Primer examen al bipartidismo y a la gestión de la crisis
La política de pactos que se aplique después puede condicionar el resultado de las generales Estabilidad, reformas o recuperación serán algunas de las palabras más oídas en los mítines
¿Será el 25M la fecha que marque el final del bipartidismo? ¿Conseguirán los dos partidos emergentes aglutinar todo el voto de los desencantados? ¿Se harán Podemos o Ciudadanos con el gobierno de alguna plaza estratégica? ¿Puede considerarse el resultado de estas elecciones autonómicas y locales un ensayo general de lo que ocurrirá a final de año en las generales? Muy probablemente, ni con el escrutinio al 100% se podrá dar respuesta a todas estas preguntas el día después de la próxima cita electoral de este año cargado de equis en el calendario.
Y es que el 24 de mayo los electores de 13 comunidades autónomas, junto con Ceuta y Melilla y más de 8.100 municipios están llamados a designar a sus representantes en los parlamentos regionales y consistorios correspondientes. Nunca antes en la historia reciente los sondeos previos habían dibujado un panorama tan incierto como ahora con dobles, triples y hasta cuádruples empates que se prestan a toda clase de combinaciones para conseguir la gobernabilidad.
Sobre las razones que explican este vuelco en el panorama político español los expertos solo se ponen de acuerdo en dos aspectos esenciales. El primero es que los innumerables casos de corrupción destapados en los últimos cuatro años no serán determinantes, como ya ha ocurrido en Andalucía con el escándalo de los ERE y como ya demostraron comicios anteriores.
Por el contrario, el segundo aspecto es en señalar a la crisis, a la situación económica pasada y la actual de los ciudadanos y las empresas, como el factor que sí explicará buena parte del voto.
Las encuestas
Desde que hace un año con motivo de las elecciones europeas se confirmara el ascenso de Podemos, las encuestas y sondeos han tratado de pulsar cómo evolucionaba la tan cacareada desafección de la ciudadanía hacia la clase política.
Cada nuevo barómetro del CIS reflejó a partir de ese momento el avance aparentemente imparable de la formación liderada por Pablo Iglesias al tiempo que los dos grandes partidos registraban los peores resultados de su historia reciente. Muchos fueron entonces quienes dieron por muerto al bipartidismo, ya que algunas encuestas llegaron a pronosticar lo que en la práctica era un cuádruple empate entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Lo nunca visto.
Sin embargo, el escándalo de la declaración de la renta de Juan Carlos Monedero y un discurso demasiado basado en la confrontación y escaso en propuestas concretas (conviene recordar que el programa electoral para estas elecciones locales y autonómicas fue presentado el pasado martes), ha hecho, según los expertos, que de un porcentaje de intención de voto del 23,9% en enero haya pasado al 16,5% en abril.
Los partidos emergentes
Y mientras Podemos se desfondaba, siendo objeto además de los ataques todos a una de los dos partidos tradicionales, incluida Izquierda Unida, –quizás el más perjudicado por la irrupción de Pablo Iglesias–, surgía casi por sorpresa Ciudadanos. El partido liderado por Albert Rivera ha pasado de aglutinar en enero apenas un 3% de intención de voto a un sorprendente 13,8% en apenas cuatro meses.
Sociólogos, politólogos y expertos en comunicación explican que la clave de su éxito es, en contra de lo ocurrido con Podemos, su apuesta por un discurso moderado, carente de alusiones o descalificaciones personales (el famoso ataque a la casta de Podemos parece no calar tanto como hace un año) y coronado por medidas concretas que, aunque polémicas, no rompen tan radicalmente con lo propuesto hasta ahora.
Los mensajes
Ciudadanos no plantea ni reestructurar la deuda pública, ni reducir la edad legal de jubilación, ni una renta básica universal. Por el contrario, prevé una revolución en el IVA, simplificando su estructura a solo dos tipos, del 7% y el 18%, prevé complementar los salarios más bajos con una renta pública, defiende el contrato único en el ámbito laboral y aboga por implementar la conocida mochila austríaca, por la que trabajador y empresario realizan aportaciones cada año para financiar el hipotético despido del empleado. Es decir, cuenta en su programa con propuestas que bien podrían ser calificadas de ultraliberales, con otras más de corte socialdemócrata, lo que les sitúa ideológicamente en disposición de pactar tanto con el PP, como con el PSOE y justo en el ámbito de los electores que suelen decidir el resultado final.
Los porcentajes de voto
Pero, ¿son acertados los pronósticos que dan por terminado el bipartidismo? ¿Qué resultado tendría que darse para que no hubiese dudas? Si el próximo 24 de mayo el porcentaje de voto que aglutinan PP y PSOE no alcanza el 50%, habrá que concluir que el bipartidismo es historia. En los comicios de 2011, la suma de ambos alcanzó el 65,41%. Sin embargo, hay expertos que opinan que mientras todas las opciones de gobierno pasen por una de estas dos formaciones, en cierta medida seguirá habiendo bipartidismo.
