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Informática

Un paseo por las profundidades de Netflix

Interxion alberga en Madrid servidores de las principales plataformas de ‘cloud’

Robert Assik, director de Interxion en España, en el centro de Madrid.
Robert Assik, director de Interxion en España, en el centro de Madrid.Manuel Casamayón

Cuando un internauta da al 'play' para ver una película o una serie en Netflix, en el centro de datos Mad2 de Madrid se desencadena un ir y venir de información a través de manojos de millones de cables y microchips. El operador que sumistra internet a ese usuario manda el mensaje al gigante norteamericano que quiere disponer de un contenido concreto y este acude a su biblioteca en la nube para ofrecérselo. Es en los servidores que alberga la multinacional Interxion en este edificio de la capital de España donde se encuentran las telecos y las puntocom para que el usuario final pueda disfrutar del contenido.

No es Netflix la única gran empresa del cloud computing que ha elegido estas instalaciones para alojar sus equipos, aunque la mayoría prefieren guardar el anonimato. Amén de estar presente en 11 países de todo el mundo, Interxion abrió su primer centro en Madrid en el año 2000 al que se sumó un segundo en 2012, donde está Netflix.

Los 15.000 metros cuadrados de ambos edificios tienen algo de búnker. Para entrar en cada una de salas, que se distribuyen a lo largo de sus ocho plantas de altura, se requiere la identificación personal a través de la huella dactilar. Una vez dentro, los servidores se disponen en hileras de bastidores cerrados en cubículos herméticos con análogos sistemas de seguridad. No es suficiente para algunas compañías que recubren sus equipos en una jaula, de la que deciden también el espesor de la malla.

Interxion se limita solo a aportar medidas de seguridad físicas a las compañías que deciden alojar sus servidores en sus dependencias. Además de los controles de acceso por tarjeta personal y huella dactilar, el centro de datos cuenta con un sistema cerrado de televisión y de videovigilancia. La prevención de otro tipo de ataques, como el hackeo, corre por cuenta de cada una de las compañías que están en el centro.

La seguridad no es la única razón para encerrar los servidores en espacios herméticos, la temperatura también juega un papel importante. El correcto funcionamiento de los equipos requiere que estén a una temperatura inferior a los 18 grados. Por ello, un espacio de un metro de profundidad separa el suelo de cada piso del forjado, donde se encuentra un sistema de refrigeración que expide aire frío a cada uno de estos cubículos. Como si de un ordenador de sobremesa se tratase, el trabajo 24 horas al día de los servidores genera importantes volúmenes de aire caliente. Se expulsa por la parte trasera hacia unos pasillos de calor que pueden superar los 60 grados y donde el mismo sistema de ventilación lo vuelve a captar.

Para Interxion, refrigeración es igual a energía eléctrica. Lo cuenta su directora de Márketing en España, Raquel Figueruelo, que explica que el centro está dotado con una doble acometida eléctrica de 30 megavatios –suficiente para iluminar una ciudad de 150.000 habitantes– que provienen en su totalidad de energías renovables. En caso de un corte eléctrico, el edificio tiene un sistema de generadores en la azotea que garantizaría que no afectase al usuario final.

“El riesgo cero no existe”, admiten desde Interxion, cuya estrategia para evitar posibles fallos es redundar todos sus sistemas: desde los eléctricos hasta la ventilación. El problema estriba en la alta exigencia del usuario digital por los servicios en la red. “Si se te va la luz y se te estropea la comida del frigorífico, lo asumes. Pero no aceptas no poder usar Whatsapp o no tener tu película de Netflix”, comenta el director general en España, Robert Assink.

Es precisamente esta alta exigencia de los internautas lo que provoca que gigantes del negocio cibernético, como Netflix, distribuyan sus servidores por los distintos países. Así, que el punto de conexión entre los operadores de internet y Netflix esté en suelo nacional y no en California –donde está su sede– acorta los tiempos de espera del usuario para que se le descargue el contenido.

Dentro de esos espacios estancos la oscuridad solo se rompe por el incesante parpadeo de los pilotos de los servidores. Sobre ellos discurren manojos de cables que no se pueden ni abarcar con los brazos. Y por encima de todo, reina un ruido ensordecedor.

“Hacemos de la nube algo palpable y no etéreo”

En los 16 años de Interxion en España los centros de datos han cambiado mucho. En el año 2000 unas instalaciones como las que tienen en Madrid necesitaban unos 1.000 vatios de potencia por metro cuadrado. En 2016, esto se ha reducido a 200, según indican en la propia compañía. Entre tanto, se ha desarrollado la nube o cloud computing, un sistema de almacenamiento de datos en red.

Como en el caso de Interxion con Netflix, los centros de datos han pasado de albergar en sus servidores los datos de las compañías a ser los lugares que reciben las peticiones de los usuarios para buscarlo en la nube. No en vano, el cloud computing representa el 40% del negocio del grupo en España.

Sin embargo, Robert Assik, director general de la compañía en España, no cree que la nube vaya a copar el futuro. Apuesta por el cloud hybrid, es decir que los servicios en la nube se combinen con un componente físico. “Nuestro trabajo es hacer de la nube algo palpable y no etéreo”, comenta.

Parece que la reconversión no ha afectado al negocio de Interxion. La empresa, que cotiza en Wall Street, ha encadenado desde 2006 28 trimestres consecutivos de crecimiento tanto en sus ingresos como en su ebitda. Assik explica que el único cambio está en a quien facturan: “Antes era a una empresa concreta y ahora a gigantes, por ejemplo Amazon o Microsoft”.

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Sobre la firma

Álvaro Bayón
Redactor de la sección de empresas especializado en operaciones corporativas, banca de inversión y capital riesgo. Graduado en Estudios Hispánicos por la Universidad Autónoma de Madrid y Máster en Periodismo UAM-El País, ha desarrollado toda su carrera en Cinco Días, donde trabaja desde 2016.

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