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Columna
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División sobre la transparencia fiscal

Los tecnócratas con sede en Bruselas quieren que las multinacionales con más de 750 millones de euros de ingresos globales y operaciones en Europa declaren sus ingresos, el beneficio antes de impuestos y los ingresos se deban y paguen en la región por país. Sin embargo, las propuestas también incluyen el requisito de que las compañías revelen los pagos en los países que no comparten información fiscal. Eso debería incluir no solo a los paraísos fiscales como Panamá, sino también a Estados Unidos.

Los planes de la Comisión Europea representan una mejora de la actual situación. Empresas como Starbucks, Google y Apple han pagado previamente niveles irrisorios de impuestos en Europa en relación con sus ingresos en la región, valiéndose de estructuras agresivas como el denominado sándwich holandés o doble irlandés.

La evasión fiscal de las empresas podría estar costando a los países de la UE hasta 70.000 millones de euros en ingresos perdidos cada año, según un estudio del Parlamento Europeo. Los comisarios Valdis Dombrovskis y Jonathan Hill estiman que la divulgación pública obligará a las grandes empresas a pagar impuestos proporcionales a sus niveles de actividad en el futuro.

Sin embargo, la llamativa propuesta es una adición tardía provocada por el escándalo de los Papeles de Panamá. Los gigantes corporativos con cualquier operación en la UE –no importa donde tengan su sede– tendrían que divulgar qué impuestos pagan en los países en los que se omite información fiscal. Para ser justos, eso debe cubrir Estados Unidos, que todavía tiene que sumarse a las normas globales sobre el intercambio automático de información y cuyos acuerdos bilaterales parecen estar de un solo lado.

En la práctica, el Tío Sam puede escapar de dicha asociación. Los estados de la UE primero tendrían que ponerse de acuerdo sobre una lista común de paraísos fiscales, una tarea que hasta ahora les ha eludido. Con la Comisaria de Competencia de la UE, Margrethe Vestager, vilipendiada por algunos en Washington a causa de sus intentos de forzar a las empresas estadounidenses a que paguen más impuestos, cualquier nuevo intento de extraterritorialidad podría provocar una reacción proteccionista. Dado que serán las autoridades nacionales las que realmente desarrollen la ley de transparencia fiscal corporativa, podrían reservarse con el Tío Sam.

Pero Bruselas debería ser valiente. Si la comisión de verdad quiere que los burgueses de Europa tengan alguna influencia sobre las prácticas fiscales de las multinacionales, van a necesitar a la mayor economía del mundo.

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