TTIP: cuatro meses para salir por la puerta grande o por la trasera
Francia, Alemania y Austria, tres de los más firmes detractores, afrontan elecciones en los próximos doce meses
El entusiasmo de los líderes europeos tras la decisión de la Comisión Europea de relanzar antes de verano las negociaciones para la firma del Tratado de Libre Comercio entre EE UU y la UE (conocido como TTIP por sus siglas en inglés) se ha diluido a medida que se le han ido poniendo palos en las ruedas.
- GREENPEACE
El primer obstáculo surgió en mayo, cuando los estados miembros quisieron aprovechar el rebufo de la visita del presidente estadounidense Barack Obama a Europa para resucitar un tratado incómodo y mal visto a ambos lados del Atlántico y pocos días después se encontraron con la revelación por parte de la organización ecologista Greenpeace de las posiciones americanas, claramente contrarias a las europeas en cuestiones como salud, medio ambiente, alimentación o agricultura. La comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, salió al paso de estas revelaciones y aseguró que ningún acuerdo comercial “rebajaría jamás nuestro nivel de protección de consumidores, seguridad alimentaria o medioambiente. Los acuerdos comerciales no cambiarán nuestras normas sobre organismos modificados genéticamente, cómo producir una carne segura o cómo proteger el medioambiente”, precisó.
- TRUMP Y CLINTON
El segundo ha aparecido con la aceleración de la campaña electoral en EE UU. Los dos candidatos, claramente presionados por la posibilidad de perder votantes, se han posicionado en contra del TTIP con distintos motivos, todos ellos de corte populista. El candidato republicano Donald Trump rechaza los tratados de comercio globales ya que considera que las negociaciones se tienen que hacer país por país para evitar hacer concesiones y ya ha anunciado que si llega al Gobierno, derogará el acuerdo Transpacífico (TTP), aún pendiente de ratificación, que derriba barreras comerciales y no comerciales de doce países (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, EE UU y Vietnam) y no apoyará el TTIP. Por su parte, la candidata demócrata se ha mostrado más cauta y no desprecia el pacto, siempre y cuando cumpla con los tres preceptos que considera innegociables: “Que sirva para crear empleos, que eleve los sueldos y que promueva la seguridad nacional”. La probabilidad de que el acuerdo no lo firme el presidente Barack Obama deja en manos del futuro presidente, cuyo nombre se conocerá el próximo 8 de noviembre, el futuro del Tratado. Trump lo vetará, Clinton lo negociará.
- EL EJE FRANCO-ALEMAN
Por si todas estas complicaciones fueran pocas, la cohesión entre los países miembros de la UE se ha deshecho a medida que se han ido acercando las elecciones en Francia y Alemania y la salida del Reino Unido de la UE, más preocupado ahora en el futuro status quo que tendrá dentro de Europa. El Brexit ha dejado fuera de juego al principal valedor del TTIP.
Las posiciones están muy divididas. Por un lado, España, Italia, Bélgica, Portugal, Dinamarca y Rumanía están a favor de acelerar las negociaciones para tratar de cerrar un acuerdo a finales de este año, siempre y cuando se respeten las propuestas europeas y van a intentar hacer fuerza en la próxima cumbre, prevista para el 22 y 23 de septiembre en Bratislava, para lograr una posición común entre los países miembros y reforzar el mandato que la Comisión Europea dio antes del verano. Hasta el momento se han producido catorce rondas de negociación y el objetivo es convocar otra una vez finalizado el encuentro de Bratislava para tratar de limar asperezas.
En el otro lado, Francia, Alemania, Austria y Holanda rechazan el acuerdo y abogan por empezar de nuevo las negociaciones. Las tres primeras afrontan elecciones en el futuro (abril de 2017 en Francia, septiembre de 2017 en Alemania y octubre de 2016 en Austria) y estás podrían estar detrás del rechazo mostrado por sus principales mandatarios, con muchos matices. El socio de gobierno de Merkel en Alemania, Sigmar Gabriel, fue el más categórico al dar “por fracasadas” las negociaciones del TTIP, alineándose con el resto de gobernantes socialistas europeos que rechazan el Tratado. Unas declaraciones fuertemente contestadas desde su socio de Gobierno, como revelan las declaraciones posteriores de la canciller Angela Merkel, que expuso que las negociaciones no habían acabado y que veía posible la firma del acuerdo. El secretario de Estado de Comercio galo, Matthias Fekl, no lo dio por muerto, pero sí advirtió que veía “desequilibrios evidentes” y que no había reciprocidad en las negociaciones cuando sí la había contemplado en las del acuerdo comercial entre Canadá y la UE. Desde Holanda, las críticas van en la misma línea, al considerar que si no hay concesiones de EE UU, “no será fácil la firma del acuerdo”. En cualquier caso, fuentes comunitarias advierten de que, si finalmente se aprueba el TTIP, se tendrá que ratificar en el Parlamento Europeo, en el Consejo Europeo y también en cada uno de los parlamentos nacionales, si finalmente es un acuerdo mixto (cuando contiene elementos o temas que están fuera de la competencia de la UE).
- CONTRA EL AISLAMIENTO
El acuerdo supondría, según los cálculos de Bruselas, una importante inyección económica y de empleo para los socios comunitarios. En el caso de España se podrían alcanzar los 83.500 nuevos empleos al año durante un lustro y el PIB podría crecer un 0,7% adicional anual a largo plazo. La consecuencia más importante, sin embargo, sería romper la excesiva dependencia comercial de la Unión Europea y el aislamiento del resto del mundo. Los últimos datos de Eurostat aseguran que dos tercios de la ventas de la UE se dirigen a otro país de la misma región económica y que el grado de penetración en emergentes es prácticamente residual. Algo preocupante si se tiene en cuenta que todos los organismos internacionales dan por hecho que el crecimiento mundial procederá de los grandes exportadores asiáticos, como China, Japón, Corea del Sur, Taiwan o Indonesia, y latinoamericanos, como Brasil y México.
Todo lo contrario que lo que sucede en el caso de EEUU, el que el peso de Asia en los intercambios comerciales ha crecido con fuerza desde el estallido de la crisis financiera en 2008. Las exportaciones estadounidenses a esa zona han pasado del 27,8% al 30,4% del total en siete años, mientras que las importaciones han crecido del 39,2% al 44,7% en el mismo período.