Fisher-Price, la sofisticación de los juguetes educativos
Llevan en las jugueterías desde los años treinta del siglo pasado Su primera línea de juguetes se llamó “16 aspirantes”
Fueron tendencia en los años ochenta y noventa, aunque llevan en las jugueterías desde los años treinta del siglo pasado. La marca Fisher-Price ha amenizado incontables horas a millones de niños de menos de cinco años (su público objetivo), aunque también a infantes algo más mayores.
Sus juguetes no entienden de fronteras: desde muñecos y castillos hasta artefactos electrónicos adaptados para los más pequeños, como radios o tocadiscos, pasando por peluches, caballitos, sonajeros o correpasillos. Todos los productos de la marca, eso sí, tienen un objetivo que llevan a gala: tratar de que los niños aprendan mientras juegan.
Cronología
1930. Herm Fisher se asocia con Irving Price y Helen Schelle (su nombre finalmente no apareció en el logotipo) para montar una empresa que produjese “juguetes diferentes”. Su primer artículo se comercializó un año después.
1950. El suministro de madera, el material por excelencia para la producción de juguetes, escasea después de la Segunda Guerra Mundial gracias al boom de la construcción. Los ingenieros de la marca empiezan a experimentar con el plástico.
1957. Este año, uno de los más prolíficos para la compañía, se lanzan al mercado tres productos que, con las debidas actualizaciones, siguen a la venta 50 años después. Se trata de la máquina de palomitas, las cuentas encajables y el xilófono.
1975. Se lanza la primera caja de música. Cuatro años después llegaría el tocadiscos para niños.
1993. Mattel, la mayor juguetera del mundo, se hace con Fisher-Price.
Esa idea forma parte del germen de la propia compañía. En 1930, Herm Fisher pensó que el mundo necesitaba juguetes mejores, que despertaran la imaginación de los niños e hicieran cosas nuevas, sorprendentes y divertidas. Así que se asoció con Irving Price y Helen Schelle (aun que el nombre de esta última finalmente no apareció en el logotipo de Fisher-Price).
Su primera línea de juguetes se llamó “16 aspirantes” e incluía un par de patos de madera que, gracias a un sencillo mecanismo, abrían y cerraban el pico según se les hacía rodar. Corría el año 1931 y el objeto causó furor. No tardaron en sacar un perro, que movía las patas y el rabo mientras paseaba (1938) o incluso un niño que empujaba un carro (1941).
Desde entonces, Fisher-Price ha tenido presente la original visión de sus fundadores. Se han lanzado al mercado muchos productos, siempre velando por aportar comodidad y seguridad a los nuevos padres y sus hijos.
La innovación es otro de los atributos de la marca. Los adelantos logrados, en este terreno, se atribuyen tanto a la aplicación intensiva de ingenios como a la reacción ante imprevistos que requieren cambios de planes. Esto último fue lo que provocó uno de los avances de la compañía en 1950. Tras la guerra, el auge del sector inmobiliario dificultó el suministro de madera en todo el país. Así que los ingenieros de Fisher-Price empezaron a probar un interesante material nuevo: el plástico.
Funcionó bastante bien para las alas de la abeja Buzzy Bee, uno de los productos que más vendían por aquella época. Y, aunque inicialmente no muy querido por el consumidor al considerarlo un material poco noble en comparación con los tradicionales (la madera y el latón), pronto se incrementó su aceptación.
No tardaría en aparecer una versión más sofisticada del perro de ruedas, un juguete ideal para que los niños arrastrasen cuando aprendían a caminar. Este fue uno de los superventas durante una época, la de los años cincuenta, especialmente prolija en cuanto al lanzamiento de diseños innovadores. Tres de los juguetes creados en esa época siguen vendiéndose (en versiones mejoradas) medio siglo después. Se trata de la máquina de palomitas (una urna con ruedas y mástil que hace saltar las bolas que lleva dentro, según se hace rodar el ingenio), el xilófono de colores y las cuentas encajables. Los tres productos vieron la luz en 1957.
Dos años después, en 1959, se inaugura otra de las líneas de juguetes que han resistido el paso del tiempo. Se trata de las pequeñas figuras originalmente de madera que tripulan camiones de bomberos, coches familiares o autobuses escolares.
Los años sesenta inauguran otra de las gamas de productos más reconocibles de la marca estadounidense: la recreación en juguetes de artefactos que usan los mayores. En 1963 se empieza a vender el primer teléfono, “carita divertida”. El aparato suena y mueve los ojos mientras los niños lo arrastran por el suelo. Tal fue su aceptación que, años después, se intenta actualizar el teléfono con un dial que no gira. La respuesta de los niños, asegura la compañía, fue negativa.
Jugar a ser mayores
En 1975 le seguiría el lanzamiento de un tocadiscos, que reproduce las canciones infantiles grabadas en piezas cilíndricas especiales de plástico, al modo de las antiguas cajas de música. Funcionó bien. Tanto que la juguetera creó cuatro años después un tocadiscos de verdad, convirtiéndose en el primer electrodoméstico para niños. Quedaba inaugurada la línea Kid-Yough, en la que se incluiría más adelante una radio, radiocassette, prismáticos, walky talky o patines, entre otros.
La firma sigue hoy más orientada en el público infantil, que no preadolescente. Tiene en catálogo varias referencias para recién nacidos, que entre otras cosas ayudan a los padres a dormirles, pero también para niños de preescolar, ideados para que imaginen mundos nuevos y exploren su entorno cotidiano.
En 1993 pasó a formar parte del gigante Mattel, la mayor juguetera del mundo. Su objetivo sigue siendo el mismo:seguir alegrando a nuevas generaciones de niños.
Contribuir al esfuerzo bélico no es un juego de niños
Fisher-Price se instaló ya en 1931 en los grandes almacenes Macy’s de Nueva York, uno de los buques insignia del consumismo estadounidense. Por aquél entonces el Crac del 29 estaba todavía muy reciente. El país peleaba por resurgir de la hasta entonces mayor crisis económica que había sufrido.
Los inicios de la marca se cimentan en los complicados años treinta. La evolución no fue mala: en 1938, la firma ya había conseguido que las candidatas a Miss América, uno de los certámenes más seguidos de la época, sacasen a pasear el perrito Snoopy Sniffer, uno de los juguetes estrella de su catálogo, por la playa de Atlantic City.Las plantas de Fisher-Price fueron ganando tamaño. Hasta el punto de que no pasaron desapercibidas cuando el país decidió entrar en la Segunda Guerra Mundial. “Si la guerra requiere el uso de nuestra planta de producción, interrumpiremos la fabricación de juguetes mientras dure el conflicto”, anunció públicamente Herman Fisher.Y así fue. Tras una década en la industria juguetera, entre 1943 y 1945 las fábricas de la compañía se emplearon para producir piezas de aviones, defensas de barcos y cofres para medicinas.