"Los de La Caixa y Deutsche Bank son logos redondos"
Las imágenes de Metrovacesa, Fundación Repsol o la Casa de Alba han salido de su pluma “Antes de dar con la imagen correcta puedo dibujar cientos de bocetos”, confiesa
Desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama recibimos cientos, si no miles, de impactos de marca. Nuestra exposición a las enseñas es mucho mayor hoy por culpa de internet que hace 20 años. Por eso cada vez es más difícil crear imágenes corporativas que signifiquen, que queden grabadas en la retina de la gente.
Pasión por los libros
Según un estudio elaborado en Japón, el 70% de las imágenes corporativas del mundo tiene el azul como color dominante. Se usa más que el resto porque es neutro y en casi ninguna cultura resulta agresivo. Por eso lo eligió, de hecho, Naciones Unidas.
Quizá en un inconsciente intento de huir de los convencionalismos, en el despacho de Manuel Estrada domina el color verde. El que decora dos de las paredes y que tan bien se compenetra con el blanco que acentúa la luminosidad de la estancia. Toda la oficina de Estrada Design, en la que trabajan una decena de personas, está salpicada de colores vivos. Los que aportan los libros, cuadernos u otros objetos que siembran la estancia.
Abundan aquí y allá recuerdos de empresas para las que han trabajado. Tienen un mostrador de especias y condimentos Carmencita, igual que los que encontramos en los supermercados, obsequio de la marca, a la que pusieron imagen. En una sala de reuniones destaca un revólver Colt forrado de billetes de dólar, cuya fotografía sirvió para confeccionar la portada de un libro.
Porque esa es otra ocupación que no han querido abandonar, “pese a que se paga peor que los logos”, confiesa: la confección de tapas de libros. Manuel Estrada acaba de recibir, de hecho, el Good Design Award 2014, el premio más antiguo de la disciplina, por sus portadas de La Odisea y La Ilíada de Homero para Alianza Editorial.
Reconoce que trabaja mucho, unas 12 horas diarias, por lo que le queda poco tiempo para el ocio. “Para hacer una portada antes hay que leer el libro”, recuerda.
Manuel Estrada (Madrid, 1953) se dedica desde hace más de dos décadas precisamente a eso. Su trabajo se ha expuesto en Helsinki, Berlín, Tokio, Nueva York y Miami, entre otros. Acaba de inaugurar una muestra en el Harrington College of Art & Design de Chicago. Asegura que su oficio es de todo menos sencillo. “Para hacer un logo hacen falta cientos de bocetos, y no exagero”.
Confiesa que nunca se despega de su estuche de colores y del cuaderno en el que esté trabajando en ese momento. Porque la inspiración le puede venir en el metro, en casa a las seis de la mañana o de cena con amigos. Estrada reivindica el proceso original, del lápiz y el papel, frente al auge de diseñadores que trabajan directamente en el ordenador. “El resultado es siempre más fresco si tiene un extenso trabajo previo. Eso es muy celebrado entre la comunidad artística en un momento en el que las máquinas están oscureciendo mucho nuestro trabajo”, opina. Compara la efectividad de las computadoras con el Halcón Milenario de La Guerra de las Galaxias al saltar al hiperespacio: “Te puede llevar muy lejos, pero como no sepas exactamente a dónde quieres ir, te pierdes seguro”.
Y es que antes de sentarse a dibujar hace falta al menos mes y medio de estudio y entrevistas con el cliente para entender con exactitud qué valores representa la marca. “Hay que comprender toda la complejidad de la empresa y luego ser capaz de condensarla en unos pocos trazos”, resume. Solo entonces se empieza con los bocetos, que tomará otros 30 o 40 días de trabajo. Los ordenadores, dice, sirven para depurar los dibujos que salen de su rotulador.
¿Cómo saber si el logo es el adecuado? Eso es siempre subjetivo: es más fácil detectar el malo. “Si un dibujo puede servir para otra marca, el trabajo se ha hecho mal”, sentencia. De su estudio, Estrada Design, en el que trabajan diez diseñadores, han salido los logos, entre otros, de Ahorro Corporación, Metrovacesa, Fundación Repsol y los de varios museos.
Uno de los últimos en que ha trabajado es el de la marca Casa de Alba. Tras elaborar el estudio previo, decidieron que lo más conveniente era simplificar el escudo heráldico de la familia, tan barroco como colorido debido a la cantidad de títulos nobiliarios que condensa. “Dejamos solo el ajedrezado azul, que es la parte más española del escudo, y la corona”, explica. El resultado gustó mucho a sus clientes y ya se puede ver en los aceites y demás productos gourmet que elaboran. Otro de los que se siente muy orgulloso es el del Museo de la Evolución Humana de Burgos, que consiste en cuatro líneas inclinadas que imitan la evolución de la curvatura de los homínidos.
Entre los que más admira coloca el de La Caixa, realizado por un diseñador californiano que recurrió a Miró, y el de Deutsche Bank, que consta de un cuadrado (caja fuerte) con una raya inclinada (símbolo %) en referencia al rendimiento del dinero. Cuanto más simple, mejor.
La luz solar, que cae directamente en su mesa, puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de un diseño. “Cuando estoy en países luminosos, o en las alturas a bordo de un avión, soy mucho más creativo”, reflexiona. Aunque el color también es fundamental en su trabajo. En su profesión hay un dicho: si no puedes hacerlo bonito, hazlo rojo. “Creo que Banco Santander le dio un vuelco muy efectivo a su imagen apostando por ese color”, opina.