Así hacen tus emociones que pierdas dinero en la inversión
Cuanta más información se genera sobre un tema, más tienden los inversores a reaccionar de forma irracional
El ser humano es un ser irracional, cuyas decisiones, en muchos momentos, se basan más en sus emociones, creencias y sentimientos más que en la fría lógica. Lo que en el día a día puede dar lugar a una persona cálida y, de hecho, considerada más "humana", en el mundo de las finanzas puede ser un importante lastre que haga que el inversor tome decisiones irracionales o desacertadas.
El mayor ejemplo de este ilógico comportamiento son las enormes burbujas y los episodios de pánico bursátil que se producen sobre los parqués. "Es necesario identificar las fases en los que los mercados están dominados por las emociones porque generan una volatilidad que es posible aprovechar", explica Ana Cuddeford, especialista de inversiones del equipo de multi-activos de la firma M&G.
De forma habitual, explica Cuddeford, estas fases irracionales del mercado se distinguen porque los medios y los inversores se encuentran tremendamente focalizados en un único tema, ya sea positivo o negativo, haciendo que, a ojos del resto, resulte más atractivo o peligroso. Cuando esto ocurre, las respuestas que los gestores e inversores dan acerca de sus decisiones suelen antojarse inconsistentes, lo que se refleja en un mercado que no actúa con racionalidad. Por último, cuando esta situación llega a su culmen, se producen rápidas variaciones en las cotizaciones de los activos.
Según la experta, estas son los tres sesgos emocionales que interfieren entre un inversor y su respuesta racional a los movimientos del mercado:
- Sesgo de negatividad:
El estudio de los mercados ha demostrado, según Cuddeford, que los inversores recuerdan mucho más los episodios negativos que los positivos, lo que genera una inversión al riesgo contraproducente para la toma de decisiones lógicas. "Se necesitan cinco recuerdos positivos para borrar uno negativo. Esto provoca que la gente prefiera saber qué dinero va a ganar, aunque sea mucho menos, que asumir un poco de riesgo", señala la experta.
- Sesgo de familiaridad:
Los inversores tienden a sobreponderar en su cartera las acciones del país en el que vive porque le son más familiares, entendiendo por ello que conoce mejor su funcionamiento y valor real. Reflejo de ello es que en España el 86% de posiciones de la cartera de un inversor particular esté referido a empresas que cotizan en el país, un porcentaje superado por Japón, donde la cartera de los minoristas está orientada en un 92% a firmas japonesas. "Los inversores se creen que las conocen, pero las empresas ahora son internacionales y lo que sepamos por el mercado nacional es una parte ínfima", advierte Cuddeford, que señala también que este sesgo impide que los inversores aprovechen oportunidades muy buenas fuera de su mercado.
- Sesgo de confirmación:
Es, quizá, el sesgo que genera el más conocido de los comportamientos irracionales, el que deriva en el llamado comportamiento rebaño. "Es lo que hincha las burbujas y los episodios de pánico. Los inversores buscan reafirmación en otros de sus creencias bursátiles y unos con otros se van alimentando y alejándose de las decisiones lógicas que les llevaron a decidir invertir o no en determinados activos", analiza Cuddeford.
Contra la presión de las emociones, que aumenta conforme el flujo de información se hace más intenso, la experta de M&G sostiene que la disciplina en la toma de decisiones es el mejor aliado del inversor. "Debe marcarse unas pautas a la hora de valorar los activos y seguirlas siempre", señala Cuddeford.
Para la gestora, es necesario empezar por una evaluación de los precios de los activos seguido de un análisis de los fundamentales que los mueven. Una vez que se ha dado este paso, se realiza una evaluación táctica sobre la volatilidad del mercado, para ver si los movimientos se producen conforme a los fundamentales, o si son por irracionalidades en el comportamiento de los inversores. Por último, llega el momento de construir la cartera, fijando unos objetivos respecto al riesgo asumido.