Aviso a los ingleses: no empecemos otra vez con el euro
He sido muy crítico toda mi vida con ideologías, partidos y políticos de izquierdas y demagogos de cualquier procedencia. Nunca he descalificado a un país democrático, y menos a su gente. Pero el deseo fragrante de la prensa inglesa en provocar el hundimiento del euro y los fondos de la City para especular con dicha posibilidad han colmado el vaso de mi paciencia.
He defendido durante décadas la pertenencia del Reino Unido en la UE porque necesitamos el poderío militar británico para la política exterior y de defensa europea. Y porque nunca imaginé que los sucesores de Tony Blair (que tenía defectos, pero era eurófilo) fueran tan cobardes frente al tradicional euroescepticismo inglés. El Reino Unido sigue gestionando su declive desde primera potencia global en el siglo XIX a sexta en la actualidad con maestría porque triangula como el Barça de la era Guardiola. En 1957 optó por rechazar las Comunidades Europeas para mantener una relación privilegiada con la Commonwealth. Después de su ingreso en 1973, otorgamos el cheque británico a Thatcher y les concedimos cláusulas de exclusión de la Unión Económica y Monetaria (y consiguientemente del euro), de la zona Schengen y de la política social europea. Se ha mantenido el cheque británico a pesar de que la riqueza relativa del Reino Unido dentro de la UE ha aumentado con las ampliaciones al este. Londres ha ejercido el veto y paralizado innumerables iniciativas y cumbres europeas. En la negociación de la última perspectiva financiera, Londres consiguió imponer el primer descenso de la historia al mínimo presupuesto con el que dispone la UE. El Reino Unido se alía desde las ampliaciones de la UE en 1995 (a Suecia, Finlandia y Austria) y a Europa oriental (2004) sistemáticamente con los países más euroescépticos. Logró recabar el apoyo de la República Checa para evitar la unanimidad en la adopción del Pacto Fiscal Europeo ratificado en 2012. Por si fuera poco, Cameron tiene la osadía de exigir mayores reducciones en la financiación al presupuesto de la UE (que equivale al 1,2% del PIB de la UE) y devolución de poderes al Reino Unido para poder defender un sí británico en un referéndum sobre su permanencia en la Unión. Deberíamos ser los 27 miembros restantes de la UE (440 millones de habitantes) y 19 integrantes de la mayor unión monetaria de la historia (344 millones) los que decidamos si nos conviene mantenerlos a ellos en el club.
El Economist, revista equilibrada en otros temas, está llevando a cabo una campaña insoportable de asedio inútil contra el euro. En 2011-2012 no pasaban tres semanas sin una portada y artículos especiales sobre el inminente hundimiento de la eurozona, que por supuesto confirmaría la sabiduría inglesa de abandonar el sistema monetario europeo en 1992. El problema con los ingleses es que siempre tienen algo de razón y hay que manejar muy bien los datos y argumentos. Es cierto que los países meridionales (o periféricos) se endeudaron gracias a los bajos tipos de interés propiciados por la adopción del euro y que la unión monetaria no se acompañó de una unión fiscal y bancaria. Tampoco se puede negar al gobierno de Cameron una austeridad draconiana que ha mejorado las finanzas británicas y logrado que el Reino Unido crezca al 3%.
