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Columna
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Apalancamiento al rescate de la UE

El estímulo apalancado de Jean-Claude Juncker, puede ser demasiado grande para Europa. El presidente de la Comisión Europea está impulsando un proyecto de inversión pública de 315.000 millones de euros. La economía de Europa necesita algo de estímulo, aunque esta se basa en gran parte en ingeniería financiera. La verdadera preocupación radica en que invertir la suma rápido puede resultar un desafío.

La propuesta de Juncker es útil. La economía europea se ha estancado, el desempleo es alto y el populismo asciende. La construcción de infraestructuras genera empleo y crecimiento. El Banco Europeo de Inversiones estima que la brecha de inversión en infraestructura podría ascender hasta 800.000 millones de euros. Hay necesidades obvias como la conexión de las redes eléctricas de Europa, que podría reducir costes.

Pero la propuesta de la CE parece minúscula. El sector público aportaría 21.000 millones de euros. El truco está en el apalancamiento: Juncker espera atraer 15 veces esa cantidad de capital privado.

La propuesta de Juncker es útil en una economía estancada, con un desempleo alto y el populismo en ascenso

La ingeniería financiera es algo desafortunado e inevitable en una Europa donde el rigor presupuestario tiene prioridad sobre el crecimiento. Aun así, podría ayudar. El capital privado se hace más escaso cuando los proyectos están por debajo del grado de inversión o en las primeras etapas de desarrollo; una garantía del gobierno los hace más atractivos. Pero estas son también una herramienta difícil.

El mayor problema es para qué se utilizará el dinero. Juncker quiere hacer uso de los 315.000 millones de euros en tres años. Esto parece muy optimista. Los proyectos necesitan tiempo para tomar tierra, y se convierten en presa de los intereses nacionales en conflicto. Reestructurar las normas de contratación y armonizar los regímenes reguladores de toda Europa puede ayudar.

Además, algunas inversiones en infraestructura, como el transporte, aún necesitan que los gobiernos apuntalen los ingresos del proyecto –cuando Europa recela de aumentar el déficit público–. Paradójicamente, el plan de Juncker parece a la vez muy pequeño y muy grande.

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