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Tribuna
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Por qué contratar un plan de pensiones

Permiten pagar menos a Hacienda o recuperar parte de lo retenido, aunque eso exige asesoramiento sobre cuánto aportar según nuestros ingresos

Quien más o quien menos ha oído hablar de los planes de pensiones y otros productos del sector asegurador, como los planes de previsión asegurados, y tiene una idea más o menos fundada de su utilidad para el ahorro a largo plazo y para complementar nuestros ingresos cuando nos jubilemos. El sistema público de pensiones no da para más y como después de nuestra jubilación esperamos vivir muchos años, queremos disfrutar sin estrecheces.

Dentro de poco tiempo estas herramientas de ahorro tendrán liquidez a los 10 años y tienen la ventaja de se muy fáciles de gestionar: si nos equivocamos en la elección o queremos cambiar nuestro perfil de riesgo, podemos cambiar de plan sin costes y traspasarlo entre entidades o aseguradoras para buscar la mejor gestión de nuestro ahorro. También podemos traspasar nuestro ahorro a los herederos que deseemos, realizando una gestión activa de nuestra sucesión, pero decidiéndolo en vida, que es lo importante. Es imprescindible valorar si debemos recoger todos los derechos consolidados o dejar parte o la totalidad a nuestros herederos (que indudablemente tributarán a tipos inferiores a los que se realizó la reducción de las aportaciones) y tener en cuenta todas las alternativas existentes para obtener la máxima rentabilidad fiscal. Además, existe una oferta para cada persona y cada vez es más fácil informarse y contratarlo, incluso por internet.

Recordemos que uno de los principios más importantes es recoger los beneficios fiscales lo antes posible y diferir el pago de los impuestos al mayor plazo. Entonces, ¿por qué no dejar parte del ahorro generado en nuestra vida laboral a nuestros hijos o nietos?

Quien hasta ahora no haya encontrado aún razones suficientemente convincentes debería reflexionar sobre la siguiente idea: los planes de pensiones nos permiten pagar menos a Hacienda o incluso recuperar una parte de lo que nos han retenido. Eso exige cierto asesoramiento sobre las aportaciones que debemos realizar anualmente en función de nuestros ingresos.

Siempre hay momentos en el año propicios para contratar uno u otro producto financiero. En estas fechas, en plena campaña de la Renta, estamos especialmente sensibilizados. Sobre todo si la declaración ha resultado positiva, nos ha dado por comprobar las retenciones que nos han practicado a lo largo del año pasado y hemos visto que la factura fiscal ha sido cuanto menos más alta de lo que nos hubiera gustado. Es el momento de valorar las alternativas para rebajarla, pero será ya la del próximo año porque lo que hacemos en época de Renta es regularizar nuestra situación personal con Hacienda, pero del ejercicio fiscal terminado hace seis meses.

No hay muchas alternativas para rebajar la base imponible del IRPF y las opciones cada vez se reducen más. Únicamente los planes de pensiones, los planes de previsión asegurados (sus homólogos del sector asegurador) y los seguros de dependencia son las alternativas existentes y en la mayor parte de las ocasiones no los utilizamos con la suficiente efectividad para obtener la mayor rentabilidad financiero fiscal. Es en esos momentos cuando podríamos estar tentados de dar la razón a quienes opinan que los planes de pensiones son productos que no están bien gestionados, que su rentabilidad deja mucho que desear, que en el momento de la aportación sí son interesantes, pero son también los que más gravan el ahorro cuando tenemos que recoger sus derechos consolidados, etc.

Nada más lejos de la realidad. Habitualmente no sabemos cómo maximizar la rentabilidad de estos productos. Ni en los momentos de las aportaciones ni en los de recogida nos paramos a realizar una mínima planificación fiscal. Como las que hacemos todos en nuestras casas a fin de mes, pero con un cierto componente fiscal.

Desde el momento en que realizamos la primera aportación a un plan de pensiones deberíamos empezar a planificar las implicaciones fiscales de la retirada de los derechos consolidados. Nos cuesta ejercer de buenos ahorradores, pero ¿qué ocurriría si la devolución del IRPF se reinvirtiera en un producto como los planes de pensiones, que nos proporcionan desgravación fiscal? Es sencillo verlo: un tipo marginal de un 30% significa que, por cada 1.000 euros que aportemos a un plan de pensiones, nuestra factura fiscal se reducirá en el mismo porcentaje, en este caso, 300 euros.

Un participe que invierta 3.000 euros en su plan de pensiones reducirá su factura fiscal en 900. De momento (y ahí está la oportunidad), tiene una rentabilidad fiscal de un 30%. Pero si además reinvierte esos 900 euros, estará generando una nueva rentabilidad fiscal del 30% (esta vez sobre los 900). Esto permitirá incrementar la rentabilidad total de nuestro ahorro o reducir el esfuerzo de ahorro para el próximo año, o ambas cosas a la vez.

La reinversión de la desgravación obtenida con la aportación, junto con la realización de un análisis de las retenciones practicadas para ajustar la cantidad a aportar en cada ejercicio fiscal nos permitirá maximizar las aportaciones a estas alternativas de ahorro para reducir nuestra factura fiscal y maximizar la rentabilidad total del ahorro realizado. Si a estas alturas algún contribuyente tiene dudas sobre el papel de los planes de pensiones, podemos volver al principio: ¿podré mantener mi nivel de vida con mi pensión de jubilación?

Antonio Benito es director de formación CNP Partners.

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