Vuelven los fondos garantizados: todas las claves para que no le enreden
Las gestoras españolas han lanzado en 2016 una veintena de fondo garantizados para retener a los conservadores Su complejidad y escasa rentabilidad los hacen poco convenientes para el cliente minorista
Los fondos garantizados vuelven a ser el producto estrella para las gestoras españolas. Tres años después de que cayeran en el olvido, los especialistas en gestión de activos han lanzado una avalancha de nuevos garantizados y han renovado los blindajes de algunos productos aún en vigor.
Los últimos datos de suscripciones hablan por sí solos. Entre enero y marzo, esta tipología de fondo captó 1.458 millones de euros, convirtiéndose así en la categoría que más suscripciones netas ha registrado en el trimestre, de acuerdo con datos de la asociación española de gestoras (Inverco).
Las gestoras de Santander, Bankia, Banco Sabadell, Kutxabank son algunas de las grandes que han lanzado algún garantizado en los últimos meses. Su evidente gancho comercial no impide que en términos de inversión sean un producto poco adecuado para inversores minoristas. A diferencia de los fondos garantizados de primera generación, que tenían como activo subyacente bonos de deuda pública que pagaban generosos cupones, los nuevos están referenciados a la evolución bursátil de determinadas compañías, y su potencial de revalorización está muy limitado.
“Los fondos que están lanzando las gestoras tienen un formato estructurado bastante complejo”, explica Diego Fernández Elices, director de selección de fondos de A&G Banca Privada. “Son los departamentos comerciales quienes impulsan estos productos. Los bonos subyacentes, que garantizan que el fondo pueda devolver el principal invertido ofrecen mínimas rentabilidades, así que la única posibilidad de ganar algo es con las opciones sobre acciones. Pero aún en el mejor de los casos, las posibilidades de revalorización son bajas”.
Las versiones sin blindar tampoco son atractivas
Los fondos de inversión con objetivo de rentabilidad son un tipo de cartera que se puso de moda en 2013 que cuenta con una estructura similar a la de un garantizado pero sin el escudo externo. Causaron furor tanto el mencionado año como en 2014, si bien la caída de la rentabilidades de la deuda en que invertían, con la consiguiente revalorización de sus bonos, indujo que los inversores salieran antes de los plazos previstos. Estos reembolsos, a su vez, provocaron que en algunos casos no se cumplieran los objetivos de rentabilidad fijados. La CNMV en el verano de 2013 maniobró para evitar confusiones y obligó a clarificar que no disponían de una garantía externa. Es más, los últimos folletos incluyen una advertencia explícita del supervisor: “Este fondo no tiene garantía”.
De ahí que las gestoras hayan vuelto a lanzar la actual hornada de garantizados clásicos. De los 53 nuevos fondos registrados en la CNMV en lo que va de año, el 30% son garantizados tradicionales. Pero también existen lanzamientos de carteras con objetivo de rentabilidad. Suponen el 17% de los nuevos. La mala noticia es que, aunque se ahorran el coste de la garantía, las rentabilidades tampoco destacan. En este caso, a diferencia de los blindados por un tercero, ofrecen rentabilidades objetivo sin vincular a un subyacente. Pero los que se han lanzado en 2016 ofrecen entre un 0,2% y un 0,7% anual. La diferencia radica en la fecha de vencimiento; cuanto más largo el periodo de inversión, mayor rentabilidad potencial. La gestora de CaixaBank tiene el Valor 97/20 EuroStoxx en plena comercialización y ofrece el 20% de la variación del Euro Stoxx 50 de junio de este año a enero de 2022, gracias a una opción. El límite de pérdida, aunque sin garantizar, sería de un 0,5% anual.
