Grecia y los irresponsables
Grecia está de nuevo en el punto de mira. Christine Lagarde (FMI) ha afirmado recientemente que no permitirá que deje sin pagar al FMI 1.000 millones de dólares que vencen en mayo. Simultáneamente, se reproduce un juego de nervios en las instituciones europeas, ya casi habitual. ¿En el caso de un impago parcial al FMI, las autoridades europeas dejarán de prestar dinero a los bancos griegos, creando un caos financiero en Grecia (con posible contagio a otros países) y precipitando su salida del euro, independientemente de las consecuencias? ¿O no lo harán?
Es difícil responder. Más aún si recordamos el esperpéntico rescate a Chipre de 2013. La respuesta puede estar condicionada por la percepción que la opinión pública europea tenga sobre la irresponsabilidad de algunos agentes. En este sentido, el ministro alemán Schäuble acertó hace unas semanas al diagnosticar que los griegos eligieron un Gobierno irresponsable; no es claro, sin embargo, que la irresponsabilidad se haya producido en las últimas elecciones.
Aún es pronto para saber si el Gobierno Tsipras se merece esa descalificación. De momento ha dicho poco más que lo evidente: los insolventes (sean particulares, empresas o Estados) no pueden pagar sus deudas.
Es indudable que quienes gobernaron Grecia desde los noventa hasta 2010 sí fueron tremendamente irresponsables. El maquillaje contable (con ayuda de un gran banco de inversión aún existente y rentable, y al que inexplicablemente nadie ha pedido cuentas) para poder entrar en la zona euro; la planificación pésima de los Juegos Olímpicos de 2004 que favoreció el despilfarro; la compra masiva de armas para defenderse de una Turquía socia de la UE y miembro de la OTAN; el clientelismo, el microfraude fiscal generalizado y el fraude a gran escala de las grandes fortunas son elementos que no provocaron en el pasado, aunque debieran haberlo hecho, el escándalo de los europeos.
"Quienes gobernaron Grecia desde los noventa hasta 2010 fueron tremendamente irresponsables"
Los gobiernos helenos entre 2010 y 2015 merecen consideración aparte: han intentado arreglar problemas latentes durante décadas, mientras se desataba la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. Además, las imposiciones de la Troika, basadas en análisis que a posteriori el propio FMI ha reconocido como equivocados, han transmitido a la opinión pública helena que la pérdida de soberanía de su Gobierno no se ha compensado con una mayor eficiencia, sino que ha impuesto un suicidio económico.
También han sido irresponsables quienes diseñaron una zona euro que dista de ser un área monetaria óptima, con requisitos de entrada que no cumplen su función y que obvian factores como desempleo, crecimiento o renta per cápita.
Es curioso observar la irresponsabilidad de analistas que exigieron dureza con Grecia y que ahora se escandalizan con su ratio de deuda pública (190% del PIB, según los últimos datos) sin valorar que sería mucho mejor si no se hubiera hundido conscientemente la economía griega, ahora un 25% menor que antes de la crisis. Reducir sueldos ya bajos y racanear pensiones de miseria dificulta aún más que los griegos puedan pagar su deuda…
También es irresponsable (e hipócrita, como denunció Cohn-Bendit en el Parlamento Europeo), que bancos europeos (especialmente franceses y alemanes) prestasen dinero a Grecia para que comprase fragatas, submarinos y sistemas de defensa europeos, y que posteriormente los gobiernos de estos países se asombren por la gran deuda que han acumulado.
Es aún más curioso que si buena parte de la deuda griega estaba en 2009 en poder de bancos franceses y alemanes, ahora lo esté en manos de entidades públicas europeas, sin que los gestores y accionistas de esos bancos, que prestaron irresponsablemente dinero a quien no podía devolverlo, hayan sufrido las consecuencias de sus errores. Los ciudadanos griegos llevan cinco años recibiendo un durísimo castigo; y los contribuyentes del resto de Europa han tenido que dedicar recursos que no les sobran a préstamos a Grecia. Así, quienes realmente se han beneficiado del rescate han sido los bancos internacionales que hubieran debido afrontar en sus resultados las consecuencias del impago griego, y han tenido, sin embargo, un impacto limitado. Es erróneo, por tanto, afirmar que el único irresponsable en este drama sea el Gobierno griego actual: hay muchos otros irresponsables; algunos, discretamente ocultos.
Otro asunto que tampoco se presenta con la apropiada perspectiva ante la opinión pública es que, aunque los políticos, votantes y contribuyentes griegos de los años 1990-2010 fueron irresponsables, quienes están pagando especialmente las consecuencias son jóvenes que en aquella época no tenían derecho a voto, ni se beneficiaron directamente o indirectamente de los fraudes y trapicheos que se produjeron.
Conviene, además, recordar, antes de tomar decisiones que expulsen a Grecia del euro, las razones de la crisis. Los informes que la han analizado señalan que fue fundamental la quiebra sistemática y profunda de nuestro sistema de valores, propiciando comportamientos no éticos, faltos de empatía. Por ello, en los últimos años se ha extendido la opinión de que la sociedad civil debe rearmarse éticamente y reforzar la aplicación de conductas basadas en valores compartidos (el desarrollo sostenible, la cohesión socioeconómica, el alto nivel de empleo, el respeto a los derechos fundamentales, la producción de bienes socialmente útiles, la mejora de la calidad de vida, la solidaridad. Los objetivos en materia económica de nuestra Unión Europea, según su tratado fundacional).
Por ello es increíble que, llegados a este punto, al decidir qué hacer con la situación griega, nuestras autoridades afirmen que “los griegos lo deben, y pagarán cueste lo que cueste”, independientemente de cómo se generó la deuda, de cómo pasó de manos privadas a las públicas de los ciudadanos del resto de la UE, de qué tormentos se han infligido a Grecia en los últimos años o de cuáles han sido (y serán) las consecuencias para los griegos de imponer a ultranza las tesis erróneas de la Troika. Si pretendemos recuperar los valores fundacionales de la UE, si realmente queremos cambiar un modelo económico-financiero que ha permitido la Gran Depresión 2.0 en la Europa periférica, ésta es la ocasión de cambiar el rumbo. Seamos justos con Grecia, seamos éticos.
Mikel Larreina es profesor de finanzas de Deusto Business School