¿Se acabó la fiesta corporativa?
La decisión del Banco Central Europeo de incluir deuda corporativa en su programa de compra masiva de bonos (QE) ha disparado la cotización de este activo. Además, en esta ocasión eran pocos los analistas que esperaban el anuncio, por esas cosas del consenso, que había transmitido al mercado la idea de que eso estaba prohibido por los estatutos del BCE. Hasta tal punto había calado la idea de que era algo imposible que, una semana antes, solo uno de los diez economistas y estrategas de los bancos europeos más importantes adelantaba esta posibilidad en una encuesta realizada por la agencia Bloomberg.
Los pocos que dudamos del consenso y decidimos verificar esa prohibición nos dimos cuenta de que el BCE no solo podía hacerlo, sino que ya compraba cosas mucho menos ortodoxas, como créditos bancarios empaquetados, también conocidos como ABS. Al fin y al cabo, muchos bonos corporativos cuentan con mejor calificación crediticia que muchos Estados europeos y también cotizan en un mercado organizado y abierto al público, no como los ABS.
Aprendida la lección de que algo que piense todo el mundo no tiene por qué ser verdad, lo importante ahora es ver si el que llegó tarde a esa magnífica inversión puede todavía participar en la fiesta. Y digo magnífica por su relación rentabilidad-riesgo, porque ganar un 2,80% desde inicio del año supone una TAE del 11,20% comprando bonos de empresas europeas de primer nivel.
Empecemos por dejar claro que lo mejor de la fiesta corporativa ha pasado, salvo que hubiera una corrección que permitiera entrar a precios menores. Pero todavía hay algunas opciones donde se puede ganar dinero en el corto y, probablemente, medio plazo.
Normalmente algo que es conocido está descontado en los precios. Pero en esta ocasión hay un matiz: el mercado de deuda corporativa es bastante estrecho, es decir, no hay tantos títulos disponibles como si habláramos del mercado de deuda pública. Para ser más exactos, el segundo es siete veces mayor. En consecuencia, y teniendo en cuenta que el BCE ni siquiera ha empezado a comprar –solo lo ha anunciado–, es inevitable que su entrada efectiva en el mercado tenga un efecto sobre los precios.
En segundo lugar está el efecto contagio. Igual que cuando sube o baja el Dow Jones: aunque lo haga por motivos puramente internos contagia a las demás Bolsas. El BCE solo va a comprar emisiones de bonos corporativos de muy buena calidad crediticia, lo que se conoce como investment grade o deuda de grado de inversión. Y solo emisiones grandes. Ambas –máxima calidad crediticia y tamaño– son las que han repercutido inmediatamente el anuncio, como no podría ser de otra manera. Pero el mercado ya ha empezado a descontar que la cosa no se queda ahí. Los títulos de bonos de la parte baja del investment grade y la parte alta de los que no tienen grado de inversión, conocido como high yield, todavía tienen recorrido al alza. Eso sí: tiene más riesgo.
He aclarado al principio que esta no es una inversión de largo plazo. Lo que queda de la fiesta es una inversión oportunista a unos meses vista basada en un hecho sin precedentes en la historia del BCE, como lo fue el inicio del QE que tan bien le ha venido a los bonos soberanos. U oportunista en el sentido de aprovechar correcciones para tomar posiciones. A largo plazo, los bonos hay que comprarlos cuando el cupón es alto y no va a subir más. Pero mientras tanto, en tanto y cuanto sepamos que compramos y a qué plazo, todavía se puede aprovechar la fiesta, que obviamente acabará y además lo hará como suelen acabar las fiestas: con resaca.
Víctor Alvargonzález es Director de estrategia de Tressis