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La primavera era la primavera, incluso en la ciudad

En vano los hombres […] procuraban mutilar la tierra sobre la cual se apretujaban; en vano la cubrían de piedras a fin de que nada pudiese germinar en ella […]; la primavera era la primavera, incluso en la ciudad. El sol calentaba, brotaba la hierba y verdeaba en todos los sitios […]. Únicamente los hombres, los adultos, […] consideraban que no era aquella mañana de primavera […] lo que era sagrado e importante; lo importante para ellos era imaginar el mayor número posible de medios para convertirse en amos los unos de los otros.

Comienzo de la novela “Resurrección” [1] de León Tolstói

Contrariamente a lo que algunos insisten en negar, está cada vez más claro que nos encontramos en una guerra de divisas. Las recientes decisiones de los bancos centrales tienen que ver menos con política monetaria y más con política cambiaria. Hay que defenderse de la bajada de los precios de las materias primas (y su repercusión a nivel interno en los IPC’s) y ganar cuota de mercado en un comercio internacional que se está debilitando, si no contrayendo.

El Banco de China respondió el viernes a las declaraciones de Draghi con una bajada sorpresa (la sexta en poco menos de una año) del tipo de préstamo a 1 año en un 0,25% situándolo en el 4,35%. Asimismo se aplicaba un recorte del 0,50% en el coeficiente de reservas bancario que se situaba así en el 17,0%. Todo estas recientes actuaciones constatan que ninguna economía se siente lo suficientemente segura para aceptar una apreciación de su divisa sin temer sus consecuencias.

Entre ellas cabe incluir también a la de los EE.UU. y cuya consecuencia más clara será un aplazamiento (el enésimo) de las potenciales subidas de tipos. Es más, si la divisa norteamericana no se debilita (y resulta difícil en este entorno), entraremos en un ciclo de persistente aplazamientos de posibles subidas de tipos de interés.

La creciente utilización de la palabra “dólar”, en las discusiones y comunicados del FOMC pone en evidencia que el tema cambiario no es secundario. Hace apenas unas semanas, Lael Brainard (miembro del FOMC) ya había comentado que la evolución de la situación financiera (en concreto la evolución del dólar frente al resto de divisas) era como si “de facto” hubieran existido ya dos subidas (de un cuarto de punto cada una) de los tipos de interés.

Esta semana tendremos la reunión del FOMC como principal centro de atención. La Reserva Federal deberá lidiar con las recientes decisiones de sus homólogos en la UME y China. Si como resultado de sus deliberaciones se produce una nueva fase de apreciación del dólar, acabarán generando más desinflación y alejando, más si cabe, la vuelta al objetivo de crecimiento de los precios del 2,0%.

Si los dirigentes monetarios norteamericanos piensan que la economía marcha bien ha llegado el momento de darnos una señal inequívoca: no titubear e indicar que se producirá ya la “normalización” de los tipos de interés. Si por el contrario continúan suavizando/desorientando con el mensaje, estaríamos ante una constatación de que ni ellos se creen la recuperación y que, lo que es peor, que nos encontramos ante un camino sin salida a las políticas aplicadas en los últimos ocho años.

La realidad acaba siempre supurando por entre las grietas de nuestros artificios. Como nos recuerda Tolstói “La primavera era la primavera, incluso en la ciudad” o como se decía en el Mayo del 68: “Debajo del asfalto está la playa”.

NOTAS:

  1. El párrafo sin recortes es como sigue:

En vano los hombres, amontonados por centenares y miles sobre una estrecha extensión, procuraban mutilar la tierra sobre la cual se apretujaban; en vano la cubrían de piedras a fin de que nada pudiese germinar en ella; en vano arrancaban todas las briznas de hierba y ensuciaban el aire con el carbón y el petróleo; en vano cortaban los árboles y ponían en fuga a los animales y a los pájaros; la primavera era la primavera, incluso en la ciudad. El sol calentaba, brotaba la hierba y verdeaba en todos los sitios donde no la habían arrancado, tanto en los céspedes de los jardines como entre las grietas del pavimento; los chopos, los álamos y los cerezos desplegaban sus brillantes y perfumadas hojas; los tilos hinchaban sus botones a punto de abrirse; las chovas, los gorriones y las palomas trabajaban gozosamente en sus nidos, y las moscas, calentadas por el sol, bordoneaban en las paredes. Todo estaba radiante. Únicamente los hombres, los adultos, continuaban atormentándose y tendiéndose trampas mutuamente. Consideraban que no era aquella mañana de primavera, aquella belleza divina del mundo creado para la felicidad de todos los seres vivientes, belleza que predisponía a la paz, a la unión y al amor, lo que era sagrado e importante; lo importante para ellos era imaginar el mayor número posible de medios para convertirse en amos los unos de los otros.

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