Luces y sombras del TTIP (distingamos proceso y proyecto)
El Tratado de Libre Comercio EE UU y Unión Europea (TTIP) ocupa estos días un lugar importante en la política española por la publicación por Greenpeace de varios documentos de la negociación que contienen las posiciones de las dos partes sobre muchos de los temas discutidos.
Estos documentos han dado lugar a opiniones decididas y sin matices a favor y en contra del propio tratado, explicadas –en parte– porque la liberalización del comercio internacional es una cuestión con un importante componente ideológico. Sin embargo, recordemos que se trata de una disciplina jurídica compleja, consecuencia de la necesidad de buscar soluciones a conflictos reales sufridos por exportadores de todo el mundo.
La posición más razonable puede ser reconocer que se trata de un acuerdo con luces y sombras, con graves riesgos y consecuencias potencialmente positivas y necesitadas para nuestra sociedad. La gravedad de estos riesgos hace más importante que tengamos un marco analítico básico del proceso negociador y del contenido potencial del acuerdo. Veamos primero el proceso, después el contenido.
La negociación y los documentos publicados. La negociación del TTIP se desarrolla mediante una serie de encuentros periódicos donde los equipos negociadores van cruzando propuestas. Cada propuesta contiene elementos técnicos muy complejos y sensibles que los negociadores tienen que consultar con expertos e interesados. Las propuestas de ambas partes se van fusionando en unas versiones consolidadas, que no son acuerdos, sino formas estructuradas de análisis. Estas versiones consolidadas han sido las reveladas por Greenpeace. Muestran la dura posición negociadora de Estados Unidos, pero no se trata del contenido final.
El proceso de negociación no está siendo transparente. Además, la obsesión por la transparencia ha generado una cacofonía de fuentes de información nada útil. Los papeles de Greenpeace son un elemento positivo para la opinión pública, y puede serlo para la Comisión Europea, que podrá emplear la preocupación generada para persuadir a Estados Unidos de que acepte acuerdos que quizá de otro modo no aceptaría.
No debemos, sin embargo, cometer el error de examinar el contenido del TTIP solo por su deficiente proceso negociador. El resultado será ampliamente examinado y si no es aceptable, hay herramientas democráticas y legales para denunciarlo y evitar que entre en vigor.
El contenido. Los documentos filtrados y la posición europea. El propósito declarado del TTIP es aumentar el comercio y la inversión recíprocos. Para ello, se cuenta con tres tipos de medidas. Primero, medidas de acceso a mercado para suprimir aranceles y otras medidas proteccionistas. Segundo, medidas de cooperación regulatoria, para armonizar –o, por lo menos, coordinar– qué normas técnicas sobre fabricación o comercialización de ciertos productos son aceptables por ambos bloques. Tercero, adopción de reglas comerciales que mejoren las condiciones del comercio internacional. Por ejemplo, ayudar a las pymes a exportar o proteger los derechos de los inversores o el medioambiente. Estos tres bloques de medidas se entienden mejor al observar el amplísimo rango de materias y sectores afectados.
En el sector alimentario se ha propuesto la eliminación de los aranceles (aceites, lácteos, conservas, pescados…). La UE insiste en que extenderá la protección de las denominaciones de origen (vinos, quesos, etc.) también a Estados Unidos y que, en ningún caso, se modificarán las restricciones a la entrada de carnes hormonadas ni se relajará el régimen de autorización de productos genéticamente modificados. Se verá afectado el sector del automóvil, donde se eliminarán barreras innecesarias (problemas de homologación de los intermitentes o los cinturones de seguridad).
El acceso a los contratos públicos también se modificará para tratar de eliminar la discriminación que existe en Estados Unidos, que impide acceder a estos contratos a empresas europeas.
El TTIP también prevé facilitar la prestación de servicios en Estados Unidos con el reconocimiento de títulos para actividades como derecho o la auditoría. Las propuestas son especialmente relevantes en servicios digitales (servicios online). Es un ámbito novedoso y cuya importancia social será cada vez mayor. En teoría, muchos sectores sensibles, como sanidad, educación o el agua, quedarán fuera.
Los riesgos de cesiones intolerables son elevados si la Comisión Europea quiere cerrar el pacto en 2016”
Hay otros muchos sectores afectados (químicos, cosméticos, energía…) donde se tratarán de aligerar los controles fronterizos, consensuar estándares científicos, promover la defensa de la competencia o instaurar un mecanismo de resolución de disputas que permita a las empresas demandar a los Estados por violación de sus derechos como inversores.
Es difícil prever el resultado, con dos posiciones enfrentadas: la UE y la posición americana que se refleja en los documentos de Greenpeace. Solo la primera se refiere a principios básicos del derecho europeo, como el principio de precaución, la protección de la salud o la defensa del medio rural, que el TTIP no podrá violar.
Por el momento, veamos varios elementos dignos de mención: uno positivo, uno negativo y otro relevante para España.
1. Positivo. Las posiciones (también las americanas) se están construyendo sobre acuerdos internacionales ya existentes, por lo que podemos esperar que los cambios sean algo más controlados, suaves y predecibles: se está usando el acuerdo de contratos del sector público de la Organización Mundial del Comercio, los objetivos de Nairobi o los acuerdos Estados Unidos-Europa sobre el comercio de vino (2006), protección veterinaria de especies (1998) o cooperación para la seguridad aérea (2011).
2. Negativo. Las posiciones negociadoras aún están distantes en ámbitos clave para la sociedad europea (medioambiente, trabajadores o propiedad industrial…). Los riesgos de cesiones intolerables son elevados si la Comisión quiere cerrar el acuerdo en 2016.
3. España. Nuestro país tiene expectativas moderadamente optimistas. El TTIP puede hacer desaparecer barreras artificiales que lastran la posición competitiva de industrias españolas clave para nuestra sociedad: la industria conservera, pesquera, astilleros, aviación o el sector del automóvil pueden mejorar. Es cierto que se pondrán en riesgo muchos empleos y que el TTIP no es ninguna panacea, pero negar la fuerza competitiva de nuestra industria en estos sectores es simplemente erróneo.
El proceso y el proyecto son complejos. Es posible que no llegue el momento de poner las luces y sombras en una balanza, pero un análisis que trate de escapar de cuestiones ideológicas (perfectamente lícitas) nos aconseja ser prudentes y críticos con el TTIP, y también pacientes.
Manuel Giménez Rasero es abogado y profesor de Derecho Internacional