Uno de los últimos garantizados registrados en la CNMV es la tercera edición del Bankia Rendimiento Garantizado 2023. El banco garantiza, a un plazo de ocho años, el 100% de la inversión y promete un posible pago anual del 0,65% en el primer año y de hasta el 1,3% los siguientes. Pero condiciona estos pagos a la evolución de la cotización de tres acciones (BBVA, Vodafone y Nestlé). Si las tres no han subido al final del periodo, el pago anual será tan solo del 0,2%.
- Disponibilidad bajo mínimos
Más allá de las escasas posibilidades de revalorización y su complejidad, el mayor problema de este tipo de productos es la penalización a la liquidez. Para conseguir que los clientes se mantengan durante mucho tiempo en este formato de inversión, las gestoras incorporan fuertes penalizaciones por la retirada total o parcial de la inversión. En algunos casos, solo ofrecen la opción de salir del fondo sin pagar una comisión en dos o tres ocasiones al año.
La edad de oro
El mejor año al cierre para los fondos garantizados fue 2006, con más de 60.000 millones a diciembre de ese ejercicio, de los que 44.100 estaban vinculados a la Bolsa. La cantidad total suponía el 24% del total, solo por debajo de los monetarios, con el 38%.
“Las entidades tratan de retener al cliente el mayor tiempo posible, de ahí que los vencimientos sean tan largos, pero las rentabilidades garantizadas son muy bajas. Los fondos mixtos, a los que se habían mudado una parte de los clientes, han tenido pérdidas en su mayoría, y ahora estos productos son fáciles de vender en una sucursal. Los bancos se aprovechan del miedo de los partícipes”, señala Fernando Luque, editor de Morningstar España.
Hasta el segundo semestre del año pasado, la tendencia en la gestión de activos era que los inversores más conservadores fueran migrando hacia fondos mixtos, con parte de Bolsa y parte de renta fija. Sin embargo, las correcciones sufridas por los mercados de renta variable y los de bonos, hicieron que algunos de esos productos entrara en pérdidas, sembrando el malestar entre este perfil de clientes.
“Las gestoras están comercializando estos fondos como si fuera un producto sencillo, pero realmente se trata de un bono estructurado. En la mayoría de los países no dejarían comercializarlo como un fondo de inversión”, denuncia Antonio Banda, fundador de la firma de asesoramiento Feelcapital, y creador del primer fondo garantizado que se lanzó en España. “Una vez que se descuentan las comisiones que cobra la gestora y los gastos que conlleva la contratación de opciones sobre acciones, la posibilidad de revalorización es casi nula”.
Los fondos garantizados se construyen con una estructura, de entrada, muy sencilla. La gestora compra deuda, ya sea soberana, regional o corporativa, habitualmente de cupón cero, que supone que paga su nominal al vencimiento y permite al gestor contar con un colchón de liquidez. Por ejemplo, invierte el 95% para recibir al vencimiento el 100%. Al tiempo, con el dinero que le queda de remanente, compra un derivado no cotizado (OTC, por sus siglas en inglés). Este último será en la práctica el principio activo de la rentabilidad de la cartera. Cuando el interés de la renta fija pública española a 10 años rondaba el 5%, como en la década de los 2000, el margen para comprar el derivado, normalmente una opción, era amplio. Ahora, la elevada volatilidad ha encarecido las opciones y ha disminuido la posibilidad de rentabilidades relevantes. A todo esto se añade la garantía de un tercero, normalmente de la entidad a la que pertenece la gestora.
La clave de la complejidad está en los sistemas para calcular la rentabilidad. Más del 80% de las carteras garantizadas lanzadas en 2016 vinculan su rentabilidad a la Bolsa, ya sea a un índice o a una cesta de valores. Por ejemplo, el Abanca 3 Valores Garantizado 2023, en periodo de comercialización, dará solo la rentabilidad anual máxima del 1,77% en caso de que Repsol, Inditex y Telefónica se sitúen en la revisión anual –que se efectuará a medidados de octubre de cada ejercicio a partir de 2017– por encima del precio inicial –calculado a mediados del próximo mes de mayo– hasta 2023. Si no se da ese supuesto, el interés será del 0%. Los que no dependen de la evolución de un subyacente ofrecen unas rentabilidades de entre el 0,25% y el 0,8% anual, y vencen entre 2021 y 2028.
