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Tribuna
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Los accionistas también se pueden indignar

En los últimos años ha habido ‘revueltas accionariales’ en varias empresas británicas

Los cuatro principales informes técnicos sobre las causas de la crisis financiera y económica realizados a ambos lados del Atlántico en el período 2009-2011 coinciden en que, entre otras causas, hubo una profunda crisis de valores que favoreció los comportamientos que condujeron a la catástrofe. Esta descomposición moral, como alguno de estos informes la ha denominado, se vio favorecida por problemas en la gobernanza corporativa de muchas entidades financieras. Tanto el europeo Informe De Larosière, como el del Congreso estadounidense, el del Althingi islandés o el de la Comisión británica sobre Estándares Bancarios, señalan que la gobernanza (el proceso de toma de decisiones y su control efectivo) de estas instituciones ha sido en el pasado “pobre” y con defectos.

Fruto de estos defectos, hasta muy recientemente casi no hubo whistleblowers, trabajadores que denunciasen a las autoridades competentes las manipulaciones de mercados (líbor, euríbor, tipo de cambio, etc.) y las actuaciones corruptas. También se puso en duda la independencia de los consejeros no ejecutivos de los consejos de administración, y se señaló la necesidad de reforzar su capacidad de controlar de forma efectiva a la dirección de las entidades.

Sin embargo, la cuestión que explica en mayor medida esta pobre gobernanza es otra: la debilidad de los accionistas y tenedores de bonos o, en palabras de la Comisión británica, su “silencio”. Este les impide controlar la estrategia y políticas de actuación de la entidad de la que son propietarios, o a la que financian en gran medida. La dirección de una sociedad compleja puede tener intereses diferentes a los de los propietarios, algo estudiado teóricamente bajo el nombre de problema de agencia. Por ello, una actitud dinámica y activa de los propietarios de acciones y bonos puede controlar, cuando se den, los impulsos cortoplacistas de un equipo directivo concreto.

La toma de conciencia de los propietarios de las empresas cotizadas en Bolsa, su corresponsabilidad en las decisiones de sus empresas, se está realizando de forma paulatina (como pueden evidenciar los informes US-SIF o los estudios de KPMG sobre inversión responsable), y se espera que se acelere en los próximos años. Otro ejemplo de esta tendencia es que durante el primer semestre de 2016 las juntas generales de accionistas de algunas grandes empresas cotizadas, especialmente en Reino Unido, han visto enérgicas protestas de muchos pequeños accionistas. En los últimos años, ha habido revueltas accionariales (curioso término, empleado por la prensa, para referirse a las decisiones de los accionistas) en Angloamerican, Aviva, Betfair, BP, Burberry, RBS, Foxton, entre otras.

"Tras un periodo de propietarios silenciosos, podríamos entrar en una época de silenciados"

Un caso paradigmático ha sido la junta de accionistas de abril de 2016 de BP. En ella, los propietarios del 60% de las acciones de la compañía desautorizaron la política de remuneraciones de la alta dirección, votando en contra de la propuesta de su CEO. Entre los argumentos escuchados hubo menciones al entorno general de austeridad y a los esfuerzos realizados por el conjunto de la sociedad (incluida la gran mayoría de pequeños accionistas) en ese sentido. La votación no era vinculante y la dirección no pareció entender el mensaje de los propietarios, continuando con la política de remuneraciones rechazada. Tras un período de propietarios silenciosos, podríamos entrar en una época de propietarios silenciados (o, al menos, no atendidos).

Sin embargo, ignorar a los accionistas minoritarios por mostrar unas preferencias contrarias a las de la dirección no parece un camino aconsejable en el medio plazo: su indignación puede tener mucho recorrido empresarial y político. De hecho, es probable que el evidente problema de agencia que revela el caso de BP haya sido un factor importante para que la primera ministra Theresa May haya priorizado en su agenda interna para el post-brexit el control de la remuneración de los altos ejecutivos, que considera en muchos casos desalineada con respecto a los intereses a largo plazo de los propietarios.

Considerando el papel pionero de Reino Unido en asuntos financieros, en los próximos años seguramente veamos situaciones similares en la Europa continental; si así ocurre, habremos empezado a corregir uno de los fallos del sistema que nos condujeron a la crisis.

Mikel Larreina es profesor de finanzas de Deusto Business School.

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