La vuelta al mundo en 10 sectores
Es importante prestar atención al tipo de negocio de las compañías en cartera
A la hora de componer carteras de fondos de inversión, la doctrina clásica suele seguir un proceso “de arriba a abajo” consistente en tomar una serie de decisiones en diferentes etapas partiendo de los aspectos más generales para ir concretando en los más particulares hasta llegar a la selección final de los fondos que componen la cartera.
La primera decisión suele estar ligada a la distribución de activos genérica, consistente en asignar las proporciones adecuadas a activos monetarios, renta fija, gestión alternativa y renta variable en función, por un lado, de aspectos más inherentes al inversor como su perfil de riesgo psicológico y el horizonte temporal de sus objetivos y, por otro lado, a la visión de los mercados financieros del gestor de activos.
Una vez tomada esta primera gran decisión habría que descender a un segundo nivel para decidir el detalle de cada una de las clases de activo anteriormente mencionadas. En el caso de la renta fija este segundo nivel suele estar referido al emisor: Gobiernos, corporativos, high yield, convertibles o emergentes. En el caso de la gestión alternativa al estilo de la estrategia: market neutral, long-short equity y global macro... entre otras. Y finalmente en el caso de la renta variable el foco suele ponerse en la zona geográfica donde cotizan las compañías que componen los fondos de inversión: Europa, Estados Unidos, Japón y Emergentes fundamentalmente.
Un tercer y ultimo nivel antes de llegar a la selección definitiva de los fondos que componen la cartera nos llevaría a tomar decisiones geográficas y de divisa también en renta fija y gestión alternativa y en renta variable se suelen tener consideraciones en cuanto al estilo de gestión específico: apostar por compañías growth, value o blend. Además de definir el tamaño medio por el que apostaremos:empresas: grandes, medianas o pequeñas.
Sin embargo un aspecto que no suele analizarse en profundidad sino que suele ser una consecuencia casual de todo el proceso anterior es la composición sectorial de las carteras y si nos fijamos en el comportamiento de los mercados, cada vez este factor está teniendo un peso creciente e incluso preponderante a la hora de explicar los resultados.
En la medida que avanzamos en la globalización cada vez es menos relevante dónde tengan su sede social las empresas, sino cuál es tu negocio. Las sociedades cotizadas no dependen de su mercado local sino que son empresas multinacionales cuyo mercado es el mundo, y cuanta mayor capitalización tienen más se ve acentuado este aspecto.
Los grandes grupos venden en los mercados que consideran pueden tener más éxito, producen allí donde les resulta más atractivo e incluso en muchos casos buscan tributar donde más les convenga. De tal modo, que donde tengan sus oficinas centrales no es más que una mera anécdota.
Por supuesto que también tendrá algún efecto local como temas regulatorios, apoyo de las instituciones públicas, efecto de las divisas locales… que tendrá su relevancia. Pero por encima de ello su cuenta de resultados dependerá más de si la empresa se dedica a extraer petróleo o prestar servicios de telecomunicaciones, con independencia de que su sede esté en California o en Berlín.
Las diferencias entre los principales mercados desarrollados como Europa y Estados Unidos han venido soportadas por una mejor evolución en las cuentas de resultados del segundo frente al primero, pero a su vez esta mejora se debe a factores sectoriales como el mayor peso en tecnología en los índices (18,7% en EE UU frente 4,5% en Europa) frente a los bancos (20,5% frente al 16,2%).
En renta fija no es tan acentuado, pero también tenemos casos llamativos como lo sucedió el año pasado con la caída de los precios del crudo donde los bonos high yield se desplomaron en Estados Unidos aguantado sin embargo en Europa por el mucho mayor peso de emisores de bonos basura de servicios energéticos ligados al fracking al otro lado del océano.
Si descendemos a fondos concretos que han destacado en el ejercicio 2016 como los de la gestora azValor, comprobamos que no lo han hecho por su sesgo geográfico, pues invierten en Europa que ha sido un mercado que no ha obtenido ninguna rentabilidad, sino porque su selección de valores les ha llevado a un claro sesgo sectorial hacia materiales básicos.
Las diferencias sectoriales siempre han existido, pero el sesgo geográfico había tenido un efecto preponderante, sin embargo en este mundo global muchas cosas están cambiando. Así que no dejen de prestar atención al sesgo sectorial de sus carteras de fondos, puede que gran parte del éxito de sus carteras pase por una correcta asignación.
Y ahora seguro que se preguntarán: Entonces ¿en qué sectores tendré que invertir de cara a 2017?