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El silencio como música.

4'33" de John Cage

William Marx (piano).

McCallum Theatre, Palm Desert, CA.

Agosto de 1952. Maverick Concert Hall, Woodstock, Nueva York

Un pianista cruza el escenario, se sienta al piano y cierra la tapa que cubre las teclas. Treinta segundos después, abre la tapa. Repite esta secuencia de acciones dos veces: lo único que cambia es el periodo de tiempo –dos minutos, veintitrés segundos; después de un minuto, cuarenta segundos- entre la apertura y el cierre de la tapa. Tras abrirla por última vez, se pone de pie, saluda al público y agradece los aplausos.

Descripción del evento por David Nicholls en su libro “John Cage”. Editorial Turner (2009).

Esta es una obra paradigmática del siglo XX y que aparte de una obra musical es un acto casi político.

John Cage murió el 12 de agosto de 1992. Tenía 72 años. Su obra fue siempre revolucionaria, propia de un artista entre anarquista y buscador, de vanguardista. Antes de morir se preguntó ¿Cuál es el propósito de escribir música?. Y respondió: Es una afirmación de vida, no un intento de extraer orden del caos, sino simplemente un modo de despertar a la vida misma que vivimos, que es maravillosa una vez que apartamos nuestra mente y deseos de su camino y la dejamos actuar por sí sola”.

4’33’’ es, sobre todo, una obra filosófica. Los escritos que publicó Cage acerca del arte y la relación de éste con la vida, encabezados por su libro Silence (1962), refuerzan esta postura: Ellos existen (los sonidos), y yo estoy interesado en que ellos están ahí, y no en la voluntad del compositor. Los sonidos no controlados por el compositor no se preocupan si hacen sentido o si van en la dirección correcta. Ellos no necesitan esa dirección o no dirección para ‘ser’ ellos mismos. Ellos simplemente ‘son’, y eso es suficientemente bueno para ellos y para mí también”.

Hubo dos sucesos que dieron vida a la obra más famosa de Cage, y que explican su génesis artística: el compositor visitó en 1952 una cámara anecoica en la Universidad de Harvard. Allí – cuenta el autor- le sorprendió escuchar dos sonidos, uno agudo y el otro grave, cuando imaginaba que iba a experimentar un silencio absoluto. “Pensé honesta e ingenuamente que existía un silencio real (…) Cuando entré en aquella habitación insonorizada, realmente esperaba no escuchar nada”. [3] El ingeniero que estaba junto con él le explicó que los sonidos que había oído eran el de su sistema nervioso y el de la circulación de su sangre, respectivamente. “Ningún sonido teme el silencio que lo apaga. Y ningún silencio existe que no esté cargado de sonido” escribió el compositor al respecto en su libro “Juilliard Lecture”.

El otro suceso fueron las pinturas absolutamente blancas o negras del pintor estadounidense Robert Rauschenberg, a quien conoció en el vanguardista Black Mountain College. “Si yo crease una pieza carente de sonidos, pensarían que estoy de broma. De hecho, es probable que yo haya trabajado durante más tiempo en mi obra ´silenciosa´ que en ninguna otra (…) Lo que me empujó a ello no fue el valor, sino el ejemplo de Robert Rauschenberg. Cuando vi esas pinturas, me dije: ‘Sí, debo hacerlo; si no, me estoy quedando atrás; si no, la música se está quedando atrás (…) Las pinturas blancas llegaron primero; la obra silenciosa vino después”.

El silencio es parte de la música. Todo lo que hacemos puede ser música.

Cuando el pianista pone en marcha el cronómetro y cierra la tapa del piano centramos nuestra atención en el silencio que se produce, en ese momento (como cuando Cage entró en la cámara anecoica en la Universidad de Harvard) notamos que el silencio absoluto no existe, simplemente oímos sonidos que antes estaban ahí y no nos percatábamos. El cerebro esta diseñado apra buscar sonidos y acaba encontrándolos donde siempre han estado pero que no "percibimos" conscientemente pues no le prestamos atención.

