Buscar la rentabilidad con los tipos en cero
Los estrechos márgenes con los que las condiciones del mercado y el entorno de tipos cero obligan a operar a la banca han impactado de manera determinante en su escaparate de ofertas, que se ha reorientado bien hacia nuevos productos, hacia servicios más completos o incluso a desempolvar otros que hacía tiempo que no estaban en la primera línea de sus estanterías. La profunda política de estímulos pilotada por el BCE, con los tipos prácticamente en negativo y sus compras masivas de deuda soberana ha cumplido con su objetivo inicial de hacer más barato el recurso a los fondos en forma de crédito. Sin embargo, también se ha producido un efecto bumerán al hacer caer a mínimos la rentabilidad de los productos que tienen su razón de ser en el ahorro.
En este escenario, a las entidades financieras se les complica la posibilidad de ofrecer productos que estimulen al cliente en términos de rentabilidad, y más cuando se trata de pequeños ahorradores de perfil conservador. Por un lado, los clásicos depósitos apenas rentan y solo la ausencia de inflación hace que, más bien al contrario, no tenga coste guardar el dinero en el banco. De hecho, los depósitos a plazo siguen en el escaparate solo por la querencia de unos ahorradores resignados a aparcar el dinero y nada más. Pero esto significa también que las entidades deben hacer un sobreesfuerzo con nuevos productos y ofertas que reestimulen al pequeño inversor.
Los depósitos tradicionales, a pesar de todo, siguen siendo el principal destino del ahorro conservador de los españoles, con casi medio billón de euros, aunque la rentabilidad esté en un reducido 0,15% en el mejor de los casos para los depósitos a plazo. Al tiempo, los estructurados, una alternativa a los clásicos, también sufren en sus expectativas de rentabilidad por las turbulencias de los mercados y los expertos reconocen su declive.
Si la decisión del ahorrador es seguir dejando su dinero en el banco, las cuentas de ahorro proporcionan algo más de rentabilidad que las imposiciones a plazo, pero de la mano de contrapartidas como la domiciliación de la nómina, una puerta a productos con más valor añadido para el banco que un depósito a plazo, que no genera ingresos por comisiones a la entidad.
Los productos ligados a la renta variable no dan garantías al ahorrador más conservador por la incertidumbre del mercado, dominado por escenarios como el brexit en Reino Unido, las dudas sobre la evolución del precio del petróleo e incluso el resultado electoral en Estados Unidos, por no hablar, en términos internos, del ya larguísimo periodo de estancamiento político que ha hecho de todo menos favorecer el ánimo del pequeño inversor. De este modo, la aversión al riesgo sigue al alza, hasta el punto que las entidades han llegado a recuperar los fondos garantizados para ponerlos en la primera línea de un escaparate en la que no aparecían hacía años. Esta es la apuesta comercial más clara de los bancos, junto a los fondos de rentabilidad objetivo a plazos largos, que alcanzan hasta los ocho años, unos extensos periodos que vienen impuestos por ese escaso rendimiento de la deuda. Pero el ahorrador habrá de tener en cuenta que los bajos tipos también están cercando a este producto, y más habida cuenta de que no se esperan cambios bruscos en la política de tipos. En cuanto a los fondos mixtos, la gran apuesta comercial del pasado año de la mano de algo más de riesgo para ganar rentabilidad, los reembolsos que se están produciendo son un aprueba más de cómo ha crecido el ahorro conservador.
Por el lado del activo, las hipotecas brillan ahora que el mercado inmobiliario comienza a levantar el vuelo. Tras la fuerte caída del euríbor, las entidades centran actualmente su ámbito de actuación en las hipotecas fijas y las mixtas. El entorno obliga a pensar en que, en el futuro, los tipos de interés solo pueden subir, lo que sirve de reclamo para el cliente aunque ese momento aún se vaya a hacer esperar.
De cara al cierre del año, y mientras los bajos tipos de interés sigan anulando la rentabilidad de los más tradicionales, la banca parece obligada a hacer un esfuerzo de imaginación y renovar sus productos para mejorar márgenes, porque el pequeño inversor va a examinar las ofertas con el objetivo de arañar la cada vez más escasa rentabilidad.