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Extra Grandes Empresas | Elecciones en EE UU

Barras y estrellas para las compañías españolas

Los expertos coinciden en que la fiebre proteccionista de Donald Trump desataría una guerra comercial a nivel mundial.

El candidato Donald Trump, en el aeropuerto de Melbourne esta semana.
El candidato Donald Trump, en el aeropuerto de Melbourne esta semana.Jonathan Ernst (Reuters)

Hipótesis improbables pero no imposibles. Pese a que los sondeos apuntan a una victoria de la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, la sombra del aspirante del partido Republicano, Donald Trump, planea sobre la Casa Blanca y amenaza a la economía mundial.

La fiebre proteccionista del republicano “es incuestionablemente dañina para las empresas”, asevera el economista Daniel Lacalle. De hacer valer sus pretensiones, se pondría punto y final al recién nacido Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) impulsado por la administración de Barack Obama y en el que participan otros 11 países, entre ellos Japón, Canadá, México y Chile.

No será el único. La Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) se quedará en el limbo de los sueños americano y europeo. Y aún hay más. Mr. Brexit, como Trump se apoda, renegociará los tratados con México y Canadá e impondrá aranceles del 45% a las importaciones chinas y del 35% a las mexicanas. O, al menos, eso anuncia.

Las medidas propuestas por el candidato republicano son una vuelta al pasado, según los economistas

Ello sin contar el 10% de tasa de repatriación de beneficios generados fuera de las fronteras estadounidenses que, en opinión de Lacalle, sería “letal para el desarrollo de las empresas”. Medidas con las que, en palabras del también economista y profesor de la Universidad de Alcalá, José Carlos Díez, “quiere volver al lejano Oeste y dar marcha atrás con muchas de los grandes avances de Obama; sería lo peor para los intereses de las compañías”.

Respecto al arancelazo, su colega Álvaro Lodares va más allá: “Desataría una guerra comercial y provocaría enormes daños a la economía. Los socios comerciales de Estados Unidos responderían de la misma manera y, con la caída del consumo y la inversión, el país entraría en recesión en dos años”. Valoración que coincide con la realizada en un reciente informe del Instituto Peterson de Economía Internacional que augura la destrucción de alrededor de cuatro millones de empleos.

Efecto Latinoamérica

Del dicho al hecho hay mucho trecho y es ilegal según las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, afirma Federico Steinberg, investigador principal de economía y comercio internacional del Real Instituto Elcano, en relación con la política arancelaria anunciada por el candidato Donald Trump.

Para Steinberg, “la desestabilización del mercado no es una buena noticia y sí, podrían producirse desinversiones”, especialmente en sectores de alto valor añadido como el aeroespacial, de ingeniería o tecnologías de la información y la comunicación. Se añade “el gran problema de Trump”, sostiene Lacalle, “que quiere hacer girar la economía sobre una industria local y deficitaria, e ignora los desequilibrios acumulados durante la era Obama”.

“En las firmas del Ibex 35 se produciría un efecto secundario a través de América Latina”, dicen en Ebury

Menos alarmista es Daniel Urueña, presidente del think tank The Spanish Council. “Estados Unidos seguiría siendo un país atractivo para la inversión española, ya que la fortaleza de sus empresas, su industria, su tecnología y su innovación es lo suficientemente sólida como para verse afectada por quien ocupa la Casa Blanca”.

Misma línea que la de Enrique Díaz-Álvarez, director de riesgos de Ebury: “En las empresas españolas del Ibex 35 se produciría un efecto secundario, sólo a través de su exposición a México y Latinoamérica”. Es más, “las políticas de estímulo fiscal y la probable apreciación del dólar podrían resultar positivas para España, que ganaría competitividad en la región”.

Precisamente es el efecto Latinoamérica lo que más preocupa al economista José Carlos Díez. “Va a ser un polvorín. Si la posición es muy dura, condiciona toda la política latinoamericana, y Mercosur puede saltar por los aires. Los países dejarían de crecer e incluso retrocederían, lo que impactaría de lleno en las sociedades españolas” con gran exposición a la región.

De nefastos califica Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de economía del IE Business School, los efectos para las empresas españolas (especialmente las del Ibex), que tienen posiciones en los Estados de América Latina. “No olvidemos que gran parte de sus beneficios viene de allí y muchos países podrían desestabilizarse o entrar en recesión”.

A este respecto, Martínez Lázaro apunta al sector energético como el más afectado.

Ahora bien, “todo está dentro de una retórica electoral que tendrá que enfrentarse a la resistencia de las propias corporaciones y pasar el filtro del Congreso”, concluye el profesor de economía de IE Business School. Habrá que esperar los resultados electorales.

Tratados en el punto de mira

Nunca antes la opinión pública había mostrado una oposición tan frontal a los más de 80 acuerdos comerciales que la Unión Europea tiene con terceros. Sin embargo, tanto el TTIP como Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Venezuela) están levantando ampollas. La razón: “Se han politizado y se interpretan de forma errónea”, opina Alfredo Bonet, director internacional de la Cámara de Comercio de España.

Los 83.903 empleos adicionales al año, la subida salarial del 0,72% o el crecimiento de más de 9.230 millones de euros de PIB (0,74%) pronosticado por el Instituto de Estudios Económicos (IEE) no son suficientes para los opositores. Sindicatos y fuerzas de izquierda denuncian que “se está negociando a espaldas de los ciudadanos”. Amén de “atentar contra el medioambiente, la seguridad alimentaria y las denominaciones de origen”.

Argumentos rebatidos por Bonet: “La UE ha respondido con la mayor transparencia de nuestra historia”. Además se muestra convencido de que Bruselas no cruzará la línea roja de los principios de protección alimentaria y recuerda que “uno de los mayores intereses de España es que se reconozca el modelo de indicaciones geográficas en las exportaciones a EE UU”.

Asimismo, serán las pymes las más beneficiadas por la reducción de entre el 10% y el 25% de las barreras no arancelarias. A lo que se suma, por un lado, el tirón de las exportaciones que, según el IEE, experimentarían alzas del 1,6% cada año, y por otro, el del efecto arrastre de las grandes empresas.

Mercosur es otro reto. Durante unas jornadas organizadas por el Parlamento Europeo y Casa de América, el eurodiputado socialista Ramón Jáuregui no lo dudó. “Que aún no se haya firmado el acuerdo es una anomalía política y comercial rotunda”. Especialmente porque el comercio de bienes entre la UE y Mercosur se ha incrementado un 60% desde 2007, convirtiéndose en el sexto destino de las exportaciones europeas, con un volumen de 88.000 millones de euros.

Una cuota que se multiplicaría con la rebaja arancelaria que actualmente oscila entre el 20% y el 35%, y que cuesta unos 4.000 millones de euros anuales a las compañías europeas. Como en el caso del TTIP, “favorecería sobre todo a las pymes”, destacó Eduardo Montes, de CEOE, quien sugirió además que sería una forma de frenar la “apisonadora del comercio chino”.

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