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El Foco
Tribuna
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Faldas largas, faldas cortas y lápiz de labios

En jornadas recientes hemos asistido a un mercado bursátil con gran volatilidad y a días especialmente negativos. Las ventas en Bolsa se han disparado y han afectado de forma directa al sector bancario, explicándose en los medios de comunicación que la banca estaba bajo la lupa por su exposición a una serie de riesgos. Además, la presentación de cualquier resultado económico empresarial o macro peor del esperado o cualquier circunstancia particular de alguna entidad se convertía inmediatamente en pánico y se extendía por el mercado poniéndose como explicación de las caídas. Todo cobraba una importancia inusitada.

La consecuencia de estas operaciones, que provocan caídas y subidas espectaculares, es la generación de minusvalías y plusvalías a gran velocidad y beneficios y pérdidas en medio de una volatilidad sin freno que muchos interpretan como el inicio de una nueva crisis económica.

Es opinión extendida que la Bolsa se anticipa a los acontecimientos y tendencias y sirve en muchas ocasiones de termómetro de la situación real de la economía. Quienes hemos ocupado parte de nuestras vidas en trabajar en el mercado bursátil y en enseñar mercados financieros a los alumnos en la universidad, hemos dado a conocer la teoría de las faldas largas y faldas cortas referida a la evolución de la Bolsa. En muchas épocas, las faldas femeninas han sido un buen indicador de la tendencia de los precios bursátiles. La falda corta sintoniza con una economía fuerte y la falda larga, con un estado de ánimo negativo y problemas económicos. En el crac de 1929 las faldas llegaron a los talones y en cambio en la expansión de los locos años veinte las faldas eran muy cortas.

La Bolsa se anticipa a los acontecimientos y sirve en ocasiones de termómetro para medir la economía

Otro asunto manejado a este respecto es el de los pintalabios. Las ventas de pintalabios crecían de manera considerable antes de una recesión y parece que especialmente los de color rojo.

Revisando años anteriores, observaremos que uno de los factores que ha propiciado superar la crisis económica reciente ha sido la política monetaria desarrollada tanto en Estados Unidos como en Europa y que se ha materializado en la inyección de dinero masivamente a los bancos. En pura teoría, estos, al recibir dinero barato y con mucha facilidad, estaban en disposición de cederlo al mercado en forma de crédito, para así tratar de iniciar un camino de reactivación económica por la vía del consumo y la inversión. Durante muchos meses se percibió muy levemente ese impacto, achacándose esto a que los bancos no estaban haciendo llegar el dinero a la economía sino que lo utilizaban para remediar su delicada situación de balance, repleto en muchos casos de créditos incobrables y en otros, de activos de dudosa garantía y que tenían un valor muy lejano del de mercado.

La autoridad económica se vio obligada a inyectar cada vez más dinero y a bajar los tipos de interés a niveles nunca vistos, para obligar a los bancos a mover los fondos. Se rebajaron los tipos hasta el insólito extremo de hacerlos negativos, lo que se pensó serviría para que la política monetaria consiguiera finalmente su objetivo, al trasladar los bancos realmente a la economía el dinero recibido.

La situación actual no puede calificarse de una nueva crisis, sino de frenazo a unas expectativas optimistas

El mercado de inversión se acomodó a la situación, dado que la caída del precio del petróleo se ha reflejado en los índices de precios y con ello, aunque los tipos de interés se sitúen en el entorno del cero o ligeramente negativos, aún queda margen para que la inversión produzca un pequeño rendimiento en términos reales, aunque esto pasa evidentemente por asumir que los indicadores de precios recogen realmente la situación inflacionista de una economía.

Los bancos van haciendo llegar a la economía el dinero, pero lo hacen con diferenciales pequeños y alejados por ello de los márgenes que permiten mantener o incrementar la rentabilidad de muchos de ellos. En mi artículo titulado Altura de miras, publicado en este diario el pasado mes de enero, expresaba mi opinión de que la Reserva Federal se podía estar precipitando al subir los tipos de interés en Estados Unidos y que previsiblemente debería revisar esa euforia. El frenazo actual de esa política monetaria significa que la Fed no ve ya tan claro el ritmo del crecimiento y además, según parece, se muestra preocupada por el papel de los bancos en el contexto internacional. Los bancos se ven afectados en sus cuentas de resultados por lo anteriormente descrito, pero también por otros factores, como son, por ejemplo, China, Grecia y la evolución del precio del petróleo entre otros, sin olvidar sus propias emisiones de deuda.

Pero si analizamos la situación actual considerando los indicadores y los factores más relevantes de las diferentes economías y sus perspectivas, debemos convenir en que no nos encontramos, al menos de momento, ante ninguna nueva crisis. Se está constatando un crecimiento más suave del pretendido, pero no puede haber un desarrollo a mayor ritmo porque los factores apuntados dibujan un entorno que lo impide.

En definitiva, ante una posición económica difícil y un mundo diferente tras la crisis iniciada en 2007, la situación actual no puede calificarse de una nueva crisis sino de frenazo a unas expectativas quizás especialmente optimistas.

La autoridad económica dispone de los resortes necesarios para encauzar los problemas y de una dura y larga experiencia vivida en estos años recientes. Esto es así e indudablemente es conocido por los principales agentes de la economía, por lo que parece claro que hacerse eco de lo cotidiano para operar con virulencia en los mercados no es otra cosa más que especulación, reordenación de carteras y caza de gangas de grandes operadores.

Por todo ello, quien siga pensando que la Bolsa es el termómetro de la realidad de la economía y que se anticipa a los acontecimientos tiene ahora encima de la mesa la posibilidad de comprobarlo. Aunque de cualquier forma, tampoco estaría de más consultar a los diseñadores de moda españoles sobre la tendencia de las faldas y a los establecimientos de venta de lápices de labios cómo van las ventas y así conseguiremos completar nuestra opinión.

Cecilio Moral es Catedrático de Economía Financiera y director del Máster en Finanzas de ICADE

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