Los fondos de inversión con objetivo de rentabilidad son un tipo de cartera que se puso de moda en 2013 que cuenta con una estructura similar a la de un garantizado pero sin el escudo externo. Causaron furor tanto el mencionado año como en 2014, si bien la caída de la rentabilidades de la deuda en que invertían, con la consiguiente revalorización de sus bonos, indujo que los inversores salieran antes de los plazos previstos. Estos reembolsos, a su vez, provocaron que en algunos casos no se cumplieran los objetivos de rentabilidad fijados. La CNMV en el verano de 2013 maniobró para evitar confusiones y obligó a clarificar que no disponían de una garantía externa. Es más, los últimos folletos incluyen una advertencia explícita del supervisor: “Este fondo no tiene garantía”.
De ahí que las gestoras hayan vuelto a lanzar la actual hornada de garantizados clásicos. De los 53 nuevos fondos registrados en la CNMV en lo que va de año, el 30% son garantizados tradicionales. Pero también existen lanzamientos de carteras con objetivo de rentabilidad. Suponen el 17% de los nuevos. La mala noticia es que, aunque se ahorran el coste de la garantía, las rentabilidades tampoco destacan. En este caso, a diferencia de los blindados por un tercero, ofrecen rentabilidades objetivo sin vincular a un subyacente. Pero los que se han lanzado en 2016 ofrecen entre un 0,2% y un 0,7% anual. La diferencia radica en la fecha de vencimiento; cuanto más largo el periodo de inversión, mayor rentabilidad potencial. La gestora de CaixaBank tiene el Valor 97/20 EuroStoxx en plena comercialización y ofrece el 20% de la variación del Euro Stoxx 50 de junio de este año a enero de 2022, gracias a una opción. El límite de pérdida, aunque sin garantizar, sería de un 0,5% anual.
Una caja negra que limita la posibilidad de ganar
Los fondos garantizados se construyen con una estructura, de entrada, muy sencilla. La gestora compra deuda, ya sea soberana, regional o corporativa, habitualmente de cupón cero, que supone que paga su nominal al vencimiento y permite al gestor contar con un colchón de liquidez. Por ejemplo, invierte el 95% para recibir al vencimiento el 100%. Al tiempo, con el dinero que le queda de remanente, compra un derivado no cotizado (OTC, por sus siglas en inglés). Este último será en la práctica el principio activo de la rentabilidad de la cartera. Cuando el interés de la renta fija pública española a 10 años rondaba el 5%, como en la década de los 2000, el margen para comprar el derivado, normalmente una opción, era amplio. Ahora, la elevada volatilidad ha encarecido las opciones y ha disminuido la posibilidad de rentabilidades relevantes. A todo esto se añade la garantía de un tercero, normalmente de la entidad a la que pertenece la gestora.
La clave de la complejidad está en los sistemas para calcular la rentabilidad. Más del 80% de las carteras garantizadas lanzadas en 2016 vinculan su rentabilidad a la Bolsa, ya sea a un índice o a una cesta de valores. Por ejemplo, el Abanca 3 Valores Garantizado 2023, en periodo de comercialización, dará solo la rentabilidad anual máxima del 1,77% en caso de que Repsol, Inditex y Telefónica se sitúen en la revisión anual –que se efectuará a medidados de octubre de cada ejercicio a partir de 2017– por encima del precio inicial –calculado a mediados del próximo mes de mayo– hasta 2023. Si no se da ese supuesto, el interés será del 0%. Los que no dependen de la evolución de un subyacente ofrecen unas rentabilidades de entre el 0,25% y el 0,8% anual, y vencen entre 2021 y 2028.