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'Behavioral economics'

No invertimos como el capitán Spock sino como Homer Simpson

No actuamos tan racionalmente como dice la teoría económica clásica. ¿Por qué?

Thinkstock
Manuel G. Pascual

La teoría económica clásica se sustenta en una idea fundamental: el ser humano toma sus decisiones de forma racional dentro de un mercado que funciona de forma eficiente. La teoría de la elección racional (rational choice), presente en la disciplina desde Adam Smith hasta Milton Friedman, concibe al individuo como alguien cuyas acciones van dirigidas a maximizar la utilidad y beneficio que pueda sacar de cada situación. Esta visión de las personas ha sido severamente contestada en las últimas décadas por varios economistas, que han demostrado que los mecanismos de toma de decisiones no son tan fríos como la ortodoxia neoclásica describe.

Richard H. Thaler, considerado el padre de la psicología económica (behavioral economics), fue de los primeros. “Los modelos económicos se basan en una descripción idealizada y poco realista del comportamiento humano. Yo llamo a estas criaturas ficticias econs, un diminutivo de homo economicus”, explica desde EE UU a CincoDías. “Los econs son tan listos como el más brillante de los economistas, hacen tan buenas predicciones como el mejor econometrista y no sufren ningún problema de autocontrol, dado que siempre escogen lo que es óptimo. Estas criaturas son como el Spock de Star Trek. La gente real, la que yo estudio, se parece más a Homer Simpson, por lo que yo les llamo Homer economicus”, espeta.

Su tono bromista e irónico le han valido una merecida popularidad en su país, especialmente a raíz de su cameo en la oscarizada La gran apuesta, donde, sentado en una mesa de Black Jack, explica en dos minutos junto a Selena Gómez la crisis de las hipotecas subprime. Entre los economistas, en cambio, hace décadas que este profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago es bien conocido por ser pionero en la economía conductual.

El ‘brexit’, un ejemplo de libro

El pasado viernes 24 de junio, el mundo amaneció con una noticia que pocos esperaban: el brexit se había impuesto al bremain.

“Creo que la votación fue un ejemplo de lo que yo llamo una arquitectura de elección pobre, en referencia a la manera en que las decisiones se han diseñado”, explica el profesor Thaler. “La primera mala elección fue de la UE, al no dejar claro cuáles son las normas a seguir si un país abandona la Unión. El ahora famoso artículo 50 solo describe un proceso, no los términos”, subraya.

“El segundo error”, sigue, “fue pedirle a los votantes que decidiesen sobre un tema extremadamente complejo sin tener una idea de cuáles serían los términos del nuevo escenario, si es que llegaba”.

Los partidarios del brexit prometieron que Reino Unido seguiría formando parte del mercado común pero no debería seguir sus normas. “Eso está claro que no va a pasar”, zanja Thaler.

En su nuevo libro, Todo lo que he aprendido con la psicología económica (Deusto), Thaler hace un repaso de cómo ha evolucionado su disciplina en los últimos 46 años. En resumen, ha pasado de ser considerada una sandez a tomarse muy en serio. “Las primeras reacciones de la comunidad científica a mi trabajo eran o bien ignorarlo, o bien buscar todo tipo de excusas para justificar los casos en los que la teoría económica no funcionaba”, recuerda.

Todo cambió con la crisis de octubre de 1987. “La Bolsa cayó un 20% o más en todo el mundo en un solo día en el que, por cierto, no hubo ninguna noticia sobresaliente. No empezó una guerra y no murió líder político alguno: lo único que pasó fue que se derrumbaron los precios. Muchos economistas empezaron a cuestionar sus modelos a partir de ese momento”, apunta. Por supuesto, el estallido de la burbuja tecnológica y la Gran Recesión de 2008 acabaron de evidenciar que algo no funcionaba en la sala de máquinas de la teoría económica.

“Yo no digo que la gente sea irracional”, aclara Thaler, “sino que se comporta de forma muy diferente a la de las predicciones de los modelos económicos. La gente es simplemente humana”, insiste. “La economía no tiene nada parecido a una Ley de la gravedad, no hay verdades absolutas”, ilustra el profesor. “La estructura básica de la oferta y la demanda funciona: si hay escasez de un bien y libertad de precios, lo normal es que estos suban. Los problemas llegan cuando se hacen predicciones más precisas, por ejemplo, que la gente ahorrará exactamente lo que necesite para la jubilación. Esa tarea es difícil tanto a nivel conceptual (¿cuánto necesito?) como motivacional (sé que debo ahorrar, pero quiero una televisión nueva)”.

Como Homer economicus que somos, nuestros valores, deseos, miedos, prejuicios y hasta el estado de ánimo condicionan nuestras acciones. Y eso, por supuesto, complica la tarea de los economistas para tratar de explicarlas. Pareto dejó escrito en 1906: “Llegará un día en que podamos deducir las leyes de las ciencias sociales a partir de la psicología”. La política económica, decía, no sería una excepción. Tras más de 40 años de trabajo, el profesor Thaler ha contribuido a demostrar que Pareto no estaba tan equivocado.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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