En busca de fondos para I+D e impulsar patentes
La universidad recurre a nuevas fórmulas de financiación por la menor inversión pública.
Es científico y una singular idea asalta su cabeza. Se sumerge durante años en una larga investigación, protege su invención, pero no termina de dar el salto para su explotación, sea a través de licencias o de empresas creadas en el propio campus (spin off), aunque sabe de sobra que el retorno y los beneficios sociales están precisamente en la transferencia de ese conocimiento. Aquí radica el principal obstáculo.
Las universidades públicas han intensificado en los últimos años su espíritu innovador y la transmisión de saberes, con una mejora del 7% con respecto a 2015 pese a los recortes en I+D, lo que se refleja en el fuerte crecimiento de patentes, revela el reciente informe U-Ranking sobre los mejores centros de educación superior, elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA.
“Confluyen dos factores. Por un lado, es una reacción a la reducción de la financiación que se anticipa como permanente a medio plazo. Por tanto, la transferencia es la única que queda para restablecer cierto nivel de ingresos. Y, por el otro, es fruto de una tendencia previa a la crisis de reforzar el valor de esta misión de las universidades, que han entendido que la contribución al tejido productivo pasa por un mayor contacto con las empresas, políticas de cofundación de spin off y el refuerzo del emprendimiento”, considera Joaquín Aldás, profesor de la Universidad de Valencia y autor del estudio.
Los docentes son cada vez más conscientes de la importancia de patentar y vender sus inventos
El avance se constata principalmente en las universidades altamente especializadas, como las politécnicas, con mayores recursos financieros, una oferta centrada en ramas de enseñanza específicas, situadas en entornos de elevada renta per capita y mercados de gran tamaño, resalta el informe. Por tanto, no es de extrañar que, en la evaluación sobre el rendimiento en innovación y desarrollo tecnológico, figuren este año la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), la Politécnica de Valencia (UPV) y la Politécnica de Madrid (UPM), siendo esta última la líder en el registro de derechos de propiedad industrial, según la Oficina de Patentes y Marcas (OEPM).
“Se patenta mucho, porque se licencia más. Las politécnicas son, por su propia configuración, las que más solicitan; son invenciones muy cercanas al mercado y muy demandadas por la empresa”, comenta Nuria Marcos, directora general de Pons Patentes y Marcas Internacional.
La obtención de recursos se materializa por tres vías: mediante la transferencia; la instauración de spin off, y programas autonómicos, estatales (como los que convoca el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, CDTI), y europeos y fondos internacionales, que han compensado la caída de los presupuestos locales. La constitución de consorcios entre universidades y empresas es otra fórmula que se emplea con éxito para acceder a los “fondos millonarios” de la Comisión Europea (CE), agrega Carlos Andreu, profesor de EAE Business School.
“Con la crisis y la disminución de la inversión en I+D, uno de los recursos más interesantes para obtener financiación es el dinero que viene de la CE a través del programa Horizonte 2020. Además de apreciar la excelencia en la investigación, valora la protección y estrategia de la propiedad intelectual”, apunta Patricia Ramos, directora del área de patentes de Pons Patentes y Marcas.
Para Nuria Marcos, la dificultad siempre ha estado en el traspaso del conocimiento. Es decir, que el sector empresarial busque la tecnología que demanda en las universidades para que estas recuperen la inversión, sigan innovando y beneficien a la vez a la sociedad con la creación de productos y servicios. De ahí, el interés creciente de las universidades. “Ahora, el fin es la transferencia”, afirma.
Aunque el profesor Joaquín Aldás avisa de que esta compensación solo puede ser efectiva a corto plazo. “La investigación es dinámica y sin la incorporación de nuevos investigadores, el stock de conocimiento y capital construido en el pasado se irá devaluando progresivamente”. Así, el desafío está en recuperar la financiación, vincularla a objetivos concretos, a líneas de desarrollo científico prometedoras y a un estricto control de resultados, opina.
- Una cuestión de cultura
Por eso, las universidades matizan que esa intensidad innovadora no responde tanto a los recortes, sino al aumento de la cultura de transferencia tecnológica. Así, por ejemplo, en los últimos años han protegido con recelo los resultados de sus investigaciones, invertido en infraestructuras y técnicos cualificados, y los docentes han sido más conscientes de la importancia de patentar y vender sus inventos.
A esto se suma la exigencia europea de impulsar la transferencia en los proyectos de investigación, lo que ha influido en la creación de un nuevo puesto, el de gestor de I+D+i. “Es un perfil que cataliza los procesos de I+D en entidades públicas y privadas, con conocimientos administrativos, técnicos y sobre todo ayudas nacionales y europeas. Es el nexo de unión entre la investigación y la gestión para que los resultados lleguen al mercado”, explica Eduardo Gómez-Pinto, responsable de gestión de Innovation Practitioners, un plan de formación en este tema de Pons Escuela de Negocios.
