El acuerdo con Turquía hace aguas antes de entrar en vigor
La Unión Europea parece condenada a reabrir durante esta semana las negociaciones con Turquía sobre la crisis de los refugiados, a la vista de las profundas reticencias que ha generado el principio de acuerdo alcanzado el pasado lunes y una vez que ayer se celebraron las elecciones en tres regiones alemanas que tanto preocupaban a la canciller Angela Merkel. La semana pasada, acuciados por Merkel, los líderes europeos pactaron expulsar a todos los emigrantes que lleguen irregularmente a la UE desde Turquía, incluidos los sirios con derecho a solicitar el asilo.
La escalofriante propuesta ha provocado una avalancha de críticas y la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) cree que puede ser incompatible con las normas sobre protección internacional.
Fuentes europeas reconocen que en pasado lunes se fue muy lejos, tanto en el anuncio de las deportaciones como en el de las concesiones a Turquía, para ayudar a Merkel a calmar a la opinión pública alemana. Esas fuentes admiten que ese acuerdo se hizo “a la medida de Merkel, cada vez más desesperada por zanjar la crisis de los refugiados”.
Merkel no dudó en ningunear al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para imponer un acuerdo con el régimen de Erdogan, a pesar del escaso entusiasmo de muchos de los socios europeos. Algunas fuentes describen a una canciller más apremiante que nunca y poco dispuesta a escuchar las objeciones o las alternativa que pudieran presentar otros países.
Pero el polémico pacto ha desencadenado tan graves tensiones a escala nacional y europea que, con toda probabilidad, deberá ser revisado aun antes de la firma definitiva.
Tusk viajará mañana de urgencia a Nicosia para intentar evitar que Chipre, tradicional enemigo de Turquía, vete el acuerdo en la cumbre.
España también plantea problemas. El Gobierno en funciones no cuenta todavía con el apoyo de la oposición para ratificar el acuerdo. Y se ve imposible que lo obtenga si se mantiene la posibilidad de una deportación generalizada.
“Parece difícil que el acuerdo pueda entrar en vigor en los términos fijados el 7 de marzo”, reconocen fuentes diplomáticas europeas. La Comisión Europea, que respaldó el acuerdo sin ambages, ya reconoce que probablemente tendrá que ser “retocado” y que su ejecución depende de que Grecia y Turquía, los dos países directamente implicados, acepten ciertos compromisos en el tratamiento de las peticiones de asilo.
También están en el aire las contrapartidas ofrecidas al régimen de Recep Tayyip Erdogan para que acepte acoger de vuelta a emigrantes irregulares en un país donde ya residen 2,9 millones de refugiados sirios, según los últimos datos comunicados por Ankara a la Comisión Europea. La UE se comprometió con el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, a eliminar la exigencia de visados para los ciudadanos turcos “en junio de 2016 a más tardar”.
Fuentes comunitarias dudan de que el plazo pueda cumplirse, más que nada porque Ankara todavía no satisface las condiciones exigidas por la UE para suprimir los visados. Turquía, según Bruselas, debería, entre otras cosas, empezar a expedir pasaportes con huellas dactilares, adoptar una normativa de protección de datos similar a la europea y concluir acuerdos de readmisión con 14 países vecinos e imponer visados de tránsito a otros 18.
Más factible parece la apertura de varios capítulos de la negociación (son 33 en total) para el ingreso de Turquía en la UE. Bruselas no tiene inconveniente porque eso no anticipa su conclusión. Desde 2005 solo se ha cerrado uno de los 14 capítulos abiertos.
La UE intentará dar marcha atrás y reescribir el acuerdo aunque sin desairar a Erdogan en un momento tan delicado en Oriente Medio. Los 28 buscarán un pacto que satisfaga algunas de las peticiones de Ankara o al menos mantenga la expectativa de que así será.