La universidad, remedio contra el desempleo
La posibilidad de encontrar trabajo en 2012, el peor momento de la crisis, era mucho más alta si se contaba con formación universitaria”
Entre las particularidades de la economía española, quizá la más más llamativa sea su relación con el empleo. De hecho, se trata del principal problema al que nuestra sociedad ha de enfrentarse, porque es un arco de clave del que dependen muchos otros. Si no padeciéramos los elevados índices de desempleo, insoportables para muchos analistas, todo el panorama sería extraordinariamente diferente.
La formación con que cuentan quienes cada año se incorporan al mercado de trabajo tiene, sin duda, una marcada relación con sus oportunidades para encontrar un empleo. Y, con mucha frecuencia, se achaca a las universidades el ser fábricas de desempleados, como si fuera un problema universitario y no social o económico. Sin embargo, una mirada detallada a las cifras permite observar que quienes tienen acceso a la educación universitaria, y la completan, tienen más probabilidades de encontrar empleos de calidad.
Se dice con cierta frecuencia que la universidad está alejada de la sociedad, sobre todo en lo que respecta a la realidad productiva. Hay una corriente que considera que la universidad no cumple correctamente su función de paso previo y seguro hacia un puesto de trabajo adecuado y que compense el esfuerzo que los jóvenes llevan a cabo durante sus años de estudio. Quedaría así señalada la universidad, aparentemente, como incumplidora de ese contrato no escrito, aunque implícito, que contrae con quienes llegan a las aulas: una buena preparación favorece un buen empleo.
Y este lugar común, sin embargo, se desmorona si analizamos las cifras con cierto detalle. Si atendemos a las estadísticas oficiales de desempleo, en el año 2012, en el momento más duro de la crisis y cuando los datos nos sacudían casi cada día –una de cuatro personas que quería trabajar no podía hacerlo–, aquellos que contaban con una preparación universitaria más profunda, es decir, quienes tenían el doctorado, veían reducida su tasa de paro al 4,7%. Esto significa que estaban en el paro uno de cada veinte, una cifra muy próxima a lo que los economistas consideran paro natural.
"Con mucha frecuencia, se achaca a las universidades el ser fábricas de desempleados"
Puede argumentarse, con razón, que a esta última estación de la carrera universitaria llegan pocos alumnos, y es verdad. En todo caso, ahí está el dato. Pero si analizamos ahora el escalón anterior comprobamos, para el mismo año 2012, que entre los titulados de máster y de grado la cifra de desempleo estaba levemente por encima del 15%, es decir, 10 puntos o un 40% menos que para la población activa general. La conclusión palmaria de estos datos es que la posibilidad de encontrar trabajo, en el 2012, el peor momento de la crisis, era mucho más alta si se contaba con formación universitaria.
Y si ampliamos el círculo de análisis y vamos más allá de la crisis, podemos ver los mismos efectos. Por ejemplo, si miramos 2007, el momento de más crecimiento económico, comprobamos que para una tasa de desempleo de la población activa general situada en el 8,3%, para doctorados se colocaba en un 2,7%, y en un 5,4% para quienes tenían títulos universitarios de grado o master. Los datos vuelven a mostrar una realidad muy diferente del lugar común.
Y si extendemos este análisis más allá de nuestras fronteras y nos comparamos con los países de la OCDE, comprobamos que este efecto beneficioso de los estudios universitarios frente al empleo es aún mayor en nuestro país, donde la diferencia entre la tasa de paro general y la de titulados universitarios, es aún más notable. Aunque, para no ponerlo todo de color de rosa, en esos mismos países, ser titulado universitario supone una mayor diferencia en el nivel salarial comparado con España.
Si damos un paso más y vemos datos no solo de cantidad sino de calidad, las cifras de nuevo avalan la tarea de los centros de conocimiento. Por ejemplo, y entre muchos datos posibles, tras el primer año de acceso al mercado laboral, cerca de la mitad de los titulados ocupaban un puesto acorde a su nivel de formación antes de un año, una situación que mejora 12 meses después, cuando el 60,4% de los empleados, tras dos años titulados, ocupaban puestos que exigían el título, mientras que el 16,8% seguían ocupando trabajos poco especializados de carácter manual.
Los datos, la materia sobre la que se debe edificar el conocimiento, muestran claramente que, lejos del lugar común, el paso por la universidad ayuda a los jóvenes a encontrar trabajos más acordes con su formación y de manera más sencilla que a quienes no han pasado por las aulas.
Por supuesto, queda mucho camino por hacer y mucho que mejorar; hemos de ser más exigentes con nosotros mismos y hemos de imbricarnos aún más en la sociedad y en su tejido productivo, pero no lo hagamos desde la fustigación sino desde la responsabilidad. Desde la humildad, sí, pero también desde los datos.
Manuel Villa-Cellino es presidente de la Fundación Antonio de Nebrija.