Pero la situación del Reino Unido tampoco está para echar cohetes. Su déficit público es parecido al español (5,1%, España 5,7%) y aumenta la brecha entre el próspero Londres e Inglaterra meridional y el resto del Reino Unido. Los ingleses no pueden beneficiarse del mayor mecado común mundial y al mismo tiempo desear el fracaso del euro. Y por mucho que lo deseen, no sucederá. Con el 25% de las reservas mundiales, el euro es de largo la segunda reserva mundial. El BCE no ha comprado bonos soberanos (a diferencia de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón) y mantiene un arsenal potente. Las políticas acertadas de los gobiernos de Rajoy en España, Passos Coelho en Portugal, Kenny en Irlanda, Monti-Renzi en Italia y Samaras en Grecia, el sacrificio de las poblaciones de los periféricos y el avance en la concreción de la unión fiscal y bancaria nos han sacado de la crisis de la deuda soberana. Todos los países rescatados se financian normalmente y se han liberado de los programas de la troika. Se han sentado las bases de un crecimiento sostenible. Nadie cuestiona que se haya pagado un precio a corto plazo en mayor paro, pérdida de nivel de vida y estancamiento. Pero ni Europa, ni EE.UU., ni ningún país puede vivir permanentemente en burbujas alimentadas por capital especulativo, como están aprendiendo las autoridades chinas. Las economías europeas, aunque afectadas por la desaceleración de los BRICS y otros emergentes, han recuperado competitividad, reducido sus deudas y forjado un modelo de crecimiento sostenible, con un mejor equilibrio entre las exportaciones, el consumo interno y la inversión.
Por todo ello, habrá que repetir con la misma obstinación que hacen los ingleses respecto al supuesto inminente peligro existencial del euro, que Grecia representa un 1,3% del PIB de la UE y que la UE se mantiene como primera potencia económica mundial con un PIB nominal de $18 billones con sólo el 6% de la población mundial. Aunque gane Syriza y consiga una reestructuración de la deuda y concesiones de la troika, no habrá contagio al resto de la eurozona. España vendes sus bonos a diez años a intereses inferiores (1,70%) que los que exigen los inversores al Reino Unido (1,92%). Italia también emite deuda a menor coste que el Treasury británico (1,84%), y la denostada Francia que con Manuel Valls finalmente se dispone a adelgazar su sector público paga un 0,84%. No parece que los datos (del Economist) avalen este nuevo episodio de alarmismo interesado. .
No habrá contagio porque, además de ser la segunda reserva mundial, los inversores saben que el BCE tiene munición de sobras para practicar quantitative easing y calmó a los mercados sólo con diseñar un programa (OMT) que no ha tenido que utilizar. Y porque España y los periféricos han demostrado que pueden recuperar competitividad y crecer manteniéndose en una unión monetaria. Pero El Economist y las publicaciones inglesas siempre tienen nuevas maneras de atemorizar. La última es que la poblaciones de los periféricos castigarán en las urnas a los gobiernos reformistas, empezando por España en 2015.
Para que esto suceda, El Economist vaticina que los españoles no sabrán valorar la gestión de un gobierno que recogió la peor herencia económica desde la transición (paro del 25%, déficit público del 9%, más de 40 cajas de ahorros en quiebra, descrédito internacional por siete años de zapaterismo) y en tres años ha reestructurado y saneado el sistema financiero, aprobado una reforma laboral que otorga flexibilidad en la contratación, pagado las facturas adeudadas a proveedores por el gobierno de Zapatero y las CC.AA., financiado a las CC.AA. endeudadas mediante el FLA, simplificado los trámites para abrir empresas y comercios y adoptado una ley de transparencia pionera, por poner algunos ejemplos. La prima de riesgo está por debajo de los niveles pre-crisis (99 puntos), hemos crecido alrededor del 1,4% en 2014, generado ocupación, atraído inversiones extranjeras productivas, superado el récord de turistas (62 millones), superado a todos nuestros socios europeos en incremento de exportaciones y reducido el déficit al 5.7%. La cifra de paro del 25% aplicada a España es engañosa. Se basa en la EPA, y por consiguiente incluye a toda la población en edad de trabajar que trabaja o quisiera trabajar. A pesar de lo que argumente Eurostat, no es homologable a la de Alemania, cuyo gobierno subvenciona la contratación a tiempo parcial. Si aflorara la economía sumergida mediante una amnistía, el paro real se situaría en España en un 16-18%.
Si a pesar de todo ello, los españoles y catalanes quieren apostar por un partido (Podemos) que se inspira en el chavismo y un PSOE que denuncia las tardías reformas de Zapatero en 2011, será decisión de los españoles. Confío en que los españoles tendrán sentido común y no devolverán al poder a los que nos hundieron en la crisis y ahora quieren aliarse con los anti-sistema.