Andalucía acaba de ser un buen ejemplo de lo que puede ocurrir en el resto del territorio. Mientras en 2012, PP y PSOE acapararon el 80,3% de los votos emitidos, el pasado 22 de marzo se redujo al 62,1%. Así, el Parlamento andaluz pasará a estar configurado por cinco fuerzas políticas, donde antes solo había tres. El CIS publicado ayer augura parlamentos autonómicos con representación de hasta ocho partidos diferentes. Sea como fuere, el bipartidismo a partir del 25M no volverá a ser el mismo.
La pelea
De esta forma, conscientes todos los partidos de que los tiempos de las mayorías absolutas se agotan, la campaña que hoy se inicia seguro que no se va a parecer a ninguna otra reciente. Los candidatos deberán afinar sus discursos y hacer especial hincapié allí donde más opciones de llegar al poder tengan y, cuidado con los ataques al adversario, no vaya a ser que luego sea imprescindible tenderle una mano. En esta carrera por convencer al electorado, buena parte del mismo desencantado, enfadado y, por supuesto, afectado en mayor o menor medida por la peor crisis económica de la democracia, el PP cuenta con ventaja.
La formación que lidera Mariano Rajoy ha gobernado durante los últimos cuatro años en 10 comunidades autónomas y en una aplastante mayoría de ayuntamientos. Es cierto que el poder desgasta y la crisis ha conllevado el mayor ajuste del gasto público de la democracia y una fortísima subida de impuestos. Sin embargo, el hecho de haber evitado que la economía española fuera rescatada por Europa será, sin duda, la bandera más enarbolada por los líderes populares.
Los socialistas, por su parte, tratarán de demostrar cuán dañinas han sido las políticas aplicadas para tratar de sacar al país de la crisis y las desigualdades que se han generado en tan poco tiempo.
En lo que ambos coincidirán es en ofrecerse así mismos como “garantía de estabilidad”, frente a los “experimentos” que proponen las fuerzas políticas emergentes. Se trata de expresiones tomadas de los centenares de actos electorales que han celebrado los líderes de ambos partidos en las últimas semanas. Términos como recuperación económica, reformas, confianza o soluciones mágicas serán los más repetidos en los mítines de los próximos 15 días.
El poder económico
No es para menos si se tiene en cuenta que si en términos políticos hay mucho en juego, no es menos crucial el poder económico que ahora puede cambiar de gestores. El presupuesto para este año de las 13 autonomías donde se celebran elecciones (todas menos Andalucía, Galicia, Cataluña y País Vasco) asciende a 79.346 millones de euros, 10.325 millones menos que hace cuatro años (89.671 millones), lo que da idea de la magnitud del recorte que ha tenido que acometerse como consencuencia de la crisis. A esa cifra habrá que sumar el presupuesto de los más de 8.100 entes locales donde sus ciudadanos también están llamados a las urnas. La cifra agregada correspondiente a 2014, último dato disponible, asciende a 62.754 millones de euros, 15.229 millones menos que en 2011.
En total, más de 142.100 millones de euros que en virtud de la crisis vuelven a situarse por debajo de los 161.900 millones que debe gestionar el equipo de Cristóbal Montoro, excluida la Seguridad Social. Hace cuatro años la situación era la inversa. Comunidades autónomas y entes locales gestionaban un presupuesto mayor del que estaba en manos de la Administración central.
Estado del bienestar
Esto se explica porque algunos de los pilares del Estado del bienestar, como son la sanidad, la educación y los servicios sociales, son competencia de los gobiernos regionales y a ellos se destinan el grueso de las partidas presupuestarias, si se descuenta el pago de las pensiones y la prestación por desempleo. Después del tijeretazo practicado a las cuentas públicas estos años de crisis, y aunque aún queda trecho por recorrer hasta lograr el equilibrio fiscal, lo cierto es que las cuentas de este año denotan mayor alegría en partidas sensibles para el electorado como son la inversión o algunos impuestos.
En el caso de los entes locales, los expertos suelen recordar que en este ámbito de la Administración, el más cercano al ciudadano, se suele votar más que a unas siglas determinadas, a la gestión, si ésta ha sido más o menos eficiente. Los resultados del 24M dirán si esto es así o no, aunque es cierto que todos aquellos candidatos que repitan habiendo tenido responsabilidades de gobierno querrán asumir el mérito de la recuperación de la actividad y el empleo, ahora que ya comienzan a ser más que meros datos estadísticos.
Para los partidos emergentes, el reto tampoco es pequeño, de cómo respondan el día después de las elecciones a las estrategias de pactos, coaliciones y demás, puede depender su consolidación o su progresivo desencanto porque no conviene olvidar que hay quien defiende que este 24M es, además, el ensayo general de la carrera a La Moncloa.
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