El delta del Ebro, un espacio natural único en Europa
Este territorio extremadamente frágil, situado en el sur de Tarragona, atesora una gran biodiversidad, a pesar de las amenazas latentes.
La altitud por encima del nivel del mar nunca supera los cinco metros. Es la llanura perfecta, sin promontorios, un espacio singular donde se confunden, como miles de espejismos reflejados a la vez, cielo y tierra, tierra y agua, aguas dulces y saladas, campos de cultivo y vegetación autóctona… y donde, cómo no, nunca ha sido fácil alcanzar un equilibrio entre sus valores naturales y la explotación humana.
El delta del Ebro, el mayor humedal de Cataluña, es también el hábitat acuático más importante de la Europa mediterránea, tras La Camarga (Francia), y el segundo de España, después de Doñana.
Los arrozales, cambiantes según las estaciones del año, dominan la fisonomía del delta; en el litoral hay grandes lagunas rodeadas de cañaverales y juncales y en la zona periférica encontramos extensiones interminables de suelos salinos y más de cien kilómetros de playas, prácticamente desiertas, salpicadas de dunas, donde disfrutar de paseos y de tranquilos baños solitarios.
Como en un espejismo se funden cielo y tierra, aguas dulces y saladas...
Este territorio extremadamente frágil, declarado Reserva de la Biosfera en 2013, situado en el sur de Tarragona, atesora y consigue mantener una gran biodiversidad, a pesar de las amenazas latentes que suponen las agresiones medioambientales, el crecimiento del turismo, el cambio climático, la presencia de especies animales foráneas, que acechan a las autóctonas…
Es un destino especial para la observación de aves, sobre todo en época de migraciones, como ahora en otoño. Aquí habitan más de 325 especies, de las más de 600 que se dejan ver por Europa, y acoge algunas de las colonias de cría de aves marinas más importantes del Mediterráneo.
Está declarada Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y está incluida en la lista de humedales de importancia internacional (Ramsar, la Convención sobre los Humedales) desde 1993. También es el destino perfecto para el turismo rural, relajado, o para hacer rutas fluviales y en bicicleta, particularmente en los meses de primavera y verano.
Geográficamente, el delta es un inmenso triángulo dividido por un río de una belleza salvaje, un espacio tan diverso que es difícil llegar a conocer todos sus rincones, por eso es preciso visitarlo varias veces y en distintas épocas del año. El coche es imprescindible para descubrirlo.
Lo mejor es adentrarse en este laberinto de lagunas, arrozales y acequias siguiendo los estrechos caminos que se entrecruzan unos con otros. No hay pérdida, tomando como puntos de referencia el curso del río, por supuesto, y la sierra del Montsià, que se eleva al oeste paralela a la costa, justo al lado del delta. Si se dispone de tiempo, la sierra es un magnífico mirador para contemplar el litoral y los valles interiores.
A ambas orillas del Ebro se extienden los dos hemideltas, con paisajes similares pero con características muy diferentes. En la orilla norte, más habitada, se concentra el mayor número de servicios para los visitantes.
Para recorrerlo se puede empezar atravesando Lo Passador, el puente inaugurado hace cinco años que une las dos poblaciones principales de la zona, Sant Jaume d’Enveja y Deltebre, donde se encuentra el Museu del Parc Natural del Delta de l’Ebre, una visita muy recomendable.
Cruzar el Ebro resultaba algo laborioso hasta la construcción de Lo Passador. Hasta el año 2010, el puente más cercano a la desembocadura del río era el de la localidad de Amposta, lo cual obligaba a los habitantes de la zona a desplazarse más de 30 kilómetros para pasar de una orilla a otra o utilizar un servicio de barcas para salvar los escasos 200 metros que separan ambas ciudades.
Aquí están también algunos de los lugares más concurridos y populares del delta, como la punta del Fangar, donde sigue en pie uno de los tres faros que se instalaron en 1864 para alumbrar a los navegantes, desconcertados ante el peligro que suponía la inesperada aparición de la lengua de tierra que formaba el delta.
En la península del Fangar, que ocupa más de 410 hectáreas, se encuentran diferentes ambientes naturales: playa, dunas móviles y fijas, arenales y bahía. Se trata de una importante zona de nidificación de charranes y gaviotas. En los días de fuerte insolación es fácil ver espejismos que, unidos al encanto del paraje, consiguen crear una atmósfera muy especial, casi onírica.
