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Columna
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Uber y su hábito de Wall Street

Si no hubiera sido por la cuenta de Twitter de Courtney Love, las manifestaciones de taxistas en París en contra de Uber no hubieran llegado a los titulares internacionales la semana pasada. Incluso los detractores de la cantante de punk estadounidense encontraron una causa común en sus quejas por que la brigada anti Uber obstruyera los bulevares de París.

Encontrar simpatía pública por los taxistas que se levantan contra la compañía en cualquier parte es una tarea difícil. Para muchos clientes, Uber ha revolucionado el negocio del transporte. La aplicación de la compañía es práctica, y los precios que los conductores cobran suelen ser competitivos. ¿Que es lo que no gusta?

El amor del cliente y la fe de los inversores, que han llevado la compañía a una valoración de mercado privado de 50.000 millones de dólares (unos 45.000 millones de euros), ocultan que Uber está rompiendo algo más que las barreras que rodean a los modelos de negocio de los taxis tradicionales. La empresa y sus conductores están violando a sabiendas las leyes de muchas de las 300 ciudades en las que Uber funciona.

Los grandes bancos violan normas y pagan multas, considerando tradicionalmente las sanciones como un coste de hacer negocios. Uber hace algo similar, pagando multas cuando los conductores violan las regulaciones que impiden su modelo de negocio. Hoy en día el comportamiento de los bancos atrae una indignación generalizada. Uber, sin embargo, a menudo consigue un pase en nombre de la revolución tecnológica.

En muchos casos sus conductores pueden seguir funcionando porque la empresa se hace cargo de las multas

La mayoría de los negocios normales probablemente cerrarían rápidamente a la espera de un acuerdo sobre lo que pueden y no pueden hacer. Uber funciona de forma diferente. En la mayoría de los casos, sus conductores pueden seguir funcionando porque la empresa se hace cargo de las multas impuestas en contra de sus tropas de primera línea. Como Uber dice: “Nosotros siempre apoyamos a nuestros conductores”.

Uber, fundada por Travis Kalanick –irónicamente después de tener dificultades para parar un taxi una noche en París en 2008– no revela qué parte de los alrededor de 5.000 millones de dólares que ha recaudado se ha destinado a pagar multas de conductores. La apuesta de la compañía es que con perseverancia y la ayuda de grupos de presión y dos docenas de firmas de en su nómina, incluyendo al ex asesor del presidente Barack Obama, David Plouffe, puede cambiar la ley en las ciudades donde opera. Eso significa que, en el modelo de Uber, estos no deberían ser costes recurrentes.

Los bancos gigantes han presentado argumentos similares para justificar los miles de millones de dólares que han pagado desde la crisis financiera para resolver las acusaciones de fechorías. Y aunque los números alcanzados en los pagos son alarmantes en términos absolutos, son pequeños en relación con el alcance global de sus actividades.

Un ejemplo es JPMorgan, que ha pagado 39.000 millones de dólares desde 2008 por delitos que incluyen la venta de hipotecas dudosas, el caso London Whale y la manipulación de los mercados de divisas y tipos de interés. Eso es solo el 6% de sus ingresos en ese período. Incluso el Bank of America, la madre de todos los contribuyentes financieros con 80.000 millones de dólares desde 2008, dedicó algo poco menos del 12% de sus ingresos brutos a multas.

Si Uber está pagando el mismo tipo de porcentaje por infringir la ley en costes de su cuenta en 2014, cuando logró 400 millones de dólares en ingresos según el Wall Street Journal, habría estado en algún lugar en el rango de los 25 y los 50 millones de dólares . Y si la cifra se hiciese pública, muchos inversores y usuarios podrían aclamarla.

Pero el principio no es tan diferente del enfoque de los bancos. Uber no respeta las reglas establecidas del mercado, por lo que absorbe el coste de violarlas y lo suplementa con marketing agresivo y grupos de presión para cambiarlas.

Los bancos han concedido en su mayoría la derrota en esa batalla desde la crisis, aunque algunos todavía están luchando. Estaban persuadidos, en parte, por el oprobio popular y político. Por ahora Uber tiene a gran parte del público de su lado. Si la gente nunca llega a la conclusión firme de que Kalanick está apretando demasiado, sin embargo, podría tener que prepararse por un contragolpe a Uber.

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