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¿Por qué se hunde Grecia?

Las carencias económicas y políticas de Atenas y los errores de la Troika condenan a Grecia a un rescate permanente dentro del euro.

(Texto publicado el 27-7-15 en la edición impresa y digital de Cinco Días).

La venganza de la economía. Así podría titularse la historia de los dos rescates fallidos de Grecia, que en cinco años se han tragado más de 200.000 millones de euros de los contribuyentes europeos. El Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro) se ha empeñado en tratar la crisis griega como si fuera el bache coyuntural de un país que ha perdido la gracia de los mercados de manera temporal. Esa decisión política se ha estrellado contra la realidad económica de un país que ya estaba hundido y era insolvente antes la llegada de la troika (CE, BCE y FMI) en mayo de 2010.

En otros países rescatados, el coste de financiación se disparó como consecuencia del estallido de una burbuja inmobiliaria (Irlanda) o por contagio de las turbulencias de la zona euro (Portugal y Chipre). Pero Grecia ya llevaba año y medio sumida en la recesión cuando el 23 de abril de 2010 el entonces primer ministro, George Papandreu, pidió ayuda a la zona euro y al Fondo Monetario Internacional.

Para colmo se había descubierto que las cifras de déficit público estaban trucadas y eran casi el triple de las oficiales. Nada más entrar en el euro (2001), ya se detectó en Grecia un fraude similar. Pero la banca francesa y alemana prefirieron ignorar entonces el aviso y siguieron comprando bonos griegos con la misma prima de riesgo que si fueran bunds alemanes. En 2010, cundió el miedo y la estampida fue inevitable.

Los expertos creen que en ese momento debió acometerse la reestructuración de la deuda griega, para borrar hasta dos tercios, según cálculos del economista estadounidense Barren Eichengreen. Las quitas deberían haberse negociado en un plazo máximo de cinco meses para que el coste de los rescates hubiera recaído en parte en los inversores internacionales y no solo en los contribuyentes griegos, primero, y europeos, después.

Durante años, la banca francesa y alemana siguieron comprando bonos griegos con la misma prima que si fueran bunds alemanes

Pero Grecia no era un Estado con moneda propia, sino un miembro de un experimento tan ambicioso y singular como la Unión Monetaria Europea. Ni siquiera el FMI sabía cómo gestionar una reestructuración de deuda en ese contexto, por lo que se impuso el criterio del BCE y de la Comisión europea, organismos contrarios a que un socio de la zona euro impusiese quitas a los inversores. ¿Se sacrificó a Grecia para salvar al euro?

En todo caso, un año después, la economía se vengó por primera vez y Bruselas y Fráncfort admitieron a regañadientes una reestructuración de la deuda. Pero llegó tan tarde y con tantas cortapisas que la reducción real de la deuda griega fue muy limitada (pasó de 355.000 millones a 304.000 millones) y la caída del PIB se comió la diferencia. En 2013, Grecia cerraba con el 175% de deuda (en relación con el PIB), 30 puntos más que antes del rescate.

A tan pésimo resultado contribuyó de nuevo la propia estructura económica del país. Grecia es el único de los países rescatados donde las exportaciones no han aumentado a pesar del drástico recorte en los costes laborales. El ajuste en la balanza por cuenta corriente se basó casi exclusivamente en la reducción de las importaciones.

El desastre se agravó por los errores garrafales de la troika, que minusvaloró el impacto de los ajustes en un país tan cerrado como Grecia. “A veces hemos tratado a Grecia como si fuera Suecia y otras, como si fuera Gabón, pero el país no está en ninguno de los dos extremos”, lamenta un alto cargo de la CE.

La troika erró sobre el alcance de las reformas necesarias y la voluntad (escasa) de las sucesivas administraciones para llevarlas a cabo. Cinco años después del primer rescate, Atenas sigue sin un catastro en condiciones, sin una autoridad fiscal y estadísticas verdaderamente independientes, y sin un modelo de recaudación de impuestos propio del siglo XXI. De poco ha servido subir la presión media del IVA hasta el 13%, el doble que en España (7%). En lugar de impulsar la modernización del país, Bruselas ha dado vueltas de tuerca a unos objetivos presupuestarios más contraproducentes que beneficiosos. La troika calculó que en los primeros años del rescate (hasta 2013), el PIB griego caería un 3,5%; el desplome fue del 20,6%; que el paro no pasaría del 14%, pero dobló esa cifra.

El parón de la economía griega no tiene precedentes en el resto de Europa, ni siquiera en los países que han llevado a cabo grandes ajustes. El consumo energético, un indicador que suele reflejar bastante fielmente la evolución de la actividad, cayó un 25% en Grecia entre 2009 y 2013, frente a una caída media del 3% en la UE.

En esos años, Grecia llevó a cabo un ajuste presupuestario descomunal y sin precedentes, pasando del 15% de déficit a poco más del 3% en cinco años. En el mismo tiempo, Francia solo ha reducido un punto nominal su déficit y la Comisión Europea, para no dañar la economía francesa, acaba de conceder a París otro año más, hasta 2017, para situarse por debajo del límite del 3% previsto en el Pacto de Estabilidad.

Atenas pensaba sacar provecho de ese esfuerzo e incluso soñó con volver al mercado a finales de 2014. Nada más lejos de la realidad. El Gobierno de Samaras tuvo que aceptar una prórroga del segundo rescate. Y el de Tsipras, un tercer rescate, de hasta 286.00 millones de euros, que tiene el aspecto de ser otro flotador lleno de plomo.

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