Un paseo al atardecer por la playa de la Marquesa, situada al sur del Fangar, un arenal prácticamente virgen que se extiende más de un kilómetro, quizás con las dunas mejor conservadas del delta, hasta alcanzar el faro, es una experiencia inolvidable por su belleza. Aunque carece de servicios, hay un restaurante donde se puede degustar el excelente arroz del delta.
Cerca de la playa de Riumar, que también conserva su orografía de dunas, prácticamente virgen, protegida con pasarelas de madera, está la desembocadura del Ebro. Desde la ciudad de Amposta, con su conocido puente inspirado en el de Brooklyn de Nueva York, el río penetra en el Parque Natural del Delta del Ebro y discurre hasta desembocar junto a la isla de Buda, una reserva especialmente protegida dentro del parque, de acceso restringido, y habitada por caballos traídos de La Camarga francesa.
Del río parten distintos cruceros que se acercan a este espacio protegido, una antigua propiedad privada que pasó a ser administrada por la Generalitat de Cataluña hace unos años.
Las sendas en ambas márgenes del río en la zona del parque se adentran por los antiguos bosques de ribera que poblaban este territorio hace décadas. Son más de 30 kilómetros de terreno llano preparados para recorrerlos en bicicleta, con paneles informativos y zonas de descanso.
Y es que la orilla sur, poco poblada, cuenta con la extensión protegida más amplia del delta. Es donde se localiza el parque natural, un espacio completamente llano que combina el uso para arrozales, las zonas de vegetación de ribera, las lagunas y estanques y, también, largas playas de finísima arena.
Es una de las zonas menos frecuentadas del delta. Esta debió ser una de las razones por las que, hace algunos años, una colonia de flamencos decidió asentarse aquí de manera permanente, en concreto en la punta de la Banya, una pequeña península formada en el extremo meridional del delta que se extiende enfrente de la costa de San Carlos de la Ràpita y está unida al delta a través del istmo del Trabucador (una barrera de arena de cuatro kilómetros y de entre 100 y 200 metros de anchura, muy frágil, que los temporales de Levante transforma con frecuencia).
Este conjunto delimita el espacio marítimo conocido como bahía de los Alfaques, uno de los más singulares del parque natural, que destaca por sus valores ambientales, históricos, culturales y gastronómicos. Pero su importancia radica sobre todo en el gran número de pájaros acuáticos y marinos que acoge.
Desde las torres de observación habilitadas para los aficionados a la observación de aves se puede contemplar el faro, la sierra del Montsià, San Carlos de la Ràpita y las salinas de la Trinidad, donde es fácil ver todo tipo de pájaros marinos, especialmente flamencos, durante casi todo el año. El acceso está restringido, excepto entre el 15 de julio y el 15 de septiembre.
Embarcarse con los pescadores de la zona, practicar vela, fotografiar a las aves que nidifican aquí o degustar el marisco que se captura en la zona son algunas de las actividades que se pueden realizar.
Desde el muelle de embarcaciones turísticas de San Carlos de la Ràpita parten algunas rutas marítimas que dan a conocer a los visitantes este gran puerto natural.
Guía para el viajero
Gastronomía. Es un gran atractivo del delta del Ebro. Es una de las zonas arroceras más importantes de toda la Península. El arroz es, pues, la base de muchos platos preparados de mil maneras: con pescado, hortalizas, caza… Al arroz hay que añadir los langostinos, los guisos de anguila y las especialidades como el pato salvaje o las ancas de rana.
Observación de Aves. La mejor época es el otoño, cuando la llegada de las aves que hibernan en el delta coincide con el paso de otras que van de paso hacia el sur buscando tierras más cálidas, dando lugar a una elevada diversidad. No obstante, el invierno también permite observar especies muy interesantes, entre las cuales destacan los anátides. En verano disminuye la diversidad, pero a cambio se pueden ver especies muy vistosas, como la garza imperial.
Faros. De los tres faros de hierro que iluminaban el delta, situados en la punta del Fangar, en la isla de Buda y la punta de la Banya, el primero ha sido restaurado varias veces hasta llegar al actual de hormigón, el de la isla de Buda se lo tragó el mar en 1960, pero todavía es visible a una milla mar adentro desde la desembocadura. De los originarios de hierro solo queda el de la Banya, que se puede visitar en el puerto de Tarragona, adonde fue trasladado.