El silencio del que hablaba Cage es algo accesible para todos y cada uno de nosotros y en cualquier momento. No podemos impedir esos momentos de profundo silencio que se nos presentan espontáneamente, tal vez también fugazmente y por variadas razones. Es posible advertirlo cuando se reflexiona sobre la experiencia cotidiana en busca de esos momentos. En ese momento nos paramos a “percibir” ese silencio imperioso que se produjo cuando salimos a escuchar el viento en los árboles, invitándonos a entrar en el bosque.

La sala Maverick Concert Hall en Nueva York estaba conectaba por la parte trasera del escenario con un bosque por lo que el silencio al que nos invitaba el intérprete nos trasladaba a los sonidos del mismo, al sonido ambiente que no queremos percibir a diario y que puede ser también un tipo de música.

La finalidad y el "porque" de esta obra es, por lo tanto, muy sencilla: la música se crea al oír los sonidos que se producen de manera espontánea a lo largo de la obra, lo que la obra busca representar (y mientras haya silencio siempre va a lograr) es captar los sonidos habituales y naturales del ambiente, más allá de que en sí misma no sea una exquisitez al oído, el juego entre el artista y el espectador es muy interesante, cómo simplemente con un gesto puede hacer callar a toda la gente de una sala el tiempo que quiera usando el lenguaje y la cultura de la música y de esa forma sacar a relucir los sonidos naturales de un teatro. Ahí es cuando salen a la luz cosas que de otra forma no percibiríamos, como el ruido de una silla mientras alguien se mueve, una respiración fuerte, el crujir de la madera del lugar, los murmullos, etc. sonidos que de otra forma no podríamos percibir.

Del mismo modo si el silencio es música, una recesión es también parte del devenir de la economía. Necesaria, diría incluso que las más de las veces imprescindible, ya que es durante esta etapa cuando se corrigen los excesos cometidos en la etapa de expansión económica, se elimna lo que debe desaparecer y se crean las bases (más robustas) de la nueva etapa de expansión. evitar esta selección en la recesión es reducir el potencial de crecimiento en la nueva etapa de expansión.

El anémico crecimiento que ahora vemos, está directamente relacionado con la intención de regular el ciclo por parte de las autoridades económicas. La supervivencia a toda costa, de estructuras que debían haber desaparecido reduce nuestra capacidad de crecimiento potencial. Es una elección política pero, no por ello deja de ser inocua.

Pero hay también una lectura política de la obra. En todo acto artístico, y en concreto en un arte que se desarrolla en la variable tiempo (como la música o el teatro) intervienen tres agentes: el autor, el intérprete y el público. Hay una tendencia a sobrevalorar los dos primeros en detrimento del último que ejerce un papel claramente pasivo o receptivo. Cage sitúa a éste último en un primer plano y es su interacción con los otros dos lo que crea la música que vamos a oír, su papel empieza a ser proactivo y no solamente receptivo.

Este concepto ya lo vimos cuando hablamos de Pistoletto y sus cuadros-espejos, aunque el pintor italiano llegó más lejos al pedirnos que "rompamos una mirada y multipliquemos nuestra visión" utilizando para ello una maza con la que agrietaba los espejos al inicio de la exposición. Los economista (y menos los periodistas del ramo) han llegado tan lejos: Las trompetas del juicio (y 3). Romper la tiranía de lo establecido.

Una última reflexión de John Cage (en su libro “Silencio”): “El arte contemporáneo no hace un alegato contra el arte del pasado, no tiene sentido que el pasado sea algo de lo cual haya que liberarse, incluso aunque sea absolutamente diferente del arte moderno general. En cierto sentido lo que define el arte contemporáneo es que dispone del arte del pasado para el uso que los artistas le quieran dar”.

No quiero que tengan la impresión de que John Cage se quedaba en solo esto. Alguno puede creer que todo se queda en un acto de mero arte conceptual (que no es poco).

Vean la importancia del silencio (frutos de sus experiencias místicas y la influencia de la cultura oriental en su pensamiento) en obras como "Thirteen Harmonies for violin and keyboard " obra compuesta en el 1985. Disfrútenla, merece la pena. Dejarse llevar por lo inevitable es vivir en armonía. Por favor, no lo confundan con la renuncia a la acción.

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