Las politécnicas figuran en los primeros puestos en cuanto a rendimiento en desarrollo tecnológico
No obstante, reconocen que la reducción de los presupuestos tanto de las comunidades autónomas como del Gobierno central se ha compensado con dinero europeo. O mediante donaciones o patrocinios, como sucedió en la Universidad Complutense de Madrid, que introdujo a principios de año una norma específica para regularizar, por un lado, una actividad que ya se hacía en la práctica (este centro ya participa en una treintena de cátedras extraordinarias con varias fundaciones) e impulsar, por el otro, la colaboración externa con organismos públicos y privados, explica Isabel Fernández, vicerrectora de relaciones institucionales. Aunque su aporte es todavía muy bajo: solo el 0,6% de los recursos llegan por esta vía, puntualiza.
Con todo, la transferencia tecnológica a las empresas es aún muy pequeña en España respecto de los socios comunitarios. La solicitud de patentes bajó un 5% el año pasado frente a 2014, hasta los 2.882 registros, una evolución negativa que se observa desde 2008. “Los retornos son muy pequeños porque los niveles de protección son también pequeños y hay pocas licencias”, critica Ramos.
La situación puede empeorar el próximo año, advierte Nuria Marcos. El aumento del déficit augura un nuevo recorte presupuestario en I+D, lo que se agravará el próximo año con el cambio legislativo en 2017. “La nueva ley de patentes endurece los requisitos de concesión, ya que las universidades tendrán que presentar un examen potente y deberán pagar el 50% de las tasas, de las que hoy están exentas, lo que puede influir en un descenso del número de solicitudes”, concreta.
El peso privado
En la Universidad Politécnica de Madrid, el 40% de los recursos procede del sector privado. Pero los fondos de programas internacionales ya suponen casi el 30%, como los de Horizonte 2020 o la Agencia Espacial Europea, informa Asunción Gómez, vicerrectora de investigación, innovación y doctorado de este centro de estudios. En tanto, los ingresos por contratos empresariales (más de 1.000) ascienden a unos 30 millones de euros anuales, de los cuales el 30% proviene de capitales externos, añade.
La UPM recibió el año pasado 14,6 millones de programas en el exterior, 17,6 millones de planes nacionales, tres millones de los regionales y 21,5 millones por contrataciones con empresas, especialmente para las áreas de ingeniería, TIC, energía, biotecnología y nuevos materiales. Aunque el retorno por la explotación de licencias en solitario supera apenas los 300.000 euros anuales. Gómez matiza que los contratos ligados a este proceso, que incluyen consultoría y formación, pueden superar los dos millones.
La Politécnica de Cataluña ha registrado en los últimos cinco años un total de 343 patentes, según su vicerrectora Esther Real. Si bien en 2015 solicitó 47 (25 nacionales y 22 internacionales), no figura entre las cuatro primeras del ranking de la OEPM, ya que irrumpió ese año la Universidad Rey Juan Carlos, que ocupa hoy la tercera posición tras la UPM y la Universidad de Sevilla, que escaló del tercer al segundo lugar. Y es la Politécnica de Valencia la que despojó, finalmente, al centro barcelonés del cuarto lugar que presumía el año anterior.
Gracias a su actividad de transferencia e investigación, obtuvo 62 millones en 2015 para las áreas de telecomunicaciones, electrónica, salud, energía, química y construcción, y colabora con más de 2.000 empresas. Además, creó ese mismo año 11 startups y seis spin off. En este sentido, el establecimiento de spin off participadas ha sido una de sus apuestas clave: tiene en cartera 25 firmas, con una participación que oscila entre el 3% y 10%.
"Debemos incrementar la transferencia de conocimiento a partir del diseño de políticas proactivas: mejorando nuestra capacidad de ofrecer soluciones a la empresa, llegando a acuerdos entre la universidad y la empresa de larga duración y amplio alcance que permitan consolidar relaciones estables y abriendo vías de transferencia para las pymes", sugiere Real, entre los retos. Esta universidad apuesta desde hace ya unos años por aumentar el servicio a la empresa a través de un centro tecnológico propio, CIT-UPC.
Pero la más activa en el entorno europeo es la Universidad Autónoma de Barcelona, con 18 solicitudes, según la Oficina Europea de Patentes, centrada en biotecnología y TIC. El año pasado captó 1,5 millones de fondos privados, incluyendo ingresos por royalties y convenios asociados a las patentes, señala Lluís Tort, vicerrector de proyectos estratégicos y planificación. Mientras que en la Universidad de Sevilla la media es de unos 25 millones, destacando las ingenierías y las ciencias, detalla José Guadix, director general de transferencia.
Este nuevo modelo de financiación mixto, con una motivación de negocios detrás y que es positivo según los analistas, evidencia la filosofía anglosajona que comienza a importar la universidad española en su interés de implantar un ecosistema de empresas alrededor de sus campus, como ocurre en la Universidad de Oxford, en Reino Unido, o en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos
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