

La descomposición de los partidos políticos tradicionales (los Socialistas, en el poder, y la oposición conservadora de Les Republicains) alcanza tal nivel que los analistas ya ni siquiera descartan un duelo final entre la ultraderecha de Le Pen y la ultraizquierda de Melenchon. Un escenario calificado como "catastrófico" que espanta en Bruselas por sus posibles repercusiones en la estabilidad de la zona euro y del conjunto de la Unión Europea.

Bruselas advierte de que el tamaño de la economía de Francia y su profunda integración y comercial con otros países convierte al país en una fuente potencial de contagio, tanto para bien, cuando crece, como para muy mal, si se agita.

Para España, Francia es el primer cliente del mundo y las exportaciones españolas a ese país suponen el 15,1% del total, según datos del ICEX. La dependencia es aún mayor para socios próximos, como Bélgica o Luxemburgo. Y la exposición financiera a Francesa, a través de inversión e instrumentos de deuda, equivale al 50% del PIB en países como Holanda, Irlanda y Bélgica, según la Comisión Europea.

El choque entre europeístas y eurófobos asusta en Bruselas porque, sin llegar a las dramáticas consecuencias del referéndum británico, puede visualizar el rechazo al proyecto europeo en un país tan esencial para el club como desapegado.

Francia sólo aprobó el Tratado del euro por medio millón de votos de diferencia

En 1992, el euro ya se salvó por los pelos cuando el Tratado de Maastricht se aprobó en referéndum con sólo el 51,04% de votos a favor. La creación de la moneda única siguió adelante a pesar de que el 48,96%, más de 12 millones de franceses, votaron en contrar y los partidarios del Sí sólo se impusieron por medio millón de votos.

Francia temía la unión monetaria con Alemania. Y desde su creación, el valor de las exportaciones francesas ha caído un 36,8%, su competitividad se ha deteriorado gravemente, tanto por causas internas como por la devaluación salarial acometida por Alemania, según reconoce la Comisión Europea. Entre 1999 y 2013, según la CE, los costes laborales unitarios en Francia crecieron a un ritmo del 2% anual, en línea con su inflación (2,1%). Pero en Alemania se congelaron y apenas crecieron el 0,1% de media al año, una táctica que en Francia se interpreta como dumping salarial desleal.

A pesar de todo, los franceses se resignaron al euro. Pero en la siguiente consulta, no dejaron lugar a dudas sobre su rechazo a la deriva federal de la Unión Europea. En 2005, el No a la Constitución europea se impuso con el 54,6% de los votos, un resultado que hizo descarrilar aquel proyecto.

El espectro de Maastricht reaparece en 2017 con unas elecciones presidenciales que parecen condenadas a reproducir la división de Francia sobre el euro. Ahora, como hace 25 años, el voto euroescéptico se concentra en clases populares, pequeños comerciantes y agricultores, que acusan a Macron o a Fillon de estar al servicio de la globalización neoliberal. Y se repite también la fisura territorial, con la capital, París, más favorable a las opciones europeístas y Le Pen ganando adeptos en provincias.

"El frexit sería fatal para Europa y terrible para Francia"

"El frexit sería fatal para Europa y terrible para Francia", advertía la semana pasada el comisario europeo de Economía, el socialista francés Pierre Moscovici.

Los bancos de inversión siguen apostando por un escenario de continuidad, con una segunda vuelta (el 7 de mayo) en la que Macron (ex ministro del presidente saliente François Hollande) derrotaría a Le Pen. Pero la campaña electoral ha alterado el panorama y ha multiplicado el número de variables, hasta el punto de que uno de los dos favoritos podría quedarse fuera el próximo domingo.

Si cae Le Pen, los mercados respirarán aliviados. Pero si es Macron, los analistas reconocen que las posibilidades de que la ultraderecha llegue al Elíseo aumentan considerablemente porque hay dudas sobre la capacidad de Fillon para imponerse en la segunda vuelta. La tercera posibilidad sería el "escenario catástrofe" con un duelo entre Le Pen y Melenchon que haría temblar a unos mercados que temen la agenda intervencionista y proteccionista de ambos líderes.

Los analistas del banco Nomura calculan que el euro perderá entre el 7% y el 10% si Le Pen se alza con la victoria definitiva, con repercusiones también en otras divisas europeas como el zloty polaco. Nomura anticipa también una venta de bonos franceses (el 60% está en manos extranjeras) y un incremento de la inquietud sobre el futuro de Italia en la UE.

En Bruselas, la mera posibilidad de un frexit introduce una incógnita sobre el futuro de la UE que puede paralizar indefinidamente toda la maquinaria comunitaria. Los proyectos de integración, como la unión bancaria o la unión social, ya están bloqueados a la espera de que se despeje el panorama político tanto en Francia como en Alemania (que celebra elecciones en septiembre). Sin un gobierno europeísta en París, el proceso europeo embarranca porque Berlín puede marcar el paso, como hace desde 2010, pero no puede ir a ningún sitio si Francia no le sigue.  

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