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Inteligencia directiva e internacionalización

La inteligencia directiva consiste en la capacidad de comprender y resolver los problemas de la organizaciones. Es una habilidad que se concreta en la definición de la estrategia, la innovación y el desarrollo de nuevos mercados. La materia prima de la que se nutre es la información, que sirve para la toma de decisiones. La inteligencia directiva promueve que el ciclo de gestión de la información sea recurrente, esté saneado y conecte los intereses de los stakeholders con aquellos propios de los accionistas. El ciclo gira en torno a tres elementos, que son las fuentes (información), la capacidad de análisis (inteligencia de negocio) y la acción (la transformación de la estrategia en decisiones concretas). Es la nueva tarea directiva. En un reciente desayuno organizado por la Asociación para el progreso de la dirección (APD), se ha abordado el impacto de la inteligencia competitiva en los mercados internacionales. Comparto mis notas.

“La inteligencia crea mercados nuevos”. La información nos permite conocer cuánto y cómo se consume un producto o se demanda un servicio. Permite romper con los modelos conservadores de gestión y reducir los costes de transacción. Aquí se valora la tarea de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, que en palabras de su presidente – José María Marín Quemada – contribuye a las reformas estructurales con “transparencia, rigor e independencia”. Carles Lloret, managing director South Europe de Uber, es más atrevido: “la inteligencia acaba con los mitos del statu quo”. El capitalismo creativo se sustenta sobre la adquisición de información y las nuevas ideas.

“La colaboración pública y privada”. Las redes de información de los Ministerios, sobre todo Exteriores, Economía y Defensa, conviven con los informadores de las empresas privadas. Sería bueno establecer protocolos de colaboración para que la información de primera mano redundará en una mejor internacionalización de las compañías españolas. Es el primer paso para la excelencia en la globalización.

“La inteligencia concluye cuando se toman decisiones concretas, transformadoras”. El resultado puede ser la creación de una campaña de relaciones públicas para cambiar un estado de opinión, el intento de presionar al regulador, la transformación de un modelo de negocio o, aún más simple, no hacer nada. Si sabes de antemano que las circunstancias del concurso público o la licitación no te son favorables, puedes ahorrar muchos esfuerzos antes de lanzarte a los mercados internacionales.

“La inteligencia no consiste en adivinar el futuro”. Los cisnes negros y los rinocerontes blancos nos recuerdan cada día que no podemos prever el futuro. No obstante, podemos analizar los principios que rigen en una economía vecina, preparar al personal para unos escenarios u otros, articular soluciones en caso de emergencia, comprender el fundamento cultural de un país, entre otras propiedades.

“La inteligencia no sirve para la elaboración de doctrina o teoría económica”. La acción parte de un actor específico, concreto, circunscrito a una realidad. Frente a lo que se le exige a la ficción o a la literatura académica, en los mercados exteriores, algunas decisiones o acciones pueden carecer de sentido. Las externalidades, la teoría de la agencia o el síndrome de Casandra demuestra que, a menudo, las decisiones no son racionales.

“El idioma de la inteligencia es social”. Consiste en la mezcla agitada de conocimiento intelectual (historia, economía, política), la empatía y la gestión de la comunicación intercultural, y una suerte de intuición, ese don inclasificable para los negocios internacionales.

En síntesis, la inteligencia directiva no es más que la aplicación práctica de aquel viejo axioma: para triunfar en la vida, solo necesitas sentido de la geografía para saber dónde estás tú, dónde está el otro y qué distancia media entre ambos. Para eso, sin duda, requerimos de inteligencia.

Seguimos la conversación en @juanmanfredi

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